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Andanzas de un cómico de la lengua

Por el relato de Juan Margallo desfilan su padre, sargento que se libró de ser fusilado; su tío Alfonso, que perdió una pierna por una rozadura del zapato, o el burro Gitano, que lo devolvía a casa después de cada borrachera

Juan Margallo, en una imagen de juventud.
Juan Margallo, en una imagen de juventud.sala mirador
Javier Vallejo

Italo Riccardi era inconmensurable. Maestro de Albert Boadella, cocreador del teatro pánico con Arrabal y Jodorowsky, Riccardi le dio a leer a Justo Alonso el libreto de una obra, al final de la cual sus actores habrían de rociar el escenario con gasolina e incendiarlo. “¿Y cómo piensa solucionar ese efecto?”, le preguntó el empresario. “No hay efecto. Necesitamos un teatro nuevo cada día”. Juan Margallo narra esta anécdota con mucha gracia en Hasta que el alzhéimer me devore, unipersonal en el que rememora su infancia cacereña, el despertar de su vocación artística, su trayectoria al frente del grupo Tábano (aguijón de la censura) y del Festival Iberoamericano de Cádiz, y su experiencia a las órdenes de directores como José Luis Alonso, Víctor Erice y el iraní Alireza Jatami, con el que aprendió que, cuando uno muere, el mundo muere con él.

Hasta que el alzhéimer me devore es una autobiografía llena de curiosidades, parte de las cuales Margallo recogió antes en su libro Vivir del aire. A golpe de remembranzas chispeantes, el autor e intérprete embarca al público en un viaje colorido por la Extremadura de posguerra y por la efervescente escena madrileña de las últimas seis décadas, pero también por las Américas, que ha recorrido de cabo a rabo.

Por el relato de Margallo, que acaba de cumplir 81 años, desfilan su padre, sargento a quien un brigadista mexicano libró de ser fusilado en la Guerra Civil; su tío Alfonso, que perdió una pierna por una rozadura del zapato, o el burro Gitano, que lo devolvía a casa después de cada borrachera. Durante el segundo acto, el actor cuenta cosas distintas cada día, aleatoriamente, según le van marcando las bolas numeradas que extrae de un bombo de lotería. A cada número corresponde un capítulo. Puede que en la función de hoy vuelva a tocar el de José Bódalo escuchando un partido del Real Madrid en su transistor, mientras interpretaba al mendigo de La loca de Chaillot; y el del doctor Pablo Población durante sus sesiones de psicodrama con actores y pacientes, en el psiquiátrico de Ciempozuelos. O el del día que el príncipe Juan Carlos asistió por sorpresa a una función de Tábano y su asistente pidió a la compañía que recortara la duración porque su alteza real no disponía de más tiempo. Margallo narra todo esto y mucho más en hora y cuarto, pero nos quedaríamos escuchándole otro tanto.

‘Hasta que el alzhéimer me devore’. Autor e intérprete: Juan Margallo Dirección: Petra Martínez. Madrid. Sala Mirador. Hasta el 10 de octubre.

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Sobre la firma

Javier Vallejo
Crítico teatral de EL PAÍS. Escribió sobre artes escénicas en Tentaciones y EP3. Antes fue redactor de 'El Independiente' y 'El Público', donde ejerció la crítica teatral. Es licenciado en Psicología, en Interpretación por la RESAD y premio Paco Rabal de Periodismo Cultural. Ha comisariado para La Casa Encendida el ciclo ‘Mujeres a Pie de Guerra’.

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