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Taty Almeida, madre de Plaza de Mayo: “No hay que tenerle miedo a la militancia”

La activista argentina de derechos humanos, de 93 años, augura que “la resistencia va a ser enorme” con la llegada al poder del ultraderechista Javier Milei. A 40 del regreso a la democracia, conversa con EL PAÍS sobre la continuidad de su legado

La activista Taty Almeida, durante le entrevista con EL PAÍS, en Buenos Aires, el pasado 27 de noviembre.
La activista Taty Almeida, durante le entrevista con EL PAÍS, en Buenos Aires, el pasado 27 de noviembre.Mariana Eliano

Alejandro Almeida fue detenido y desaparecido en Buenos Aires cuando tenía 20 años, un 17 de junio de 1975. Su madre, Taty Almeida, recuerda ese día con precisión. El joven era militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), una guerrilla urbana que operó en Argentina durante la década de los setenta, pero su madre no lo supo hasta después de aquel día. Faltaba menos de un año para que un golpe de Estado iniciara en Argentina la última dictadura (1976-1983) y la mujer, que tenía 45 años, no sospechaba lo que ocurría en el país. Un día, tras la desaparición de Alejandro, se acercó a la Plaza de Mayo y empezó a dar vueltas alrededor de un monolito con un grupo de mujeres que reclamaban en plena dictadura por sus hijos desaparecidos. Les decían locas; eran las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo.

La militancia de Alemeida, que nació en una familia militar, fue maestra y hoy tiene 93 años, inició en Madres y no ha cesado desde entonces. El organismo de derechos humanos atravesó momentos difíciles, como el asesinato de tres de sus fundadoras, que fueron tiradas vivas al mar en los llamados vuelos de la muerte de la dictadura, o una separación que dividió el grupo en dos. Pero la activista está convencida de que el legado está asegurado. Incluso ahora, cuando se cumplen 40 años de democracia ininterrumpida y asumen el poder Javier Milei y Victoria Villarruel, que han negado el terrorismo de Estado de la dictadura, reconocido por la justicia. “La resistencia va a ser enorme”, augura Almeida, que recibe a EL PAÍS en su departamento en Buenos Aires. La primera demostración la hicieron pocos días después del triunfo de la ultraderecha en las urnas, cuando cientos de personas participaron de la ronda que hacen las Madres y Abuelas cada jueves desde 1977.

Pregunta. ¿Cómo recuerda el primer acercamiento a Madres y la primera ronda?

Respuesta. Todas las Madres tenemos una historia de vida, si no hubiera sido por la desaparición de nuestros hijos no nos hubiéramos conocido. Un 17 de junio de 1975, antes del golpe cívico-militar-clerical, mi hijo Alejandro llegó a casa y me dijo que al día siguiente tenía un [examen] parcial. Él estaba cursando el primer año de Medicina y no me decía nada de su militancia. En el año 75, Isabel Perón ya era un títere, la manejaba López Rega, un siniestro personaje, un sargento que estuvo al frente de la organización parapolicial Triple A. Ahí empiezan los asesinatos, los secuestros, los presos políticos... El genocidio empezó antes del 76. “Ya vengo”, fue lo último que escuché de Alejandro. Al día siguiente, me levanto y veo que no estaba. Vivía conmigo acá. En ese mueble encontré una agenda de teléfono y en las últimas 24 hojas, 24 poesías.

Almeida señala un cuadro. La casa está tomada por fotografías –de su familia, de ella misma, con expresidentes, con compañeras de militancia, con futbolistas, con el Papa–, pero ese cuadro está prácticamente solo en la pared. La poesía manuscrita por su hijo desaparecido está enmarcada con una foto de él, muy joven, el pelo enrulado y los anteojos de pasta. “Si la muerte / me sorprende / lejos de tu vientre, / porque para vos / los tres seguimos en él; / si me sorprende / lejos de tus caricias, / que tanto me hacen falta; / si la muerte / me abrazara fuerte / como recompensa / por haber querido / la libertad, / y tus abrazos entonces / solo envuelvan recuerdos, / llantos y consejos / que no quise seguir; / quisiera decirte mamá / que parte de lo que fui / lo vas a encontrar / en mis compañeros”.

P. ¿Sabía que él escribía poesía?

R. No sabía que militaba en ERP y tampoco sabía que Alejandro escribía poesía. Las leí, vaya si las leí, y ahí empecé a conocer la otra faceta de Alejandro. Esa poesía me la deja a mí y es una despedida. Él sabe que va a morir.

P. Nos estaba contando sobre su llegada a Madres y su primera ronda.

R. Empecé sola, como empezaron todas las Madres. Primero fue una búsqueda individual. Íbamos a los hospitales, a los regimientos, a la policía… Y en mi caso con más razón. Toda mi familia es de militares. Yo me crié en ese ambiente antiperonista. Gorila, como se llama. A mí me salían los pelos por todos lados, pero ya me afeité. Yo tenía todas esas amistades y no me entraba en mi cabeza que eran los culpables de la desaparición de Alejandro. Por eso me costó acercarme a Madres. Yo decía: “Con el currículum que tengo van a pensar que soy una espía”. Así que a fines del 79 me decidí. Fuimos con mi hija a la casa de Madres y al entrar supe que no era la única. Me atendió María Adela Gard de Antokoletz y lo único que me preguntó fue: “¿Quién te falta a vos?

Alejandro Almeida, en una imagen sin datar.
Alejandro Almeida, en una imagen sin datar.

P. ¿Ya había ido a Plaza de Mayo?

R. Sí. Dábamos la vuelta. Algunas con pañuelo, otras todavía no. Después les voy a contar la historia del pañuelo... Por muchos años, gritábamos”¡Aparición con vida!”. Porque una creía que estaban presos, incomunicados en alguna cárcel de Argentina… Pero esa palabra, de-sa-pa-re-cido, no la conocíamos, no la pronunciábamos. Después de un tiempo, supimos la verdad.

P. Hay gente que dice que al votante de Milei, muchos de ellos jóvenes, no le interesa este tema.

R. Esta vicepresidenta que tenemos [Victoria Villarruel] reivindica el genocidio. Acá no hubo una guerra, hubo un genocidio. Acá hay desaparición forzada. Por eso [los perpetradores] fueron juzgados. Les dimos la oportunidad y se la seguimos dando porque los juicios continúan. A nuestros chicos no. Directamente los torturaron, los desaparecieron, ni siquiera sabemos dónde están los restos. Esta mujer todo lo justifica.

P. ¿Cómo le habla a la población que ha votado mayoritariamente ese sector?

R. No hay efecto sin causa. La paliza que nos han dado [al peronismo en las elecciones] tiene un motivo. Había mucho descontento. Lo que no sabe esta gente que lo ha votado es que vamos a estar peor. No va a faltar mucho para que los que lo votaron se den cuenta de la brutalidad. Es lamentable, pero como decimos nosotras: perdimos la elección, no nos han vencido. La resistencia va a ser enorme. Siempre legal, jamás justicia por mano propia.

P. Están preparando una ley para...

R. [Se adelanta] Sí, ya está. Presentamos una ley para penar legalmente al negacionista y en eso estamos. Cómo van a estar reivindicando lo que han hecho, por favor. Ahí tiene que haber una ley que pene. No con cárcel, sino con inhabilitación de ocupar cargos públicos. Nos esperan momentos muy difíciles.

P. Su hijo desapareció antes del golpe de Estado de 1976. ¿Se habla lo suficiente sobre la violencia de esos años en Argentina?

R. Las Madres para eso vamos a todos partes, no solamente en Argentina, hemos salido al mundo a contar. Pero falta, porque realmente quedamos muy poquitas madres hoy.

P. ¿Cuántas son?

R. Somos tres nada más de la Línea Fundadora [parte del grupo escindido que integra Almeida]. Pero estamos tranquilas porque tenemos una juventud militante maravillosa. No todos lo votaron la Milei, ¿eh? No hay que tenerle miedo a la militancia. Militancia es compromiso, compañerismo, ayudar al otro. La posta, ya hace rato, se la estamos pasando, la reciben y la ponen en práctica.

P. ¿Hoy cree que está asegurado su legado?

R. Esa memoria sabemos que va a estar siempre presente. Tantos que quieren hacerla desaparecer, no lo van a lograr. Siempre digo: esa posta la pasamos de a poco porque a pesar de los bastones y de las sillas de ruedas las locas seguimos de pie todavía.

P. Nació en una familia antiperonista. ¿Desde cuándo se reconoce usted peronista?

R. Peronista no. Pero con Néstor y Cristina [Kirchner]. En 2003, Néstor Kirchner fue el primer presidente que nos escuchó. Fue el primer presidente que tomó a los derechos humanos como política de Estado. Se derogaron las leyes de impunidad, y fue la misma política que tomó Cristina después. Fueron 10 años realmente de tranquilidad, nadie le faltaba el respeto a la memoria de nuestros hijos. Llegó [el expresidente conservador Mauricio] Macri y en uno de los primeros discursos dijo que se terminaba “el curro” [la estafa] de los organismos de derechos humanos. ¡Qué caradura! ¡Él habla de curro!

P. ¿Qué opina cuando escucha que el kirchnerismo usó políticamente los derechos humanos?

R. No lo han usado políticamente, para nada. Lo que les pedíamos lo hacían, que es diferente. Yo tengo un gran cariño por Néstor Kirchner, que qué falta nos hace. No me voy a olvidar cuando estábamos por entrar por primera vez en la exEsma [el predio del mayor centro de torturas de la dictadura, que es hoy un espacio de memoria y ha sido declarado patrimonio universal de la UNESCO]. Estábamos esperando, atrás de las rejas, para entrar y Néstor no llegaba. ¿Y qué estaba haciendo? Haciendo bajar los cuadros [de los dictadores Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone] en el Colegio Militar. Eso fue maravilloso. Cuando llegó, nos enteramos. No les he contado la historia del pañuelo…

P. Es verdad. ¿Ese es el primero que tuvo?

R. No, el primero lo regalé a un indígena que había sido torturado. Este me lo bordó una amiga. ¿Les cuento la historia? Todos los años en Argentina hay una procesión a la Basílica de Luján, a 70 kilómetros de Buenos Aires. Todos los años van miles de personas. Y todos los años va la jerarquía eclesiástica, que nunca nos recibió. Por los años ochenta dijimos: “Hay que ir a Luján, ahí los vamos a abordar”. Pero entre miles de personas, ¿cómo nos íbamos a encontrar? Una madre propuso ponemos el pañal de nuestros hijos. Antes, no había descartables, eran de tela. Muchas madres habían guardado ese pañal. Así que como ese pañal sirvió para cuidarlos cuando eran bebés, después nos lo pusimos para pedir por la vida de ellos. Ahora, con el asunto de la ley del aborto, decían que el blanco se tiñe de verde. ¡Tomá! El blanco es el blanco, y el verde es el verde. ¡En buena hora!

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