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En busca de la catarsis teatral

El dramaturgo y director uruguayo Gabriel Calderón logra momentos de alto voltaje en ‘Ana contra la muerte’

Ana contra la muerte
De izquierda a derecha, María Mendive, Gabriela Iribarren y Marisa Bentancur, en una imagen promocional de 'Ana contra la muerte', de Gabriel Calderón.Pía Galvalisi
Raquel Vidales

Si hubiera que calificar este espectáculo de un golpe, la palabra podría ser “visceral”. Lo es en todos los sentidos. El texto, la puesta en escena y la actuación de las actrices. Se lo juega todo a esa carta. Quiere emocionar, golpear, perturbar. Quién no se va a estremecer ante una madre soltera cuyo hijo se está muriendo de cáncer y ella no puede pagar el tratamiento porque es una mujer pobre e ignorante y entonces se ve obligada a cometer un delito para conseguir dinero y después de todo el muchacho muere. ¿Quieres catarsis teatral? Pues toma. La historia conmueve y la vehemencia con que las intérpretes abordan sus personajes deriva en momentos de alto voltaje. El público sale sobrecogido. Pero también desconcierta. ¿Por qué? Posiblemente por el tono: no está modulado, tiene la misma intensidad durante toda la función. Y eso hace que Gabriela Iribarren, que encarna a la protagonista, tenga que desgañitarse para subrayar la apoteosis final.

Esa es la apuesta de Gabriel Calderón en Ana contra la muerte. El dramaturgo y director uruguayo ha ganado prestigio en España desde que estrenó en 2020 su obra Historia de un jabalí y este nuevo montaje, que ha tenido un gran impacto en su país, se esperaba con ganas. Comparte con Historia de un jabalí una escenografía ruda (tablones como los de los antiguos comediantes de carretera) que evoca o quizá reivindica el teatro como oficio artesanal y a la vez rompe las reglas de la “representación”; es decir, deja claro que se trata de una ficción y así puede entrar y salir de ella con más libertad. Calderón le saca mucho partido a ese juego, pues con solo tres actrices pone en escena el triple de personajes y pasa de uno a otro apenas con un leve gesto. Le permite también combinar con naturalidad partes dialogadas con otras más narrativas y dirigirse directamente al público rompiendo la cuarta pared.

Solo Gabriela Iribarren no cambia. Su actuación es lo mejor de la función. Sufrimos con ella la enfermedad del chico, pero también su impotencia por no poder salvarlo. Y tal vez sea esto último lo más interesante, pues mientras que lo primero es obvio, lo segundo no tanto: es evidente que la muerte de un hijo duele igual seas rico o pobre, pero sus consecuencias son distintas. Y por tanto, el dilema que se plantea como tema central de la obra —”¿Qué estarías dispuesta a hacer para salvar a tu hijo?”— no sería tan desgarrador si la protagonista tuviera más recursos económicos.

Ana contra la muerte

Texto y dirección: Gabriel Calderón. Reparto: Gabriela Iribarren, Marisa Bentancur y María Mendive. Teatro de la Abadía de Madrid, hasta el 4 de diciembre. Teatro Principal de Palma, 13 de diciembre.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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