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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

En vía muerta

Ayuna de ideas y de iniciativas, sin combustible político, los motores de esa locomotora pepera que fue Rita Barberá hace años que se pararon

Los planes del Ministerio de Fomento para Valencia durante el próximo año son ilustrativos del sombrío futuro que le espera a su alcaldesa y, con ella, a la ciudad. El tijeretazo del Gobierno de Mariano Rajoy a las inversiones ferroviarias deja el Parque Central de Valencia, un año más, en situación de estudio durante el próximo ejercicio presupuestario. Un documento interno de Adif, que lleva por título Nuevo modelo de desarrollo de los corredores de alta velocidad, considera que las inversiones vinculadas a mejoras de integración (soterramientos, cubrimientos, muros, etc.) son obras de carácter urbanístico que deberán ser asumidas por las administraciones locales y autonómicas competentes en la materia, es decir, en este caso, por el Ayuntamiento de Valencia y la Generalitat. Por lo que el Gobierno acometerá “solo actuaciones viables que tengan asegurada su financiación por las administraciones involucradas que permitan en una primera fase solventar la llegada de las nuevas líneas en condiciones adecuadas, con soluciones adaptadas a las condiciones actuales del mercado inmobiliario, en los casos en que se prevea la utilización de plusvalías urbanísticas como fuente de financiación”. Lo que significa lisa y llanamente que, de seguirse el “nuevo modelo” de Adif, no habrá un euro de los presupuestos generales del Estado para el Parque Central.

Ese es el peso de Valencia en Madrid, cero patatero. Algo que se corresponde con el liderazgo de sus dirigentes. Y es que, políticamente, la alcaldesa Rita Barberá ha entrado en vía muerta y ya solo transita los aherrojados raíles sin salida que sirven para apartar los vagones y las viejas máquinas de la circulación. Esa vía conduce hacia la inhóspita sala de espera que para todo político significa estar bajo la sospecha de un tribunal de justicia. Ayuna de ideas y de iniciativas, sin combustible político, los motores de esa locomotora pepera que fue Rita Barberá hace años que se pararon. Y si la máquina ha seguido rodando durante un tiempo, ha sido por la propia inercia que le confería su antigua condición de peso pesado de la derecha española. Ahora todo eso se acabó, porque a su pérdida de horizonte, a su desnorte con los grandes eventos y las infraestructuras inútiles, se añade hoy una hoja de ruta, impuesta por la fiscalía y el Juzgado de Instrucción número 3 de Palma de Mallorca, que está marcada por las acusaciones de los delitos de prevaricación, malversación de fondos públicos, fraude y falsedad en documentos oficiales.

Con semejante panorama por delante, en una situación en la que solo es una rémora para la ciudad, un político que tuviera la milésima parte del “amor por Valencia” con el que Barberá se ha llenado la boca durante todos estos años, haría mutis por el foro. No va a ser su caso, porque, lejos de retirarse, la alcaldesa multiplica últimamente su presencia en foros tan ajenos a la gestión municipal como la tribuna de invitados de la sesión del Congreso en la que se debatió el caso Bárcenas, o las votaciones del COI que tumbaron la candidatura olímpica de Madrid. Allí poco tenía que hacer por la ciudad, tan solo aparentar que es alguien en su partido. Viajes a ninguna parte, deambular sonámbulo por vías muertas.

 

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