_
_
_
_
_
TEATRO | CRÍTICA DE 'INFORME PARA UNA ACADEMIA'

Para escapar entre los matorrales

Ivan Benet retoma Informe para una academia tras su gran éxito en 2014, ahora en formato digital en directo

Marcos Ordóñez
Ivan Benet, en 'Informe per a una acadèmia'.
Ivan Benet, en 'Informe per a una acadèmia'.ALEX RADEMAKERS

Vuelve a mirarnos Pedro el Rojo, el gran simio de la Costa de Oro, al que conocimos una tarde de sábado en el lejanísimo pero no olvidado teatro Capsa de Barcelona, a finales de los sesenta, encarnado en José Luis Gómez: allí, como si acabara de entrar en un saloon, aprendí que Informe para una academia podía actuarse, convertirse en otra forma. En aquellos años había descubierto al gran y sabio simio en La condena (Alianza/Emecé), un poemario realmente alucinado, y supe que tenía un hermano, Jack Crabb (Dustin Hoffman), en Pequeño Gran Hombre, la historia del indio que pasó a ser rostro pálido, e imaginé que Pedro y Jack podían haber trabajado juntos en el circo de Buffalo Bill (donde se dice que contaba también su vida el viejo Sitting Bull), y aquel circo estuvo algunas veces en Barcelona y muchos murieron allí por la peste. Yo también quería encontrar hermanos, y en la primavera de 2014 me lo encontré otra vez interpretado por Ivan Benet en las noches del Espai Lliure.

Pedro el Rojo quiso ser un simio siempre alerta, “cabalgando a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida”. Y luego, nos cuenta su tío Kafka en la voz de Ivan Benet, tomó decisiones que no fueron fáciles: la principal, escapar entre los matorrales para retorcerle el cuello a los recuerdos de juventud. “No hubiera sido posible”, sigue bajo las luces rojiverdes, “si yo me hubiera querido aferrar a aquellos recuerdos con toda obstinación”. El simio se humaniza (y eso es lento, y doloroso) como única forma de alcanzar la libertad, o al menos eso le dijeron. Justo al dar el salto, entre ecos de un mundo selvático.

Han pasado cinco años desde que el exsimio (o sea, eximio) atravesó al galope un agujero que no podría volver a dejar atrás, y ahora ha vuelto más mayor pero más sabio, y con la sonrisa más amplia, en formato digital con la actuación en directo de Benet por Zoom, dentro de la programación a distancia del festival Temporada Alta de Girona. Pedro ha regresado para contarnos su historia, y he vuelto a sentir cómo parecía haber aprendido su lenguaje palabra a palabra. Ivan no fuerza ni un ápice el “acento simiesco”, que resultaba ser lo único forzado y quizás excesivo en el impresionante trabajo que le descubrimos a José Luis Gómez aquella tarde de sábado en el Capsa.

Ahora se mezclan la voz, la mirada, los gestos de Ivan Pedro. Voz y mirada que vienen de muy lejos. Gestualidad que Ivan Benet parece esculpir detalle a detalle. Hay algo de Bruno Ganz en esa cara: destellos de melancolía, brotes de risa infantil, furia de perro lobo. Acércate más bajo las luces rojiverdes y verás ahora la sonrisa ampliándose como una cuchillada extrañamente feliz, y los ojos encendidos igual que canicas negras. Vuelven los gemidos de miedo, de cuando prisionero en la bodega de los cazadores. Angustia por no tener salida, que le enseñó la diferencia entre libertad y serenidad. Y velocidad o claridad.

Logró escapar poco a poco. Luego ¿zoológico o varietés? No dudó en elegir lo segundo: lo primero era una multiplicación de rejas. Los ojos, más fijos. Ojos hipnotizados e hipnóticos, de ver praderas. Ojos de mirar y deslumbrarse ante indias pawnees de trenza brillantes, cantando con él en las noches de antiguas canciones río arriba, a veces juntos, “and I was so drunk, so happy, so sad”. Noches de varietés. Canta como un crooner de lujo, con acentos de Sinatra. Noche de luna con reflejo de luz de acetileno. Hay que imaginarle de vuelta a casa. Y después jugando con monitos de peluche blanco. O como les llamamos en Cataluña, Copitos de Nieve. Imaginarle habitando uno de los pisos baratos y lejanos donde viven los simios humanizados. Un piso de renta limitada, con botellas de vino color sangre, y a cada trago asomaba de nuevo uno de los gestos del antiguo simio. Luego, más brutal, boca abajo, el aguardiente. Ecos de un mundo selvático que parece brotar de un sueño lejano.

Ivan Benet ha actuado en más de 40 obras. Quizás Informe para una academia sea la más memorable. Por el espectáculo de 2014 le dieron, le dimos, el Premio de la Crítica. La versión catalana fue escrita, protagonizada y dirigida por Ivan Benet. Su amigo Xavier Ricart colaboró con él en la escritura y dirección. Las canciones son de Sílvia Pérez Cruz. Ivan Benet puntualiza: “La iluminación es la de mi casa, y mi comedor es la misma escenografía. El vestuario es de Maria Armengol. La traducción es mía, que codirijo con Xavier Ricart. La banda sonora es de Sílvia Pérez Cruz. El sonido, de Damien Bazin y Ramon Ciércoles. Cuando hice el espectáculo en teatros, la escenografía era de Jordi Queralt, y la iluminación, de Jaume Ventura, aunque para presentarlo en el espacio Zoom de Temporada Alta (Girona) no he contado con ellos, pero su universo de alguna manera está”.

Informe per a una acadèmia. Texto: Franz Kafka. Traducción, dirección e interpretación: Ivan Benet. Programación a distancia. Espacio Zoom. Festival Temporada Alta de Girona. Hasta el 29 de noviembre.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_