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SILLÓN DE OREJAS
Columna
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Marcando territorio

Ante el temor a la crisis y tras unas vacaciones en las que la gente está echando el resto, los grandes grupos editoriales sacan pronto su artillería

Una mujer observa las estanterías de una librería.
Una mujer observa las estanterías de una librería.Luis Alvarez (Getty Images)
Manuel Rodríguez Rivero

1. Posición dominante

He pasado bastante tiempo ordenando y clasificando las programaciones que me han enviado algunas editoriales. Visto en conjunto, el panorama literario de la rentrée está lleno de promesas. Este año, y teniendo en cuenta las perspectivas económicas, el temor a que la crisis mute en recesión y, sobre todo, el vaciamiento general de los bolsillos tras unas vacaciones en las que el personal está echando el resto (que me quiten lo bailao, parece ser la consigna), los grandes grupos sacan su artillería muy pronto. Antes de que termine agosto, por ejemplo, llegará a las mesas de novedades Montevideo (Seix Barral), la última entrega de esa novela única, poliédrica y apasionante que lleva escribiendo Enrique Vila-Matas desde hace tiempo; coincidirá en las librerías con el primer superventas de la temporada, Esclava de la libertad, de Ildefonso Falcones (Grijalbo), una novela de casi 700 páginas que transcurre entre la Cuba colonial y esclavista del siglo XIX (con un amo despótico que se llama Santadoma) y el Madrid del barrio de Salamanca en el XX, donde una descendiente de la esclava de entonces trabaja en una casa de gente bien, cuyo propietario se llama… Santadoma. Por supuesto, y como exigen los tiempos, la novela es, según sus editores, “un rendido homenaje al papel de las mujeres en su lucha por la justicia y la libertad”. Sin tener nada que ver, los paratextos argumentales me recuerdan lejanamente, muy lejanamente, a la estupenda novela de Berta Vias Mahou La voz de entonces (Lumen). Falcones, que se dio a conocer universalmente por su bombazo La catedral del mar (2006), lleva vendidos más de 10 millones de ejemplares de su obra en todo el mundo. De modo que tanto Planeta (Seix Barral) como Penguin Random House (Grijalbo), los dos grupos dominantes en el terreno de la ficción, marcan el territorio incluso desde el final del verano.

2. Prohibido

Supongo que a mi madre le debió de gustar bastante El cuaderno prohibido, la novela de Alba de Céspedes (1911-1997) que Seix Barral publicará (traducida por Isabel González Gallarza) el 31 de agosto con tratamiento de novedad, y después de haber antepuesto al título el artículo determinado masculino que para nada figuraba en la edición original (Quaderno proibito, Mondadori, 1952). Imagino que le debió de agradar su lectura porque en su biblioteca había dos ejemplares: uno de la primera edición española, de José Janés, de 1958; el otro era una edición (1973) barata de la colección Reno (también de Janés), con una sobrecubierta horrorosa y “existencialista” más bien disuasoria. En ambos casos, la traducción la firmaba Rosa S. Naveira. Hubo otra edición más reciente, también con el artículo antepuesto y traducción de Pepa Linares, publicada por Contraseña. Alba de Céspedes, hija de cubano (su padre llegó a ser presidente interino de la República de Cuba durante un mes) e italiana, fue una conocida periodista, escritora, militante antifascista y guionista (suyo es, por ejemplo, el de Las amigas, de Antonioni, de 1955, adaptación libre de la novela de Pavese Entre mujeres solas). Ya venía extrañándome que Quaderno proibito no volviera a reeditarse en este momento de reevaluación y reconsideración de la literatura femenina. La novela consiste aparentemente en el diario de una mujer de mediana edad en la Roma de los cincuenta que encuentra en ese cuaderno prohibido la manera de desahogarse, de consignar sus sentimientos, sus aceptadas sumisiones, sus ensoñaciones, sus problemas (con su marido, con el que lleva 22 años y al que le oculta su escritura; con su hija rebelde; con su hijo mayor), todo ello sin quejas, como meras constataciones de una existencia frustrada, reprimida. Una novela sensible, bien estructurada y elegantemente escrita que, como —salvando todas las enormes distancias— Nada (1944), de Laforet, podría formar parte de una imaginaria biblioteca de novelas introspectivas de mujeres de la época anterior a la emancipación y al YouToo.

3. Exilios

Leo en mi voluntario exilio vermontés Spain in the Hudson (Visor), de Lucía Cotarelo Esteban, subtitulado (en castellano) Los poetas del exilio republicano español en Estados Unidos. Si pasamos por alto el nada pequeño detalle de que el fin del prescindible título inglés sitúa a Spain como una Atlántida sumergida en el río que separa los Estados de Nueva York y Nueva Jersey (y que tanto inspiró a los pintores iluministas del XIX), lo cierto es que el libro, académico y bien investigado, supone un encomiable esfuerzo por definir el espacio que ocupa en la historiografía literaria el legado cultural del exilio español en EE UU. Cotarelo se ocupa no solo de los focos geográficos desde los que irradió la actividad de los exilados, sino de sus patrones migratorios, sus trayectorias individuales y de grupo, sus relaciones e influencias, su actividad como creadores profesores y administradores. Personalmente (suelo pasar aquí parte de mis veranos) me interesa sobremanera su análisis de la Spanish School de Middlebury College, de la que ya se ocupó el profesor Roberto Véguez en su libro In the Green Mountains of Vermont, presentado hace unos años en la Residencia de Estudiantes, una institución de la que provenían muchos de sus miembros. Cotarelo hace hincapié en el papel aglutinador de esa escuela de verano (la “segunda Magdalena”, la llamaba Pedro Salinas en referencia a la institución santanderina fundada por Fernando de los Ríos), a la que acudían a enseñar y socializar exiliados españoles dispersos en EE UU, y que aún hoy, un siglo después de su fundación, sigue formando a profesores y estudiantes de español. Las memorias de Jaime Salinas (Travesías, Tusquets; inexplicablemente ausente de la bibliografía) y de Manuel Fernández Montesinos (Lo que en nosotros vive, Tusquets), ambos hijos de conspicuos profesores de la Spanish School, proporcionan una visión más cercana y vivida de la escuela en su momento de esplendor.

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