‘Cauterio’, de Lucía Lijtmaer: ese trapo sucio llamado amor
La escritora y periodista supera con brillantez el difícil ejercicio de articular dos tramas separadas en el tiempo: el fin de una relación amorosa hoy y la fe de una mujer en el Salem del siglo XVII
Nueve de cada 10 veces sale mal la propuesta literaria de dos historias paralelas separadas en el tiempo y en el espacio. Unidas por hilos artificiosos o manejados con solvencia por su autor. Por lo general, en esas nueve veces de 10, hay una historia que pesa más que la otra, es más verosímil, tiene más interés o consistencia. El problema a veces es que se están dejando ver las tripas de un libro que no pudo ser al tratar de urdir la treta de escribirlo mientras se dice que no se escribe. Pero Cauterio, de Lucía Lijtmaer (Buenos Aires, 1977), es esa una de cada 10 veces. Porque lo intenta y lo consigue, en un alarde de talento y oficio, sin las gesticulaciones de unas ni las proclamas de otros, sino simplemente haciéndolo, y haciéndolo bien.
Lijtmaer vertebra un libro con dos arterias por las que, en toda la lectura, llega bombeando literatura, ficción, hambre, amor ruina, esperanza y depresión, diana y herida, fuego arrasador, fuego sanador, hipocresía, victorias pírricas, cauterización, amputación de miembro, locura y vida sin leyes ni normas. El guiso tiene todos los ingredientes necesarios y todos en su punto a excepción de la venganza final de la protagonista a su ex, en exceso grandilocuente y, por eso, quizás innecesaria. El resto, goce lector y, si uno se dedica a escribir, toneladas de envidia de la sana.
Una de las arterias nos sitúa en 2014, donde una mujer relata una relación de amor y la ruptura por parte de él. La paralización, el hundimiento y la decisión de abandonar la ciudad que los cobijaba (una Barcelona, espléndidamente vista y vivida) para regresar y quemar lo que sea necesario quemar. Todo funciona. Los personajes, el tono, los sentimientos y las acciones, los lugares y los extras. Una mínima trama que sirve para, de lo particular, mostrarnos esa enfermedad infecciosa, febril, maravillosa y estúpida llamada amor. De su trampa, de su relato fascinante, de sus secuelas, de su entrega al otro, a ser lo que el otro quiere y cree ver en uno.
La otra historia nos traslada a la historia de Deborah Moody y Anne Hutchinson, que quizás no llegaran nunca a conocerse en Salem, a principios del siglo XVII, pero que Lijtmaer hace cruzar sus destinos. Moody fue la primera terrateniente conocida en tierras americanas al fundar la comunidad de Gravesend. Anne Hutchinson predicó en su comunidad sobre el amor hasta que colmó la escasa paciencia de aquellos que acabaron por condenarla por herejía y asesinarla junto a sus ocho hijos y a su marido. El tono, las voces y el vocabulario empleados por la autora son distintos a los que utiliza cuando nos escribe desde lo contemporáneo, pero en ningún momento notamos el cambio de plano, lo cual ha de apuntarse en la larga lista de aciertos de este libro. Así como la manera un tanto cortazariana de unificar al final del libro ambas historias.
En definitiva, el asalto a la novela de la bonaerense Lucía Lijtmaer que creció en Barcelona —y del cual este libro es también una pieza precisa y fascinante— nos ha entregado una novela que señala, hiere, acompaña y desasosiega mientras nos limpia los mocos y las lágrimas con ese trapo sucio perfumado en que, transcurrido el tiempo, se convierte el amor de nuestra vida.
Cauterio
Autora: Lucía Lijtmaer.
Editorial: Anagrama, 2022.
Formato: tapa blanda (222 páginas, 18,90 euros) y e-book (11,99 euros).
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