‘Black boy’ y el salvaje Sur de Jim Crow
No hay nada didáctico ni aleccionador en las memorias de infancia del gran escritor afroamericano. Su historia muestra en toda su crudeza la segregación racial
Hacia el final del libro sobre su infancia en el Sur estadounidense en el primer cuarto del siglo XX, Richard Wright (1908-1960) se pregunta si las palabras pueden ser armas. El acicate que lleva a ese adolescente afroamericano empleado por blancos en una óptica en Memphis, atrapado en la segregación racial y la pobreza, a plantearse si quizá él también podría usar así su pluma es la lectura de Un libro de prefacios del crítico, periodista y ensayista Henry Louis Mencken. “Lo que me sorprendió no fue lo que decía, sino cómo demonios alguien había logrado reunir el coraje para decirlo”, escribe Wright en Black Boy. Eso mismo puede decirse de su libro de memorias, publicado en 1945 con apabullante éxito y convertido en un clásico de la literatura estadounidense (recuperado ahora en una nueva traducción de Eduardo Hojman).
Nacido en una plantación, nieto de esclavos que quedaron libres tras la Guerra de Secesión, la historia de Wright puntúa alto en el macabro ranking de infancias literarias marcadas por la extrema pobreza, el hambre, la carencia de afecto y la violencia, tanto familiar como sistémica. Pero no es esta la crónica de una víctima, sino el relato de alguien que se empeña en ser agente de su propia vida, aunque el viento sople huracanadamente en su contra. Desde el incendio que él mismo provoca con apenas cuatro años y que resulta en una casi mortal paliza que le propinan sus padres, Wright reconstruye su historia con sencillez y claridad. No hay nada didáctico ni aleccionador, aunque el ambiente que rodea y marca su historia, ese Sur de las de leyes de Jim Crow contra el que se levantó el Movimiento de Derechos Civiles, se muestra en toda su crudeza desde lo personal, en la historia de un niño y su familia. Las tabernas donde con seis años le emborrachan, el abandono de su padre, el orfanato donde pasa unos meses, las embolias que incapacitan a su madre y las sucesivas mudanzas transcurren en un mundo infantil en el que el protagonista aún no acaba de comprender el peso de la raza. Esto va formando al joven rebelde. Wright describe con bien medida potencia escenas en la casa de sus abuelos maternos, un hogar marcado por el temor al pecado, en la iglesia metodista donde le empujan a bautizarse, en las escuelas y, más tarde, cuando ha despertado a la realidad de la segregación, en las casas de los blancos donde busca trabajo, o en la oficina donde los blancos quieren divertirse viendo una pelea de negros como si se tratase de gallos. Ese miedo a que un chico afroamericano muera asesinado, la espita del movimiento Black Lives Matter, es un nervio central en la historia de este libro. En la literatura, y no en la iglesia, es donde encuentra su camino de salvación Wright y esa ruta le dirige hacia Chicago, en uno de esos muchos trenes que llevaban a los descendientes de los esclavos del Sur hacia al Norte, en la llamada Gran Migración.
Cuando apareció Black Boy Wright ya era conocido por su libro de cuentos Los hijos del tío Tom y su polémica novela Hijo de esta tierra, recuperada recientemente, como también su crónica de viajes España pagana (Big Sur, 2022). Un año después de la publicación de sus memorias de infancia, en 1946, se trasladó a París y ya nunca regresaría a Estados Unidos. Allí trabó amistad con Sartre y Camus y marcó el camino que otros, como James Baldwin, siguieron. Figura indispensable en los círculos intelectuales de la Gran Depresión y en la génesis de escritores afroamericanos del siglo XX, su pertenencia y tempranas discrepancias con el partido comunista, así como sus contactos con la CIA a finales de los cincuenta durante su exilio, rodearon de controversia su figura. Pero, por si hubiera alguna duda, todo eso da igual: Black boy resiste.
Black Boy
Traducción de Eduardo Hojman
Alianza, 2024
320 páginas. 22,50 euros
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