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La exitosa agencia de viajes de los Blanco, la familia venezolana que llegó caminando a Perú

La familia emigró a Perú y vivió en condiciones de pobreza; seis años después ha abierto un negocio de éxito en Miraflores, uno de los barrios más exclusivos de Lima

Yulianna Blanco en el escritorio del fondo y Sorile cuñada de Kemel, esposa José Blanco, trabajan en la oficina de Lima.
Yulianna Blanco en el escritorio del fondo y Sorile cuñada de Kemel, esposa José Blanco, trabajan en la oficina de Lima.Sebastián Castañeda
Renzo Gómez Vega

La tarde que Yulianna Blanco cayó en cuenta de que no había cómo completar los biberones de leche que su hija de tres años necesitaba al día, tomó la decisión de dejar su casa en el sector Negro Primero, en la calurosa Maturín, en la punta nororiental de Venezuela. Corría el año 2018 y los apagones, las censuras, las detenciones arbitrarias, y la escasez habían obligado a sus compatriotas años atrás a abandonar su tierra para no abandonar sus sueños. Yulianna remató el auto del padre de sus tres niñas por ochocientos dólares y hasta su cama para hacer una bolsa y salir hacia Perú, un país al sur que conocía apenas por las ruinas de Machu Picchu, los incas y el cebiche, ese plato fresco de pescado crudo que se come en muchas costas de Latinoamérica.

La familia Blanco en el cuarto donde vivían cuando llegaron a Lima hace seis años.
La familia Blanco en el cuarto donde vivían cuando llegaron a Lima hace seis años. Jhonel Rodríguez

Pero Yulianna Blanco no emprendió la travesía solamente junto a Ashley, Georgina y Anabella, sino con un batallón: su hermano menor Kemel y su novio, la abuela que sufría de epilepsia, dos cuñados, una prima, una sobrina y cuatro vecinos del barrio que se montaron en el bus a último momento. Lo que siguió después del 5 de abril del 2018 fue una experiencia que les endureció el cuero, un viaje incierto que se prolongó por dos semanas porque en cada parada el pasaje no alcanzaba para todos. Ni el pasaje ni la comida. Vendieron una laptop, una pulsera de oro, una plancha de ropa, una secadora de cabello, un par de celulares y estiraron la mano sin pena cuando hubo que hacerlo.

Este periodista les acompañó durante ese viaje, en el que durmieron en el piso, arropados por unas mantas, después de haber engañado al estómago con un pan duro hecho de harina de yuca llamado casabe, untado con una pasadita de mayonesa. Hicieron colas kilométricas durante un día entero por un sello de migraciones. Corrieron hacia un puesto de ayuda en busca de un té o un poco de sopa para soportar el frío. Y ocurrió que algunos adultos se desmoronaban mientras otros se esforzaban para que las pequeñas tuvieran siempre con qué jugar.

Kemel Blanco y Yulianna Blanco trabajando en la agencia.
Kemel Blanco y Yulianna Blanco trabajando en la agencia.Sebastián Castañeda

Han pasado seis años, y estamos en un stand de diez metros cuadrados, en el sótano de una galería ubicada en Miraflores, el distrito residencial que atrae a más turistas en Lima. Es la sede principal de Alpaca Travel Tours, la agencia de viajes que el tío Kemel fundó hace dos años luego de un despido intempestivo. A sus 27 años, el hermano menor de los Blanco ha creado la gran oportunidad que necesitaba toda la familia. Yulianna trabaja codo a codo con él en una de las tres laptops de la empresa, al igual que su hija Ashley, que en unos meses se graduará como tripulante de cabina, y su cuñada Sorile.

Kemel bautizó a su emprendimiento en honor al regalo de una chamana que luego de hacerle un baño de limpieza en el complejo de Ollantaytambo, en el Cusco, le obsequió una alpaca de tela, en medio de un pago a la tierra. Le aconsejó que si alguna vez abría un negocio le pusiera un nombre relacionado a este camélido de los Andes, porque le daría mucha suerte. Kemel tuvo la virtud de ser obediente: en promedio suelen vender quince boletos semanales entre vuelos nacionales e internacionales y hace poco alcanzaron su cliente 1.600. Los destinos más solicitados son España, México y Venezuela. A pesar de la crisis, son épocas en las que una parte de la comunidad venezolana cuenta con los ahorros suficientes para reencontrarse con los suyos y tener la dicha de abrazar a sus abuelos o incluso de visitar a sus muertos.

En febrero, Kemel regresó a Maturín para conmemorar el décimo primer aniversario de la partida de una de sus hermanas, la madre de Nicole, la sobrina a quien Yulianna considera su cuarta hija. Hace unos años hubiese sido imposible. Pero Kemel, que se quedó en el tercer año de medicina en la Universidad Rómulo Gallegos, bregó desde el primer instante. Durante mucho tiempo tuvo tres trabajos: de madrugada hasta el mediodía se ganaba el dinero en una chicharronería; por las tardes vendía queques, empanadas y papas rellenas en las calles; y por las noches ayudaba en una panadería.

Cuando rememora sus primeros meses en Lima, donde vivieron apretados en un garaje, en el Callao, con colchones en el suelo, responde sin ninguna queja: “La convivencia fue chévere. Luego ya cada uno hizo su camino. Pero la verdad que trabajamos mucho y, claro, también nos tomábamos nuestras cervezas. Nosotros somos así: de lo malo siempre sacamos lo positivo”. Como en la primera Navidad de los Blanco en Lima difícilmente Papá Noel los visitaría, a Kemel se le ocurrió envolver camotes, papas y pedazos de yuca para que nadie se quedara sin un regalo debajo del árbol. Otro ejemplo de su buen ánimo fue cuando su sobrina Georgina cumplió seis años, a mediados de 2018 y al ver a la niña desanimada frente a un queque de vainilla batió un par de claras de huevo hasta preparar merengue y hacerle sentir que era la torta que tanto había esperado. “Para ellas soy su superhéroe”, dice con una sonrisa.

En estos seis años, Kemel ha podido traer a Lima a su madre, Sonia, a su hermano José Alberto y a su cuñada Sorile, a una tía y a su perrita Chanel, de once años. Vive en su propia casa con su pareja, Carlos, quien también ha montado su propia agencia de viajes. “No me puedo quejar. Habrá inestabilidad política y un tráfico horrible, pero Perú ha sido bueno conmigo, y de aquí no nos saca nadie”, dice el dueño de Alpaca Travel Tours, cuya primera sede fue el comedor del departamento donde todavía vive Yulianna con las niñas, en San Martín de Porres, el distrito que concentra el 10% de los venezolanos que habitan la capital. Se calcula que en total son 1,7 millones de llaneros en todo el Perú.

La familia Blanco en sus oficinas de Lima, (Perú).
La familia Blanco en sus oficinas de Lima, (Perú).Sebastián Castañeda

Los Blanco nos reciben allí con un pabellón, ese banquete de frijol negro, carne mechada y plátano frito, preparado por la abuela Sonia. Georgina y Anabella han vuelto del colegio y Ashley del instituto. Cada una tiene un recuerdo distinto del viaje que las trajo hasta estas tierras. “Me toca el corazón. Es algo que nunca voy a olvidar. Me costó mucho adaptarme. Los niños me hacían bullying, me decían: ‘ándate a vender arepas a Venezuela’. Pero después pude hacer amigos y hoy me siento orgullosa de mí y mi familia. Quiero entrar a una aerolínea y viajar por el mundo”, cuenta Ashley, futura tripulante de cabina, mientras Georgina la mira atentamente y Anabella, la más pequeña, baila frente al espejo del cuarto que comparten con su madre.

Georgina y Anabella gustan de la cumbia y la salsa peruana, danzan caporales en las actuaciones, y comen papa a la huancaína y lomo saltado. La influencia es evidente. Anabella incluso ha perdido el dejo venezolano. Yulianna no deja de inculcarles el amor por sus dos patrias. Que así como aprendieron marinera, también sepan moverse al ritmo del tambor. Mientras desde la cocina se escucha el silbido de la tetera para el cafecito de media tarde, Anabella se lleva la mano a la altura del corazón y canta el himno del Perú con histrionismo: ¡somos libres! ¡Seámoslo siempre! Y antes niegue sus luces el sol. Que faltemos al voto solemne. Que la patria al Eterno elevó”. En medio del drama del éxodo venezolano, los Blanco son una flor que crece en el concreto.

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Renzo Gómez Vega
Periodista y escritor. Ha escrito en los medios peruanos 'El Comercio', 'La República', el semanario 'Hildebrandt en sus Trece' y 'Salud con Lupa'. Fundador de la revista digital 'Sudor'.
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