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TEATRO | CRÍTICA DE 'LA NIT DE LA IGUANA'

El alto México de Tennessee Williams

Carlota Subirós revive ‘La noche de la iguana’ en Barcelona con un reparto en el que destacan Màrcia Cisteró, Joan Carreras, Nora Navas y Lluís Soler

Una imagen de 'La nit de la iguana', en el TNC. En vídeo, tráiler de la obra.Vídeo: MAY ZIRCUS
Marcos Ordóñez

A Buñuel podía haberle gustado la versión de Carlota Subirós de La noche de la iguana, de Tennessee Williams. El reverendo Lawrence Shannon, expulsado de su iglesia por acosar a una adolescente, y sobre todo tratar a Dios de “delincuente senil”, malvive paseando por hoteles baratos de la costa de México a un grupo de tejanas secas y autoritarias. Veía a Shannon interpretado por el imponente Joan Carreras y me parecía, sí, un personaje buñuelesco pintado por Jean-Claude Carrière, como un homenaje póstumo. Cuando estaba en forma, Williams preparaba unos cócteles explosivos: su México también parecía una mezcla de alto infierno ardiente y sexo desatado, y de humor chalado y glorioso a lo Bulgákov. El Williams que más me gusta borda íntimas piezas corales como En un bar de un hotel de Tokyo o Aviso para embarcaciones pequeñas, con el cóctel empapado en vodka chejoviano, pero es difícil no aplaudir con las orejas ante La noche de la iguana, su último éxito en Broadway, emparentable con rompecabezas de esperanza y angustia (y posibles musicales) como Camino real o La rosa tatuada.

Tennessee Williams comenzó a escribir La noche de la iguana en 1960, al principio de su última época, y la estrenó al año siguiente, en el Royale, con Bette Davis en el rol de Maxine Faulk. En 1964 la llevó al cine John Huston, con Ava Gardner, Richard Burton y Deborah Kerr. Ese mismo año se presentó en el Cómico de Madrid, imagino que muy podada, dirigida por González Vergel, con Lina Rosales, Maria Luisa Ponte, Charo Baeza y Andrés Mejuto, entre otros. Volvió a la escena española en 2009, a las órdenes de María Ruiz, con Ana Marzoa, Pilar Velázquez, Sara Casanovas y Tomás Gayo encabezando el reparto. Carlota Subirós acaba de traducirla al catalán y dirigirla en la Sala Grande del Teatre Nacional de Catalunya (TNC), con dramaturgia de Ferran Dordal: uno de los mejores trabajos de Subirós, junto a El quadern daurat, su difícil adaptación de la pieza de Doris Lessing. Tampoco es una obra sencilla La nit de la iguana: un elenco de 12 intérpretes y cuatro suculentos personajes centrales, cuatro búsquedas de la esperanza, entre el humor y la angustia. La acción, en el tormentoso verano de 1940.

Nora Navas es Maxine Faulk, la sensual y burlona propietaria del zarrapastroso hotel Costa Verde, en las orillas del Pacífico mexicano. Navas rebosa un encanto casi juvenil, pero para mi gusto el mejor personaje, el más rico y complejo, es Hannah Jelkes (soberbia Màrcia Cisteró), una pintora virginal, que gana cuatro chavos con sus acuarelas, y cuida a Nonno, su padre (o abuelo, que no está del todo claro). Nonno es un poeta ligeramente inverosímil de 97 años que recita en la noche y lleva años tratando de terminar un poema. Parece salido de una obra de Beckett (La última cinta de Krapp, por ejemplo, y el estupendo Lluís Soler, que cada vez está mejor, nos hace verle como un posible Williams futuro inventando su supervivencia. Ya hemos presentado al imparable Joan Carreras como el antiguo reverendo Lawrence Shannon, “blasfemo y atormentado”, electrificado por la tortura psíquica y por un exceso de alcohol y de sexo. No hay quien se acabe un personaje como el de Shannon: parece que se esté inventando a sí mismo. Algo similar consigue Màrcia Cisteró: el mano a mano bajo la tormenta entre Hannah y Lawrence es una de las grandes escenas de la función.

Bravo por el texto, por la interpretación y por la dirección de Carlota Subirós. No me acaban de convencer unos cuantos personajes secundarios. Comprendo que no debe de ser tarea fácil repartir los roles de tres alemanes nazis —Wolfgang Fahrenkopf (Wanja Manuel Kahlert), Herr Fahrenkopf (Hans Richter), Frau Fahrenkopf (Claudia Schneider)—, pero se agradecería menos repetitivos y menos gritones. También creo que a las turistas tejanas —Charlotte Goodall (Paula Jornet) y la señora Fellowes (Antònia Jaume)— les falta algo más de definición. Lo mismo podría decirse de los trabajadores del hotel. No hablan mucho, pero rebosan optimismo, vitalidad, música, y saber mirar hacia lo alto. Sobre todo, rozando un poco el cliché, los mexicanos: Pedro (Ricardo Cornelius) y Pancho (Juan Andrés Ríos). Lástima que le hayan repartido tan poco papel a Paul Berrondo: un buen actor, un fugaz Jake Latta. Buen trabajo (o sea, buena atmósfera) la que construyen Max Glaenzel (la escenografía del hotel) y Damien Bazin (el hermoso sonido de cuerda). Hay algunos tropiezos en el volumen (o demasiado alto, o demasiado bajo), cosa que de vez en cuando suele suceder en según que zonas de la Sala Grande del TNC.

Dos cosas que regresan: el final de la obra posiblemente sea uno de los más luminosos de Williams. Y una fantasía: ¿a alguien le apetecería hacer un homenaje al dramaturgo monologando fragmentos de su obra (y de su vida) en su hotel favorito de Barcelona, en los años sesenta?

La nit de la iguana. Autor: Tennessee Williams. Traducción y dirección: Carlota Subirós. Sala Grande del Teatre Nacional de Catalunya. Barcelona. Hasta el 28 de marzo de 2021.

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