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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

‘Innocentada’

El ministro de Industria no sabe si la luz subirá en enero. El Gobierno cambiará la ley que permite juzgar a los genocidas chinos. Tras bajar el número de abortos, Rajoy modifica la ley.

Hubo una época, queridos lectores, en que los periódicos, especialmente “los de provincias”, tenían por costumbre publicar el día 28 de diciembre, festividad de los Santos Inocentes, una noticia falsa, a modo de broma a sus lectores, que, ya habituados a tales usos, no solían morder el anzuelo, sino, antes bien, se regocijaban en descubrir la añagaza. Tales prácticas nunca tuvieron lugar en periódicos serios como este, que, desde el primer momento, prohibió semejantes guasas. En las postrimerías del pasado siglo, tal vez movidos por el deseo de revestirse de una pátina de rigor, casi todos los medios siguieron este camino y acabaron por abandonar tales chanzas. En cualquier caso, se columbra uno —que como habrá observado por su prosa el avezado lector, ya tiene cierta edad— que, en nuestros días, cualquier noticia falsa que se publicara en fecha tan señalada sería tomada por cierta, pues resulta difícil sorprender a quien el día a día tiene curado de espanto. Obsérvense sino los eventos consuetudinarios que, a modo de ejemplo, se recopilan a renglón seguido. El ministro de Industria no sabe si el recibo de la luz subirá en enero. El Gobierno cambiará la ley española que permite juzgar a los genocidas chinos para complacer a Pekín. Tras descender el número de abortos, Rajoy modifica la ley. El Estado inyecta 9.000 millones en Novagalicia y la vende por mil millones a un banquero venezolano, que pagará a plazos. En medio de los recortes, el Gobierno se gasta medio millón de euros en un camión botijo para disolver a quien proteste, porque los que tenía se le quedan viejos por falta de uso. Y así, ad nauseam…

 Por su reiterado uso al margen del santoral y su carácter innovador, esta práctica bien podría denominarse innocentada. Y como habrá colegido el paciente lector, tiene un amplio y extendido uso en las, a pesar de su ancestral fertilidad, ahora exhaustas tierras valencianas. De modo que si hace unos años un lector de prensa hubiera visto como todo lo que parecía sólido (las cajas de ahorro, la sanidad, la educación, la televisión pública, el Valencia CF...) se desvanecía en el aire, ojiplático, hubiera mirado el calendario para comprobar que no era el día de los Santos Inocentes. Sensu contrario, hoy permanece impávido cuando observa, por ejemplo, que el Valencia de sus amores va a pasar a manos de un fondo buitre, o de un inversor de Singapur de desconocida especie. Y podría aventurarse que algo parecido pasaría si la señá Rita, digo por la alcaldesa que impulsó el delirante estadio que le ha llevado a la bancarrota, decidiera mañana subastar la Real Señera de la ciudad, para enjugar parte de sus deudas. Si están dispuestos a prescindir de esas fábricas de identidad colectiva que son el futbol y la tele ¿por qué no hacer lo mismo con tan medieval instrumento de identificación grupal? Eso sí, que la subasta de la Señera sea más limpia que el baldeo de nuestras sufridas calles.

Por lo demás, ante el 2014 que se avecina, sólo queda recomendar a quienes no sean amigos de las innocentadas que se encomienden a San Gaspare del Búfalo, que comparte festividad con los Santos Inocentes. Y que, frente a las pretensiones de esta pandilla de innovadores sociales, repitamos lo que este santo varón dijo ante las de Napoleón: “non debbo, non posso, non voglio”.

Cualquier noticia falsa en fecha tan señalada sería tomada por cierta
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