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Lope como pretexto

La puesta en escena de ‘Castelvines y monteses’ dirigida por Sergio Peris-Mencheta es tan apabullante que acaba arrollando el texto

Escena de 'Castelvines y monteses'. En vídeo, tráiler de la obra. Vídeo: Bárbara Sánchez Palomero
Raquel Vidales

La historia de los amantes de Verona que Shakespeare inmortalizó en Romeo y Julieta ha tenido muchas variantes a lo largo de los tiempos. Desde el cuento renacentista del italiano Matteo Bandello en el que se inspiró el bardo para escribir su tragedia hasta Los bandos de Verona, de Rojas Zorrilla; el musical West Side Story, o la película española Montoyas y Tarantos (1989). También Lope de Vega escribió su versión, Castelvines y monteses, con la misma trama de base: dos enamorados que no pueden casarse porque sus respectivas familias se odian, encuentros nocturnos, matrimonio secreto y pócima para fingir la muerte de la chica con vistas a una huida posterior. Pero a diferencia de Shakespeare, el autor español opta por un desenlace feliz y avisa al chico de que su amada no está muerta de verdad antes de que se suicide. El final que siempre anhelamos cuando vemos Romeo y Julieta, aun sabiendo que no podrá ser.

Con esa misma complacencia hacia el público ha abordado Sergio Peris-Mencheta la puesta en escena de Castelvines y monteses. El espec­táculo está concebido como un vodevil destinado al mero entretenimiento. Ambiente festivo, acrobacias, enredos, personajes caricaturescos y mucho juego metateatral en tono jocoso. Desde el principio el montaje deja claro ese código con una introducción en la que los actores hablan en italiano (como si estuviéramos en Verona) para pasar después con naturalidad al español de Lope: aquí no somos puristas, vamos a divertirnos un rato y a tomarnos las licencias que sean necesarias para ello. El texto está recortado sin prejuicios, la escenografía es un prodigio de versatilidad, el vestuario es contemporáneo y la música (interpretada en directo) es un festival de la canción italiana que repasa grandes hits de Franco Battiato, Renato Carosone, Paolo Conte o Rita Pavone. Todo bien medido por el director y perfectamente ejecutado por unos actores que cantan, bailan y se mueven sobre las tablas como gimnastas de élite. Entre ellos, Paula Iwasaki destaca en dicción y presencia.

Pero lo que es virtud en este espectáculo es a la vez su defecto. La puesta en escena arrolla al texto hasta el punto de que no deja espacio ni tiempo para disfrutarlo. Constantemente las canciones interrumpen la acción y hay escenas que quedan confusas por tanto movimiento y también por los recortes hechos a la obra. Solo en el encuentro secreto nocturno de los amantes el director deja que respire Lope: ahí el juego escénico se ensambla con belleza en el baile verbal de los enamorados.

Castelvines y monteses. Texto: Lope de Vega. Dirección: Sergio Peris-Mencheta. Teatro de la Comedia. Madrid. Hasta el 13 de junio.

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Sobre la firma

Raquel Vidales
Jefa de sección de Cultura de EL PAÍS. Redactora especializada en artes escénicas y crítica de teatro, empezó a trabajar en este periódico en 2007 y pasó por varias secciones del diario hasta incorporarse al área de Cultura. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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