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opinión

Si no lo miras, no lo ves

El chapapote de la violencia de género sigue anegando, aún, demasiadas gargantas indefensas

Un grupo de voluntarios limpia chapapote vertido por el Prestige en febrero de 2003 en la localidad de Muxía, en Galicia.
Un grupo de voluntarios limpia chapapote vertido por el Prestige en febrero de 2003 en la localidad de Muxía, en Galicia.miguel vidal (reuters)

En medio de todo esto, muere asesinada una mujer. Muy lejos de las playas de Muxía, donde aún seguía latiendo el cadáver marino hace dos años, muere asesinada una mujer en Málaga. Es la víctima número 44 en 2013, un año más de terrorismo contra las mujeres, licuado tibiamente entre los frentes de la información. A través de la madeja enfebrecida de los titulares sucesivos, del malestar de la comunidad científica por una sentencia absolutoria que lanza un mensaje denigrante a la comunidad internacional de absoluta impunidad para el destrozo del medioambiente, muere asesinada una mujer. Según la sentencia, Galicia “se recuperó del todo” y “nadie demostró la persistencia” de los daños ecológicos del vertido. Como ha dicho Ionan Marigómez, director del Instituto de Estudios Marinos de la Universidad del País Vasco, “Si no lo miras, no lo ves (…). Sostener esto es una desfachatez porque tres años y medio después de la catástrofe se cortaron los grandes planes de investigación”. Si no lo miras, no lo ves. Sucede igual con casi todo: con las playas de Muxía, el desprestigio de la clase política, la crisis de liderazgo de la izquierda, el ridículo comunitario por las afirmaciones del ministro Wert y las becas Erasmus y la sandalia que no llegó a volar sobre la cabeza de Rodrigo Rato, mientras miles de familias siguen siendo expulsadas educadamente de sus casas y otra mujer cae, herida por arma blanca.

Quizá estamos cansados de mirar. Quizá esperamos mucho de determinadas sentencias judiciales y de las medidas, siempre bien intencionadas, contra el terror doméstico. El chapapote de la violencia de género sigue anegando, aún, demasiadas gargantas indefensas, que no se pueden limpiar ni a paladas jurídicas ni con protecciones policiales. Según muchos expertos, a cuatro metros de la superficie siguen existiendo restos tóxicos, que ya han alterado los hábitos de alimentación de la población avícola, multiplicando las poblaciones de parásitos. Ni el Gobierno ni la Xunta han seguido destinando fondos para la investigación de los daños: desaparecida la financiación no se acabó la rabia, y todo ha sido volver hacia el turismo. Sin embargo, la decana de la facultad de Ciencias del Mar de la Universidad de Vigo, Belén Rubio, ha seguido investigando todos estos años, llegando al 2011. El resultado: nueve años después del hundimiento del Prestige, se siguen encontrando muestras del horror.

No es eso lo que dice la sentencia, que no conoce ninguna responsabilidad política. Recordamos, empero, ciertas afirmaciones: de Aznar (“Son perros que ladran su rencor por las esquinas”), frente a los manifestantes en Madrid, hasta Rajoy (“Unos pequeños hilitos solidificados de plastilina en estiramiento vertical”), poco después de saltar por encima de los charcos con la misma pericia alambicada con que maneja el plasma de sí mismo, para evitar el barro de una respuesta nítida, y además verdadera.

Frente a la impunidad de estos crímenes, la educación y la justicia están sobrevaloradas

Muere asesinada una mujer con su verdad pequeña, mientras el futuro más grandilocuente se decide en sentencias que apenas nos convocan y en fines de semana de congestión política en los que los partidos se reúnen para el jaleo interno, ese palmeo intrépido para la arenga lúgubre, mientras la población camina hacia otra parte, sin distinguir apenas entre la basura expuesta por las calles de Madrid, la del recorte de las becas Erasmus o la del apoyo al ministro de un presidente del Gobierno que aseguró en sede parlamentaria, que cuando tuvo noticia de las cuentas de Bárcenas en Suiza ya no era empleado del PP, para que al día siguiente aparecieran sus nóminas de entonces. Si no lo miras, no lo ves. Ni el chapapote, ni la falsedad, ni todo este derrumbe.

Esta sociedad está perdiendo la vista. Mientras tanto, también ha perdido a otra mujer: Eva, de 36 años, que ha muerto apuñalada en Málaga por un tipo que acumula, al menos, otras tres denuncias por violencia, de la propia Eva —que al final la retiró— y de otras dos mujeres. Eva, por su parte, había sufrido agresiones en otras dos relaciones previas. Las palabras de siempre, con su dolor intacto. Solamente en 2013, 44 mujeres asesinadas en España por sus parejas o exparejas, cinco de ellas en Málaga.

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Frente a la impunidad de estos crímenes, la educación está sobrevalorada; y también la justicia. Nos estamos hundiendo en un lodo abusivo, cenital y fangoso, que nos deja a los pies de continuos abusos. La anestesia conduce a la ceguera. Mientras el sistema languidece, es asesinada otra mujer.

Joaquín Pérez Azaústre es escritor.

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