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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La verdad no se acomoda

Se fuerzan la lógica y el Estatut para escindir valenciano y catalán

Dice el Consell Jurídic Consultiu que la definición de “valenciano” en el Diccionari Normatiu de la Acadèmia “no se acomoda” al Estatut. Y para sostenerlo, Vicente Garrido y sus colegas han tenido que acomodarse a los deseos del Consell, embarcado en la aventura, tras el toque a rebato de su titular de Gobernación y Justicia, a la sazón también secretario general del PP valenciano, de reventar el organismo que más costó de pactar en la historia del autogobierno. El dictamen es un auténtico monumento al disparate, lo que resulta sintomático del nivel de degradación intelectual al que han llegado ciertos cenáculos de nuestra derecha. Sostiene, en esencia, que la Acadèmia Valenciana de la Llengua no puede definir el valenciano como definen las lenguas los diccionarios de todas las academias del mundo porque el Estatut d’Autonomia lo impide. Algo realmente incomprensible que se convierte en delirio cuando se añade que la Acadèmia Valenciana de la Llengua no es una institución “científica” sino un ente público sometido a unas limitaciones jurídicas que solo están en la cabeza de quienes redactan el dictamen.

Daría risa, si no fuera tan penosa, la lectura del Estatut que hace el Consell Jurídic, ya no sectaria e incomprensiblemente restrictiva sino completamente ajena al sentido común, lo que obliga a sus redactores a prescindir de cualquier jurisprudencia que la apoye por la sencilla razón de que no existe. Provoca, además, ese retorcimiento de la lógica, que se despache el montón de sentencias que establecen que el valenciano y el catalán son la misma lengua a un territorio en el que, por lo visto, la Acadèmia no puede instalarse. Dice literalmente el dictamen que cualesquiera que sean las observaciones filológicas de la Acadèmia sobre la naturaleza del valenciano “no procede expresarlas en un Diccionario que tiene carácter normativo”. ¡Menuda Acadèmia, entonces! O, mejor, ¡menudo consejo de juristas!

“Lengua común de España y de muchas naciones de América, hablada también como propia en otras partes del mundo”, dice la definición de “español” de la Real Academia Española. Si hubiese que seguir a pies juntillas a Garrido y sus colegas, la definición de “valenciano” de la Acadèmia, no solo no podría decir que se habla en territorios como Catalunya, Baleares o Andorra, donde se denomina catalán, sino que tampoco podría decir que es “una lengua románica”. Pero resulta que eso “en nada contradice ni altera lo que establece el Estatut”. ¿Por qué? pues probablemente porque no invalida el prejuicio que sustenta todo el argumento.

Es lógico que los académicos se tomaran el dictamen con flema cuando la consejera Català se lo envió para ver si le hacen caso. Si uno se empeña en negar lo evidente acaba siempre haciendo el ridículo. Lo sabía bien Galileo Galilei. Pero ya no vivimos bajo la amenaza de la Inquisición. ¡Qué triste!

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