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Una fuente de liquidez que se ahoga

Cada día, de lunes a viernes los inversores pujan por una u otra idea. Este mercado está abierto a todo tipo de inversores

Imagen de la bolsa de Madrid
Imagen de la bolsa de Madrid

Todo lo que sirve para crecer está bien visto ahora que la vida se explica en términos económicos. No obstante, no importaba dónde buscasen financiación algunas pequeñas y medianas empresas (pymes), siempre se encontraban con la puerta en las narices. Por su tamaño no podían acceder a la Bolsa y la existencia de inversores ángeles o empresas de capital riesgo, aquellas que se aventuran a inyectar dinero en sectores promisorios y ricos en imaginación, era un espejismo. El Mercado Alternativo Bursátil (MAB) abrió la veda de la financiación en 2008. Para las pymes, el MAB se convirtió en un escaparate donde contonearse, con sus proyectos y propuestas a la vista, para conseguir liquidez. De las 21 pymes que cotizan en el hermano pequeño del mercado continuo, cuatro son compañías con raíces gallegas. Y en esta legislatura el Igape no dejó escapar la oportunidad de sacar músculo y conceder a 32 empresas casi 900.000 euros en total para que apresuraran sus trámites. Pero el cuento de la lechera tropezó con la recesión nada más atravesar la cancela, y el corolario fue una capitalización abatida después de cuatro años.

A la vez que anunciaban el rescate financiero de Grecia, Altia Consultores se hacía ver en el parqué de la Bolsa. El uno de diciembre de 2010, la compañía coruñesa se convirtió en la primera pyme gallega en salir al MAB. Hubo tres motivos para que esta empresa, aguerrida al cableado de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), procurase un hueco en el mercado organizado. La primera aspiración era darse a conocer; la segunda, captar recursos y profesionalizarse; y la última, que Tino Fernández, presidente ejecutivo de Altia, quería una valoración externa de la compañía. El director financiero de la empresa, Ignacio Cabanes, explica que la participación los posicionó como “la empresa alternativa a nivel gallego del sector TIC”. Sin embargo, les fue tan bien, que los dos primeros años repartieron dividendos con sus accionistas, “tres céntimos por acción”. El precio de los títulos de valores cayó desde entonces un 5%. Aunque su coste no es muy volátil, ya que el MAB utiliza el fixing. Con este método que reduce la compraventa de acciones a dos veces diarias, los cambios se minimizan. Y aunque supiesen en 2010 que su valor iba a acabar en rojo, hubiesen salido igual a la bolsa.

Cada día, de lunes a viernes los inversores pujan por una u otra idea. Este mercado está abierto a todo tipo de inversores. E intentan sacar beneficios desde los fondos de pensiones e inversión, a las Sicavs (Sociedades Anónimas que invierten en activos financieros y cuentan prácticamente con inmunidad a la hora de tributar). El MAB no salió en el mejor momento, y, sin embargo, su situación no es comparable a la del Ibex 35. “Va aguantando con pérdidas muy moderadas -3 o 5%-”, sostiene el asesor José Beiras. Las empresas contratan supervisores, como Beiras, de Novamab (la compañía de Nova Galicia Banco) para que controlen todo lo referente a la cotización. A su juicio, el mercado alternativo debería servir a aquellas empresas en gestación, que “necesitan capital para consolidar procesos de expansión e innovación”.

GalChimia intententa hacerse notar. Comenzó a gatear entre los microscopios de la Universidade de Santiago de Compostela (USC), en 2001. Y ahora procuran “potenciar y acelerar el proceso de internacionalización en el que están inmersos”, dice Carme Pampín, consejera delegada. Están engranando las máquinas para lograr que sus investigaciones en química orgánica lleguen a las farmacéuticas, y tratar de atajar las dudas futuras que plantea la economía.

Xavier Vence, catedrático de Economía Aplicada de la USC, masculla que existen riesgos. El principal problema es que algunas empresas sin liquidez saltan al MAB en busca de un flotador. “Una compañía que esté en ese escenario no funcionará”. Consumirá capital, espantará a los accionistas y el valor de sus títulos caerá en picado. La finalidad del mercado alternativo es el crecimiento. Pero hay poco movimiento de dinero, lo que limita los fondos. Y los costes para salir al parqué son altos. Vence matiza que no todas las empresas están dispuestas a desnudarse ante inversores, tal y como obliga el ordenamiento de la bolsa.

En 2008 Lumar introdujo las nuevas tecnologías para darle valor añadido a lo que rescataban del mar. Como las entidades de crédito estaban cerradas a cal y canto, en 2011 entraron en el MAB. El consejero delegado de Lumar, Javier Martínez, explica que su ambición era internacionalizarse. Pese a que del mercado alternativo no consiguieron todo lo que esperaban, sí consolidaron su notoriedad. “Ahora los inversores miran para otro lado”, pero eso no desvirtúa al MAB como herramienta. “El dinero no se invierte en España, se invierte fuera, y el poco capital de inversión que hay va para el sector bancario”, esgrime Martínez. En estos años, han sembrado su sello por Europa, por eso Martínez, está seguro que la experiencia “no es un fracaso”.

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“Tener una bolsa de valores gallega era una forma de facilitar la conexión entre los ahorradores e inversores con las pequeñas y medianas empresas”, arguye Xavier Vence. En general, las Bolsas y Mercados Españoles (BME) tienen “un desarrollo modesto”. El asesor José Beiras, hace un recuento por el mapamundi de los mercados alternativos. En Norteamérica, en los años setenta, fue donde se estrenó el invento bajo el nombre de Nasdaq. En la década de los noventa apareció el Inglés AIM que hoy cuenta con 1.115 firmas. París, con Alternext, alberga cerca de 300 compañías y el First North tiene pymes de Suecia, Dinamarca y Finlandia. La especulación, sin embargo, aparece siempre y con sus diversas mutaciones. La del mercado alternativo quizás sea más suave. De acuerdo con Vence, “esta no es igual que la que mueve todos los días dinero en los mercados sin proyecto empresarial”.

Javier Sánchez, director financiero de Euroespes, sostiene que el MAB les ha servido de diván, para contar en voz alta la realidad de la empresa. Sus logros han estado vinculados al diseño de protocolo clínico para el diagnóstico de enfermedades nerviosas. “En un momento determinado nos ha ayudado a ser mejores”. En general, la experiencia ha sido fructífera, pero cree que una mayor dinamización del proyecto ayudará a cosechar resultados más vistosos para la economía. Aun así, el aparataje burocrático para entrar en el MAB requiere sacrificios, y a Euroespes le supuso un coste del 7% sobre el volumen del negocio del año de entrada (2010).

Carlos López Pampín, director general de Commcenter, argumenta que parte de la génesis de los buenos datos está en el cumplimiento de los objetivos que rigen el MAB. La firma es una de las distribuidoras subcontratadas de Telefónica y la oportunidad de crecimiento llegó sin pedirla. Diseñaron un plan a tres años, y desde entonces pasaron de 80 puntos de venta a 182. Las acciones que empezaron costando 2,8 euros han alcanzado los 3,1 y sus cuentas están saneadas. Un reto que en la actual tesitura no hace distinción entre empresas y gobernantes.

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