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Con ruralidad y alevosía: cuando el arte contemporáneo se va al pueblo

Seis creadores españoles hacen dialogar sus instalaciones con el contexto rural en Collegium, nuevo centro de arte contemporáneo en la localidad abulense de Arévalo

'Noches en los jardines de España', instalación de Álvaro Urbano en la iglesia de San Martín, en Arévalo (Ávila).
'Noches en los jardines de España', instalación de Álvaro Urbano en la iglesia de San Martín, en Arévalo (Ávila).Roberto Ruiz

Hace poco el escritor aragonés Julio José Ordovás hablaba en la radio de Almonacid de la Cuba, el pueblo hoy ya casi abandonado donde se crio hace cuarenta y tantos años, y decía que “todo el mundo debería nacer en un pueblo para saber lo que significa marcharse de él… y para saber lo que significa volver a él”. Y es verdad que en España esas vueltas y revueltas con el pasado y el paisaje rural son particularmente problemáticas. Las miserias e injusticias de una historia traumática han cristalizado en un discurso cultural dominante urbanícola y nefasto: “el campo” es para monterías, golfistas o fracasados, una extensión marrón entre las periferias y la playa; “el pueblo” es donde viven los que se quedaron atrás sin remedio. Secretos de familia vergonzosos y reprimidos que olvidamos o agredimos casi freudianamente.

¡Doblad mis amores!, la exposición que ha comisariado Chus Martínez, y el nuevo centro de arte Collegium, que la ha producido y poco a poco va asentándose en Arévalo (Ávila), tratan esta relación tensa y ambigua de nuestro país con su paisaje y su paisanaje. Lo hacen sirviéndose del arte como herramienta mental para recuperar lazos entre lo rural y lo urbano y como demostración por la vía de los hechos de que pueden inventarse nuevas relaciones entre ambos.

Fotograma del vídeo 'AIMISTICA', de Regina de Miguel.
Fotograma del vídeo 'AIMISTICA', de Regina de Miguel.

Martínez es coherente desde el principio, al seleccionar sólo artistas españoles y trabajar codo con codo con ellos en la producción de la obra, casi de forma artesanal: son precisamente quienes mejor conocen la complicada relación histórica de España con sus pueblos y su campo, tan distinta de la de otros países de la Europa rica como Inglaterra, Francia o Italia. También es una forma de reivindicar la calidad y la universalidad de un trabajo artístico propio que parta de lo local con imaginación y amplitud de miras.

Lo hace ella misma en un texto estupendo que habla con naturalidad y simpatía a los visitantes a partir de su propia experiencia. Es ya todo un clásico criticar el mundillo del arte contemporáneo por su lenguaje críptico, su aridez y su ombliguismo (cuando no directamente esnobismo). Pero la comisaria, que pidió a los artistas que antes de nada viajasen a Arévalo y se informaran sobre la historia y las vidas de los vecinos, es la primera en volver en su texto al suyo, una aldea del concello coruñés de Ponteceso. Sus recuerdos, parecidos a los de muchos que nacieron en la España rural, le sirven de palanca para proponer lecturas de las obras expuestas, sugerir interpretaciones distintas y evocar vivencias compartidas.

Obra 'Golpe de Suerte', de Pep Vidal.
Obra 'Golpe de Suerte', de Pep Vidal.LUCIA BERRON

“Siempre es entretenido sacarle parecidos a los recién nacidos y ver cómo se fortalecen así los vínculos entre familias”, dice, y relaciona así las naranjas de cemento pintado de Álvaro Urbano con el cuidado de los árboles frutales en la España rural anterior al boom del ladrillo. Alude al interés por los tintes vegetales tradicionales que colorean el delicado y monumental panel textil de Belén Rodríguez. Se acuerda de una piedra muy antigua con una serpiente tallada que hay en el cruce de caminos que llevan a las leiras de su aldea para comentar la escultura Montaña mágica, de Teresa Solar. Habla de los sueños y ambiciones de los vecinos de su pueblo y de tantos otros de toda España que emigraron a Suiza o Alemania en los sesenta para comentar la instalación Golpe de suerte, de Pep Vidal, que reproduce la habitación que una vecina de Arévalo forró durante toda su vida de décimos del Gordo y del Niño no premiados. Y allana a los espectadores la comprensión del vídeo AIMISTICA, de Regina de Miguel, que se inspiró al ver las manos cercenadas de los santos de los retablos de la iglesia de San Martín, donde está la exposición, y que lo acompaña de citas de Teresa de Ávila, que nació por aquí cerca y pasó gran parte de su vida por estas tierras.

No se trata aquí de infantilizar el discurso o de renegar de la carga teórica o las implicaciones políticas del arte que se expone, sino de hacerlos compatibles con su lectura en un contexto diferente, fuera del habitual circuito cerrado del mundillo. Se puede ser riguroso sin ser adusto y sin renunciar a la asociación constructiva y creativa que dan la memoria personal y hasta la ficción cuando se administran con cuidado.

La iniciativa quiere ir más allá de la colección privada y crear un polo cultural que sirva de laboratorio de investigación

Es también el espíritu que impulsa el desarrollo del propio Collegium, una iniciativa de los coleccionistas Lorena Pérez Jácome y Javier Lumbreras. Lumbreras es de Arévalo, y la propuesta para su pueblo es un centro que vaya más allá del simple museo de la colección y sirva de laboratorio de investigación y creación.

La sala en la iglesia de San Martín es el primer paso de un plan ambicioso que incluye el proyecto de la arquitecta Tatiana Bilbao para levantar un complejo cultural sobre las ruinas del antiguo colegio jesuita de Santiago. Ya está en marcha el programa de residencias Entre Tiempos, que organiza el comisario adjunto Aldones Nino y ha traído desde Brasil a Ayla Tavares y a Xadalu Tupã Jekupé para trabajar en contacto con talleres de artesanía local. La idea es crear un polo de trabajo artístico que no dependa sólo del flujo de visitantes de paso y que entable un diálogo dinámico y permanente con la comunidad y la región donde se asienta. Al fin y al cabo, como dice Chus Martínez, “estas obras no están aquí para recibir atención, sino para prestarla”.

‘¡Doblad mis amores!’. Collegium. Arévalo (Ávila). Hasta el 3 de septiembre.

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