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Cuidar paga: así se alza la economía del cuidado como un sector clave para América Latina

Informes realizados por Cepal, CAF y OCDE señalan que es uno de los campos a los que más se le debe invertir. Países como Uruguay y Costa Rica toman la delantera frente a un tema que será esencial ante una población cada vez más vieja

Guardería en Chía Colombia
Una mujer lleva de la mano a varios niños en una guardería en Chía (Colombia), en 2021.Juancho Torres (Getty Images)
María Mónica Monsalve S.

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Durante una charla TED que hizo Gala Díaz Langou, directora del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento de Argentina (CIPPEC), la experta invitó al publicó a imaginarse el siguiente escenario. “Las neveras o heladeras están vacías. Los baños, mugrientos. Hay ropa tirada por todos lados (…) Escuchamos bebés llorando a los gritos. Salimos a la calle y hay chicos deambulando solos. ¿Nadie los fue a recoger a la escuela? No es un ataque zombi. Este apocalipsis podría generarse si un día las mujeres nos levantamos y decidimos no hacer lo que hacemos todos los días”.

El panorama que Díaz pintó explica el importante rol que cumple la economía del cuidado, un amplio enfoque que no solo quiere que se reconozcan mejor todas las labores del cuidado- tanto remuneradas como no remuneradas- sino que argumenta que estas labores son las que soportan a la sociedad misma y que, en su mayoría, están en los hombros de las mujeres. “El sistema capitalista se sostiene en el tiempo de las mujeres como recurso implícito para la reproducción de la fuerza de trabajo, del capital y de la sociedad en su conjunto”, es como lo pone también la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, Cepal, en un informe. Pues el mundo, tal cual lo conocemos, funciona porque las mujeres cuidan: ya sea a enfermos, a hijos, a esposos, a ancianos, a la casa o al planeta. La pieza que falta, es que pocas tienen el tiempo de cuidarse a ellas mismas.

Latinoamérica no es la excepción. “Los cuidados son también la expresión más patente de una profunda desigualdad de género en todo el mundo, y especialmente en América Latina y el Caribe”, comenta Cecilia Alemany, directora regional adjunta de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe. En promedio, basándose en los países sobre los que hay datos, la Cepal estima que las mujeres dedican entre 22 y 42 horas semanales a las actividades de trabajo doméstico y de cuidado, lo que implica una carga de hasta tres veces más que la de los hombres. Además, mientras aproximadamente un 60% de las mujeres que vive en un hogar donde hay niños y niñas menores de 15 años declara que no participa en el mercado laboral porque ya tiene una carga suficiente al atender la responsabilidades familiares, en hogares sin presencia niños y niñas la cifra se ubica en solo el 18%.

Mujeres otomíes cargan a sus hijos en Ciudad de México, en 2020.
Mujeres otomíes cargan a sus hijos en Ciudad de México, en 2020.Gerardo Vieyra (Getty Images)

Se trata de un sector económico que importa. De hecho, la Cepal también indica que solo el trabajo doméstico y de cuidado no remunerado es crucial para las economías de la región, representando en promedio el 21,3% del PIB, con las mujeres contribuyendo en un 75,5%. Por eso no es sorpresa alguna que muchos expertos y académicos estén empujando porque la economía del cuidado se vuelva una de las banderas de la región. A finales del año pasado, un reporte de la OCDE, la Comisión Europea, CAF y, de nuevo, Cepal, identificó cuatro sectores estratégicos en los que América Latina y el Caribe debe invertir, incluyendo entre estos a la economía del cuidado. Y como dijo Ana Güezmes García, directora de la División de Asuntos de Género de Cepal a América Futura, la Comisión “destaca la economía del cuidado como uno de los diez ámbitos promisorios para transformar los modelos de desarrollo, potenciando el crecimiento y reduciendo las desigualdades de género”.

Un dinamizador de la economía

Las propuestas que trae la economía del cuidado son variadas, y no solo tienen que ver con la economía misma, sino con un profundo cambio sobre cómo vemos los roles de mujeres y hombres en la sociedad. Pero al preguntarle a Paula Herrera Idárraga, directora del Servicio Público de Empleo, una unidad adscrita al Ministerio del Trabajo de Colombia, cómo el cuidado dinamiza la economía, su respuesta es clave. Se trata en realidad de una cadena de eventos. Por ejemplo –y este es un ejemplo simplificado- si el cuidado de los hijos se garantiza desde lo público, la mujer tendrá más posibilidad de insertarse en la fuerza laboral, ganará un salario, lo gastará como consumidora e, incluso, empezará a pagar impuestos. Así, miles de mujeres lograrían entrar a la fuerza laboral, empujando la economía. Lo que la haría no solo más justa, sino más fuerte. Pero el tema va más allá.

Alemany, de ONU Mujeres, dice que datos de la Organización Internacional del Trabajo, “indican que la inversión en la igualdad de género en los permisos, la atención infantil universal y los servicios de cuidados de larga duración podrían generar hasta 299 millones de puestos de trabajo de aquí al 2035″. Además, comenta, “se estima que el 78% de estos nuevos puestos de trabajo serían ocupados por mujeres y el 84% sería empleo formal. Todo esto implica que una parte de la inversión se recuperaría vía impuestos y contribuciones a los sistemas de seguridad social”. Como también añade Herrera, la economía del cuidado es en realidad una inversión y no un gasto.

Impulsarla, sin embargo, implica varios retos. Esta, claro, lograr que las mujeres que quieren trabajar en otras labores puedan encontrar a alguien capacitado que cuide a sus hijos y que se equilibren las labores domésticas entre el hombre y la mujer. Pero también es importante que se le pague –y bien– a las personas que heredan esa labor del cuidado, ya que son mujeres con menos ingresos las que terminan asumiendo esta carga. En América Latina – comenta Güezmes – 17,8 millones de personas se dedican al trabajo doméstico remunerado, y el 91,1% son mujeres. Lo alarmante, es que una gran parte de ellas son “mujeres indígenas, afrodescendientes, mujeres rurales, migrantes o refugiadas. Y allí opera una múltiple discriminación de género y raza, más aún dado que este trabajo se desempeña en contextos altamente informales y precarios. Aproximadamente el 72,3% de ellas no tienen acceso a un empleo formal”.

Una mujer otomí trabaja haciendo textiles mientras cuida a un hijo, en Amealco (Estado de Querétaro), en 2020.
Una mujer otomí trabaja haciendo textiles mientras cuida a un hijo, en Amealco (Estado de Querétaro), en 2020.Jair Villeda (Getty Images)

Una necesidad ante una población más vieja

Otra de las premisas de las que parte la economía del cuidado es que todos, en algún momento de la vida, necesitaremos ser cuidados. Y ante la actual tendencia en América Latina donde la población se hará más vieja, la economía del cuidado será más relevante que nunca. En 2022, señala el informe Envejecimiento en América Latina y el Caribe de Cepal, 88,6 millones de personas mayores de 60 años vivían en la región, representando el 13,4%. Pero para 2030, se espera que la cifra aumente a 16,5%. “En particular, estamos frente a un envejecimiento del envejecimiento, con un rápido aumento de la población de 80 años y más, con mayores probabilidades de estar en situaciones de dependencia y con mayores necesidades de cuidado de largo plazo”, comenta Güezmes. El problema es que, a la par, “se prevé una reducción en el número de personas disponibles para cuidar de forma no remunerada”.

Todos estos factores, agrega Alemany, exige que los Estados inviertan con más fuerza en los sistemas integrales de cuidados, y que estos pasen de ser programas separados a políticas de estado. “El cambio requerirá generar empleos, formalizar los existentes, profesionalizar los cuidados, promover una gobernanza coherente de esos sistemas e invertir en infraestructura de cuidados, tanto desde el Estado como desde el sector privado”, comenta. “Solo de esa manera se podrá asegurar la corresponsabilidad en los hogares, entre el Estado y el sector privado, y una oferta de servicios de cuidados públicos de calidad, gratuitos y accesibles para todos y todas”.

Es más, Alejandra Mora, secretaria Ejecutiva de la Comisión Interamericana de Mujeres (CIM) de la OEA, explica que, actualmente, tanto Uruguay como Costa Rica cuentan con sistemas de cuidados establecidos por ley. “El de Uruguay se ha diseñado e implementado como Sistema Integral de Cuidados (SNIC) y se basa en una concepción integral de los cuidados como derecho, a través de un modelo solidario que involucra un pacto de corresponsabilidad, y tiene carácter universal”. Por ejemplo, algunos de los pilares del SNIC han sido profesionalizar las tareas del cuidado, mejorar los sistemas de información y extender los días de licencia tanto de maternidad como de paternidad.

Mientras, en Costa Rica, existe la Red de Cuido y Desarrollo Infantil (RedCUDI) – que reafirma el derecho al cuidado de menores de siete años – y en 2021 se promulgó la Política de Cuidados 2021-2023. En Argentina, México, Paraguay y Perú también hay proyectos de ley que proponen la creación de estos sistemas de cuidado. Y en Chile, al igual que en Colombia, se está trabajando en sistemas nacionales de cuidados. En este último país, además, la ciudad de Bogotá ganó el premio Internacional de Innovación Urbana de Guangzhou por las Manzanas del Cuidado, una red de 21 centros a lo largo de la ciudad enfocados en atender, educar, cuidar y hacerles la vida más fácil a las cuidadoras. Uno de sus principios es muy sencillo: liberar a las mujeres de horas de carga del cuidado para que las puedan utilizar en otras actividades, como trabajar, educarse o, simplemente, tener un tiempo para cuidarse a ellas mismas.

Sobre la firma

María Mónica Monsalve S.
Periodista de América Futura en Bogotá, Colombia. Antes trabajó en El Espectador. En 2020 fue ganadora del Premio Simón Bolívar por mejor reportaje. Máster en Cambio Climático, Desarrollo Sostenible y Políticas de la Universidad de Sussex (Reino Unido).
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