Crítica

Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

‘La situación y la historia’, de Vivian Gornick: instrucciones para despertar al narrador interno

La autora neoyorquina ofrece un manual de escritura autobiográfica en el que aboga por la honestidad y el cuestionamiento como valores fundamentales del texto

La escritora y periodista Vivian Gornick posa en la Ciudad de México en 2022.Rodrigo Oropeza

Anna Pazos

06 ene 2024 - 05:30CET

Una amiga me contó hace años una anécdota que me impresionó y a la que nunca he dejado de volver. Alguien a quien conocía había estado a punto de tirarse por la ventana, atormentado por el suplicio de una mente que se había vuelto contra sí misma. A punto de saltar, se dio cuenta de algo: además de él y su tormento había un tercer observador, una consciencia interna y externa a la vez, algo que le observaba encaramado al alféizar y por decirlo así narraba lo que estaba sucediendo. El impacto de ese descubrimiento fue lo que le hizo darle otra oportunidad a la vida. Se había dado cuenta de que no estaba totalmente solo.

Ese narrador, que yo misma invoco en los momentos críticos, es el principio organizador que convierte el caos de la experiencia en un relato coherente con el que se puede vivir. Es la balsa que permite seguir flotando sin hundirse en el lodazal. La metáfora es floja, pero no creo que sea casualidad que la neoyorquina Vivian Gornick se sirva precisamente de un viaje en balsa para ilustrar la relación intermitente que tiene con su narradora. Tiempo después de navegar a través del río Grande con su exmarido y un amigo de ambos, leyó los textos que cada uno escribió sobre la experiencia. Gornick se dio cuenta entonces de “cuán solos habíamos estado cada uno, allí los tres juntos en la balsa, cada uno labrando de nuestra angustia de separación al narrador que, en medio de tanta belleza y tanta opresión, habría de hacernos compañía”. La voz ordenadora ha empezado ya a trabajar sin que se dé cuenta, agobiada y enajenada como está en la barca con su matrimonio moribundo, en la humedad opresiva, “antes de haber encontrado a la narradora que puede controlar la arremetida desbocada de mi propia corriente interna”.

Nunca hubiera leído La situación y la historia, el manual de narrativa personal de donde saco esta cita, de no ser por el encargo de reseñarlo. En parte por la sospecha de que cortaría “demasiado cerca del hueso”, como dicen los americanos, pero también por una resistencia íntima a creer que la escritura puede enseñarse así como así. En realidad, el libro es algo más que un manual. Es el intento de Gornick de discernir la cualidad escurridiza que hace que algunos textos nos interpelen mientras que otros fracasan en el intento. También, en el fondo, de entender por qué escribimos textos personales, qué mecanismo se activa cuando emprendemos la tarea agónica y en apariencia absurda de exponer “nuestra propia corriente interna” al mundo.

La conclusión de Gornick es que el valor de un texto personal o autobiográfico está en la honestidad del autocuestionamiento, así como en su habilidad para encontrar una voz que extraiga de los hechos crudos unas migajas de sentido. La investigación de uno mismo, ese zambullirse sin garantías en la propia herida fundacional, es lo que distingue un buen ensayo de la denostada literatura confesional. También lo protege del vicio de maquillar el desorden interno con retórica y abstracción. Para demostrar su tesis se sirve de voces célebres por su precisión y capacidad evocadora — James Baldwin, Natalia Ginzburg, Joan Didion— y otras menos conocidas como Seymour Krim, Beryl Markham, Agnes Smedley. Gracias a ellos el libro provoca a ratos aquella sensación lejana que uno sentía a veces en una buena clase magistral, cuando un texto antiguo te alcanzaba a través de la voz monótona del profesor y generaba un clic de reconocimiento, un despertar del narrador, una euforia repentina por las posibilidades de la vida.