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La oposición de Venezuela duda entre apostarlo todo a María Corina Machado o buscar una alternativa

Los antichavistas encaran las elecciones presidenciales del 28 de julio desunidos sobre la forma en la que deben enfrentar en las urnas a Nicolás Maduro

María Corina Machado en Caracas (Venezuela), en julio de 2023.
María Corina Machado en Caracas (Venezuela), en julio de 2023.Gaby Oraa

La oposición de Venezuela encara en las próximas semanas un debate crucial que puede decidir incluso su existencia misma. La candidata favorita para enfrentarse a Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales del 28 de julio es María Corina Machado, una política conservadora que puntúa en las encuestas por encima del presidente de Venezuela y que fue elegida de forma abrumadora en unas primarias opositoras que fueron un éxito, una demostración de que hay un descontento larvado en amplios sectores de la sociedad. El chavismo, sin embargo, ha vetado su participación a través del Tribunal Supremo, que controla, alegando la supuesta comisión de varios delitos que la inhabilitan hasta 2036. Los antichavistas encaran ahora un situación adversa, en la que no tienen las de ganar. ¿Qué hacer, entonces?

Hay voces dentro de la oposición que exigen a Machado que dé un paso al lado y permita una nueva candidatura, una sobre la que orbite el resto de opositores. Ella ya ha dicho que no está dispuesta, que recibió un mandato del pueblo nacido de las primarias, en las que sacó más del 90% de los votos, y que quiere llevar su lucha política hasta el final. La única opción de María Corina es la propia María Corina. La inscripción de candidatos se llevará a cabo el 25 de este mes y, salvo milagro, ella no podrá estar en las listas. En los meses siguientes se podrán hacer sustituciones, cambios de cromos, adhesiones de una candidatura a la otra, pero queda claro que en ningún caso lucirá en las papeletas el nombre de Machado. El chavismo ha sido inflexible en su veto, incluso a riesgo de poner en peligro las licencias al petróleo y al oro que Estados Unidos le otorgó a Venezuela para esquivar las sanciones internacionales. De ese tamaño son las emociones que provoca su nombre entre el oficialismo.

De continuar por esa única vía, la oposición pondría en peligro su participación en las elecciones y Maduro tendría el camino libre, como ocurrió en 2018. Entonces, el Tribunal Supremo venezolano le impidió participar a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y a Henrique Capriles, que en su día estuvo a punto de derrotar al mismísimo Hugo Chávez. Maduro ganó prácticamente en solitario, frente a Henry Falcón y Javier Bertucci. Una parte muy importante de la oposición consideró que el mero hecho de participar daba validez internacional a “la dictadura” que ellos denunciaban. Era blanquearla, se decía entonces. Era mejor, opinaban, aislar al chavismo internacionalmente y provocar su caída a largo plazo. Se intentó con el Gobierno interino de Juan Guaidó, apoyado por la Casa Blanca y Europa, pero el proyecto fracasó. Al extinguirse en 2020 esa aventura que no tiene parangón en la historia de la diplomacia —la creación de un Estado paralelo que asfixiase al original—, Maduro continuaba en el poder.

Capriles considera que ha llegado la hora de armarse electoralmente y enfrentar al chavismo como sea. “Por supuesto que podemos presentar una opción”, contesta a este periódico. “No se trata de una sustitución, no hablaría de sustituto. Quien ganó la primaria fue Maria Corina, el tema es que inconstitucionalmente el Gobierno la inhabilitó, como estoy yo también. El tema es qué hacer, y tenemos que participar, apelar a la fuerza del voto que puede movilizar a millones de venezolanos que quieren un cambio del Gobierno de Maduro. Ese es el gran desafío: tenemos para presentar y apostar por una candidata o un candidato que pueda recoger la votación el 28 de julio”.

El discurso de Capriles resulta claro, sin ambigüedades: mejor alguien más distinto Machado que enfrascarse en una guerra contra el chavismo en la que la oposición no tiene absolutamente nada que ganar: “El país bajo ningún concepto puede quedarse sin opción, porque además la suerte de ningún país puede estar atada a una persona. No estoy a favor de los personalismos, ni los caudillos, bastante daño le ha hecho eso a Venezuela. Hay que pensar siempre que hay que tener unidad, desprendimiento, pensar en Venezuela y los venezolanos y la gran oportunidad de cambio a pesar de que Maduro está haciendo todo para mantenerse en el poder”.

Juan Pablo Guanipa piensa radicalmente diferente. El dirigente de Primero Justicia, un opositor respetado, sostiene que la única vía es la de Machado. “Lo que tenemos que hacer todos los opositores, toda la sociedad civil, es darle un voto de confianza a María Corina Machado. Porque ella tiene la legitimidad de haber sido elegida, tenemos que amalgamarnos alrededor de ella”, afirma sin titubeos. Considera que buscar una alternativa conlleva confrontación: “¿Por qué darle un ultimátum? Sin ella, no tiene sentido. El destino de este esfuerzo está consustanciado con ella. Debemos acompañarla y darle ese soporte cálido que necesita para ir hacia el proceso que nos toque adelantar”. Las tensiones entre Capriles y los que piensan como él y Guanipa y los mismos opositores en esa línea de pensamiento no podrán obviarse, son dos formas muy distintas de afrontar un mismo conflicto político.

Mientras tanto, en otros dominios del cosmos de la oposición, Luis Emilio Rondón, dirigente nacional de Un Nuevo Tiempo, dice que su organización está obligada esta vez a “impedir que nos saquen de la ruta electoral”, y, al corriente de que quedan menos de dos semanas para tomar una decisión unitaria, afirma: “En nuestras filas está Manuel Rosales, uno de los mejores candidatos disponibles para ser presidente”. Rosales es gobernador del estado Zulia, el más importante del país, y no está mal ubicado en las encuestas. Aunque él y su partido están dentro de la Plataforma Unitaria, tiene años desarrollando una línea moderada que le ha permitido cohabitar con Maduro desde la Gobernación, con quién cultiva unas relaciones institucionales inusualmente fluidas. Rosales, que fue candidato presidencial de la oposición en 2006, está habilitado, pero no ha afirmado nunca públicamente su intención de ser candidato.

En esa tesis de buscar terceras opciones se encuentra Antonio Ecarri, líder del partido Alianza del Lápiz. Descarta que la mejor posibilidad sea un consenso alrededor de una sola candidatura. “Tener un solo candidato es un error táctico y estratégico. La democracia se debilita con la abstención y la polarización. Eso hará mucho más complejo cualquier cambio”, defiende por mensajes. Admite sentir afecto y respeto por Machado, la llama amiga, pero le quita relevancia a las primarias en las que votó el 10% de la población. No duda de su liderazgo, sin embargo, no cree que sea el único. “Hay un país que se viene absteniendo desde hace tiempo. La decepción del chavismo y de opositores viene creciendo. Es muy grande”, insiste, por lo que cree que hay una tercera vía. Algunos opositores critican discursos como el de Ecarri, porque según ellos ayudan a desunir a la oposición y favorecer al chavismo.

Así las cosas, el antichavismo enfrenta un momento crucial de su historia. Un mal paso podría convertirla en cenizas. No resulta nada fácil en un escenario totalmente adverso, con muy poco margen de maniobra. Su control de la institucionalidad es nulo, todo recae en el chavismo, que pone las reglas. En cualquier caso, aunque tengan opiniones diferentes el denominar común es que no se rinden y albergan una mínima esperanza, sea como sea la apuesta electoral, de derrotar a Maduro, aunque muchos crean que se trata de un espejismo.

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