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OPINIÓN | JULIÁN HERNÁNDEZ

¡Gallegos al tren!

Ningún Gobierno gallego ha movido una dedo por una red ferroviaria acorde a los intereses del país

El 11 de septiembre tiene sus celebraciones y sus conmemoraciones en varios sitios y por diversos motivos: Catalunya tiene su Diada, Nueva York el aniversario de los atentados a las Torres Gemelas, Chile el del golpe de Pinochet y Tordesillas, en su día capital de España, el delirio del Toro de la Vega. En Galicia no tenemos algo parecido a un aniversario ni a una fiesta campal en esa fecha, pero eso es porque celebramos, como buen País de las Maravillas que somos, nuestros cumpledías, nuestro día a día, nuestra pequeña sangría cotidiana. Y el 11 de septiembre es tan buena fecha como otra cualquiera para viajar en tren por la Comunidad. ¡Pi-piiiii!

La red ferroviaria gallega está viviendo un momento esquizofrénico. Por un lado se desmantela todo el entramado de pequeñas estaciones que daban un servicio lento pero seguro y, en paralelo, se construyen nuevas vías rápidas y, por ahora, ineficaces. Todo un misterio para el viajero automovilista. Cuando se abandona el vehículo particular y nos subimos a un tren, la perplejidad se adueña de nuestras almas y no entendemos nada. Las “estaciones discrecionales” son fascinantes: en ellas hay que hacer señas al tren cuando aparece para que pare. Como hacer autostop, o mejor: trainstop. Si el maquinista te ve, para; si no, pues ahí te quedas. Esto pasa en infinidad de estaciones pequeñas con los edificios cerrados y en las que no se puede comprar el billete: hay que hacerlo una vez subido al tren. Todo esto, si tienes la suerte de que el tren llegue a su hora.

Hace unos días, un reportaje sobre los trenes en Galicia, emitido por el Canal 24 Horas de TVE, nos sacaba los colores. Las nuevas estaciones están a varios kilómetros de los pueblos y no hay ningún transporte que te acerque hasta la mayoría de ellas. En algún caso, la carretera está a medio construir. La línea Santiago-Ourense de pseudo-alta velocidad es un desierto en el que la frecuencia de trenes es absurda y los precios son desorbitados para cualquiera que intente que ese sea su medio de transporte cotidiano para ir al trabajo. Por si fuera poco, las plataformas especiales para sillas de ruedas y carritos de niños se quedan a un palmo del andén en muchos casos. Todo queda demasiado alto: aparte de las plataformas, ya estamos pensando en una estación de alta gama para la alta velocidad en Ourense y los precios, con la subida del IVA, son tan inalcanzables como las galletas en una alacena.

Todo esto pasa porque las inversiones en infraestructuras están en manos de lechuguinos, a los que el diablo confunda, que ni siquiera han pisado el terreno y los trazados están diseñados en despachos sobre planos en blanco. A día de hoy, aún no se sabe lo que va a pasar con A Fraga de Cecebre, el Bosque Animado de Wenceslao Fernández Flórez: el futuro AVE pasaría por encima de todo un símbolo. Sí, es cierto, eso lo proyectan unos imbéciles en Madrid que no tienen ni idea, pero también es verdad que ninguno de los últimos gobiernos gallegos (ni el de Fraga ni el bipartito ni el de Feijóo) ha movido un dedo por una red ferroviaria adecuada a las necesidades del país. “Es que no hay demanda”, dicen, y no es cierto: lo que no hay es oferta. No hace falta mirar a Europa: Catalunya, Euskadi y la Comunidad de Madrid tienen unos trenes de cercanías y media distancia razonablemente eficaces. Galicia ha perdido el tren.

El AVE, además, está dejando un agujero en la antigua estación de Vigo que nada tiene que envidiar al de ACDC (A Cidade Da Cultura) y ahora los trenes llegan a Guixar, donde resulta casi imposible encontrar taxis o autobuses a la llegada. A cambio, el aeropuerto se ha convertido en un monstruo con una frecuencia de vuelos cercana a la tomadura de pelo y con un parking vacío. Toda una carta de presentación para una ciudad de 300.000 habitantes.<TB>

No soñemos ya con rodar en Galicia alguna película mítica sobre trenes tal que Extraños en un tren, El amigo americano o Asesinato en el Orient Express. A lo más que podemos aspirar es a El tren de la bruja, el terrorífico cortometraje de Koldo Serra. Como decían Os Resentidos: “¡Viajeros al tren! ¡Gallegos también!”.

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@JulianSiniestro

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