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Meniscos artificiales y 371 días tragando pasta de dientes: la aventura de Frank Rubio en el espacio

El astronauta de la NASA habla con América Futura de la misión en la que batió el récord de permanencia en la estación espacial internacional

Frank Rubio
Frank Rubio saluda después de su aterrizaje en Kazajistán, el 27 de septiembre de 2023, tras pasar más de un año en el espacio.BILL INGALLS/NASA (via REUTERS)

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Estuvo un récord de 371 días en el espacio y, con su dedicación y conocimiento médico, contribuyó con ciencia que parece extraída del mismísimo Hombre Bicentenario y que, en un par de décadas, podría dotar a los seres humanos de órganos artificiales fabricados en condiciones de ingravidez. Francisco ‘Frank’ Rubio (Los Ángeles, 48 años), es un médico y militar estadounidense de origen salvadoreño con más de 1.100 horas de vuelo como piloto de helicópteros Blackhawk y paracaidista consumado con más de 650 saltos de caída libre.

En 2022, Rubio fue asignado a una misión de seis meses en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), pero terminó varado por una avería en el sistema de refrigeración de la nave rusa Soyuz MS-23, en la que debía regresar a la Tierra. Acabó estando allá arriba por más de un año, un tiempo superior al de ningún otro astronauta de la NASA. Como médico, sabía el desgaste que esa gesta significaba para su cuerpo —en el espacio, se pierde densidad ósea rápidamente por la ausencia de gravedad, que también puede afectar al sistema inmunológico y al cardiovascular. El entrenamiento militar, dice, le ayudó a enfrentar el reto psicológico de una estancia prolongada en el espacio. Antes de unirse a la NASA, estuvo en misiones en Bosnia, Afganistán e Irak. En 2017 fue seleccionado por la agencia espacial estadounidense y pasó dos años en una formación intensiva antes de su primera incursión especial.

En la ISS, el astronauta decidió centrarse en lo que más ama: la medicina. Trabajó en cientos de experimentos. Uno de sus favoritos fue en la instalación de BioFabricación (BFF), una impresora biológica en 3D donde participó en una investigación que evalúa las propiedades mecánicas de un menisco impreso con células y tintas biológicas. “Estuvimos aprendiendo cómo las células se comportan en la microgravedad y cómo se dividen. Es un poco diferente porque la forma de las células se puede mantener un poco más fácilmente”, cuenta en español desde la NASA en una breve entrevista por videollamada con América Futura.

“Mientras estuve allá, pudimos hacer un pedazo de menisco y eso es increíble. Y eso es porque la microgravedad nos deja. En la Tierra, no se podría hacer porque la gravedad es demasiada. Y ahora lo que tenemos que descubrir es cómo regresar ese menisco y cómo mantener la estructura de esos tejidos en la Tierra”, explica. Según Rubio, si se sigue avanzando en este tipo de investigaciones, se podrían llegar a fabricar órganos completos, como un corazón o un hígado, en 10 ó 20 años.

El experimento, en el que trabajó con sus colegas de la NASA Warren Hoburg y Stephen Bowen y el astronauta de los Emiratos Árabes Unidos, Sultan Al Neyadi, podría tener un enorme impacto en la calidad de vida de miles de personas si llega a implementarse. Por poner un ejemplo, la incidencia de desgarros meniscales agudos es de más de 50 casos por cada 100.000 personas al año en el mundo.

La biofabricación en el espacio puede ser más productiva por la ausencia de gravedad. Entre las aplicaciones médicas que podrían desarrollarse en esas condiciones está la producción masiva de células madre, la creación de modelos avanzados de enfermedades o la ampliación de las capacidades de bioimpresión en 3D. Además, esta rama de la biotecnología puede contribuir a la creación de nuevos materiales sustentables para la moda, el deporte o la construcción.

Frank Rubio dentro del módulo de laboratorio Destiny de la Estación Espacial Internacional, el 3 de noviembre de 2022.
Frank Rubio dentro del módulo de laboratorio Destiny de la Estación Espacial Internacional, el 3 de noviembre de 2022.NASA

Durante una de sus tres caminatas espaciales, Rubio también ayudó a instalar un dispositivo diseñado para el despliegue de satélites pequeños. Además, en la ISS participó en el cultivo de vegetales hidropónicos y hasta fue injustamente acusado por sus compañeros de comerse un par de tomates que habían sido colocados en una bolsa, pero terminaron flotando por meses en los ductos del complejo espacial. Solo fue exonerado cuando, meses después, otros astronautas los encontraron cuando él ya estaba de regreso a la Tierra. Aprender a cultivar en agua o aire dependerá gran parte de la carrera espacial en el futuro.

Los retos cotidianos de vivir en el espacio

Rubio se había preparado para estar seis meses en el espacio —lo que suele durar una misión de la NASA por las responsabilidades extenuantes para quien las hace— pero acabó estando más de un año, lo que le convirtió en el astronauta de la agencia estadounidense en estar más tiempo en la estación espacial. Superó a Mark Vande Hei, que había estado 355 jornadas seguidas en la ISS.

— ¿Extrañaba más la Tierra cuando estaba varado en la ISS o extraña más ahora estar de vuelta allá?

— Cuando estaba allá, cada día extrañaba a la familia y se extrañaba la casa, pero ya estando aquí, cuatro meses después del regreso, por lo menos una vez a la semana pienso que me gustaría estar de nuevo por lo menos unas cuantas horas, para disfrutar la vista, para disfrutar de estar flotando y porque de veras que ser parte de una misión espacial completa es algo muy especial y lo extraño un poco, reconoce tras soltar una carcajada.

Aunque no extraña hacerlo todo el tiempo. Rubio asegura que las rutinas cotidianas en el espacio son menos glamourosas de lo que nos imaginamos en la Tierra. El astronauta pasó un año completo aislado del mundo, flotando, sin comer alimentos frescos, sin abrazos de la familia ni salidas a caminar. Pasaba el día trabajando hasta nueve horas en investigaciones de altísimo nivel en las que no hay margen para equivocarse y en labores de mantenimiento y de entrenamiento.

Eran jornadas intensas y cronometradas, dice, en las que, entre otras cosas, los astronautas reciben radiación solar continua y pierden masa muscular aunque hagan dos horas de ejercicio diario. “Uno tarda un par de meses en acostumbrarse a ese ritmo”, sostiene. Además, Rubio asegura que echaba de menos ver el agua fluir. Los astronautas se asean con una toalla mojada, mientras que los dientes se los lavan con la boca casi cerrada para evitar que el líquido se disipe por toda la estación y contamine otras estancias donde se hacen investigaciones. Una vez usado, el dentífrico puede escupirse en un paño, pero él optaba por tragárselo. “Yo me tragué eso dos veces al día por un año completo”, confiesa entre risas. “Es parte de la operación”.

La carrera espacial ha hecho idealizar a varias generaciones la labor de los astronautas, hombres y mujeres que arriesgan su vida por la ciencia. Y aunque la vista desde el espacio es espectacular, la carga emocional, física y laboral es dura y desafiante. “Yo creo que cada día de los 370 que pasé en el espacio fueron especiales y cada día había una imagen espectacular que sumaba a la belleza que es la experiencia completa de estar allá”, afirma.

Frank Rubio durante una caminata espacial en su Unidad de Movilidad Extravehicular, el 15 de noviembre de 2022.
Frank Rubio durante una caminata espacial en su Unidad de Movilidad Extravehicular, el 15 de noviembre de 2022.NASA

Para él, los mayores retos en el espacio son los biológicos, adaptarse a la vida sin gravedad. Y aunque algunos magnates ya parecen haber inaugurado la era del turismo espacial, Rubio cree que los humanos todavía no estamos listos para estancias espaciales largas, de más de uno o dos años. Según estimaciones de la NASA, con la tecnología actual, un viaje de ida y regreso a Marte podría tardar tres años y a Plutón, hasta 40. Aunque, matiza el astronauta, “lo que hoy parece imposible, algún día será normal”.

“Yo creo que psicológicamente y físicamente hay gente que puede hacer el esfuerzo un poco más de lo normal. Y ese tipo de gente es la necesaria para avanzar en la carrera espacial ahora”, afirma. Es una tarea en la que asegura que hace falta “mucha fuerza” y un buen equipo detrás. “Es muy importante tener una familia fuerte, una fuerte comunidad que lo apoya a uno para tener éxito”, sostiene.

Rubio se siente un privilegiado de poder formar parte de una misión de avanzadilla “que está adelantando la ciencia y tecnología y haciendo cosas para hacer la vida mejor de toda la humanidad”. El amor por este trabajo le hace querer mantenerse en unos cuantos años más. “Y, si Dios quiere, tal vez regresar al espacio por mucho más”. 371 días no son suficientes para el astronauta de la NASA que más tiempo seguido ha estado en la estación espacial internacional.

Latinos en el espacio

Hay 15 astronautas de origen hispano que han viajado al espacio con la NASA o sus aliados. Estos son algunos de sus hitos:

  • Arnaldo Tamayo Méndez, de Cuba, fue la primera persona de origen hispano en viajar al espacio, en 1980.
  • Rodolfo Neri Vela, de México, fue el primer hispano en volar en el transbordador espacial estadounidense, en 1985. También introdujo las tortillas en el menú de los astronautas.
  • Franklin Chang-Díaz, de Costa Rica, fue el primer hispanoestadounidense en el espacio, en 1986. Tiene el récord de haber viajado al espacio siete veces.
  • Ellen Ochoa, de origen mexicano, fue la primera astronauta hispana, en 1993. También fue la primera persona de origen hispano en dirigir el Centro Espacial Johnson de la NASA.
  • José Hernández, de padres  inmigrantes de México, fue el primer astronauta en usar Twitter en español desde el espacio, en 2009.

 

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