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‘Italianeses’, una Italia imaginada desde Albania

La transmisión de un legado afectivo de padres a hijos y la búsqueda de la identidad propia son los temas de este espectáculo escrito por Saverio La Ruina e interpretado por Ricardo Rigamonti con una impronta gestual poderosa

Riccardo Rigamonti en una escena de la obra 'Italianeses', en el Teatro del Barrio de Madrid.
Riccardo Rigamonti en una escena de la obra 'Italianeses', en el Teatro del Barrio de Madrid.ÁUREO GÓMEZ
Javier Vallejo

“Nunca había estado en Italia, pero me la sabía de memoria porque mi madre me repetía cada noche las historias que le contó papá”, explica Tonino Cantisani, protagonista de Italianeses, espectáculo unipersonal que se estrena la semana próxima en el Teatro del Barrio. A través de este veraz personaje de ficción, el autor calabrés Saverio La Ruina hilvana testimonios de los hijos que algunos italianos internados en campos de concentración de Albania tuvieron con mujeres nativas tras la derrota del Eje en la II Guerra Mundial.

Con este soliloquio representado por Riccardo Rigamonti, también él de raíces calabresas, Saverio La Ruina obtuvo el premio Ubu al mejor intérprete en 2011, fecha desde la que la producción original sigue en cartel. La versión que estrena Rigamonti es fidelísima, a tenor de lo visto en un pase previo. Italianeses comienza con una breve obertura en la que, como sucede en la ópera, se anuncian los leitmotivs que el autor desarrolla a lo largo de un espectáculo cuyo asunto íntimo (la transmisión de un legado afectivo de padres a hijos y la búsqueda de la identidad propia en la identidad paterna) tiene como telón de fondo el tema de la división de Europa en dos bloques cuya confrontación latente produjo muchas víctimas invisibilizadas durante la Guerra Fría.

Hay un lirismo sincero en buena parte del relato que Cantisani va desgranando en saltos constantes de tiempo y lugar. Hablan el hombre entrado en años que el protagonista es hoy, el niño que se solazaba regateando balones imaginarios entre las piernas de los mayores hacinados en barracones de brea, el joven iniciado en la lengua calabresa por el maestro Giuvannu (del que heredará el oficio de sastre del campo de concentración), el enamorado de una chica de “ojos de un azul celeste tan celeste que parecían del mismo color del cielo”. Con su lenguaje coloquial, los personajes de La Ruina crean multitud de imágenes nítidas, pobladas de figuras, en un escenario donde no hay más que un actor y una silla.

La expresiva actuación de Rigamonti, que no para de mover sus manos, como se aconseja a los buenos comunicadores, tiene una impronta gestual poderosa, bien medida: cada uno de sus gestos cuenta. Su estilo interpretativo está más próximo al de los versátiles actores de Ariane Mnouchkine que al de los de Peter Brook, tan contenidos siempre. Hay momentos en el meridiano de esta función en los que echamos en falta el punto de vista de la otra parte: la de los albaneses, que no podían dejar de seguir viendo a los italianos en su calidad de invasores, puesto que hicieron de su país un protectorado entre abril de 1939 y septiembre de 1943. Sin embargo, las dos revelaciones que Cantisani tiene en sus viajes de ida y vuelta entre ambas naciones, en el último acto, le imprimen a Italianeses una dimensión dialéctica y una doble perspectiva que lo hacen valioso de veras.

‘Italianeses’. Texto: Saverio La Ruina. Dirección: Riccardo Rigamonti y María Gómez de Castro. Madrid. Teatro del Barrio, del 14 de enero al 4 de febrero.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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