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De puño y letra: en la era digital, las cartas unen a 800 niños del Uruguay rural y el urbano

El proyecto, que comenzó a mediados de 2023, busca conectar a estudiantes de distintos contextos y estimular su imaginación, motricidad y concentración

Escuela Rural 73, en Montevideo, Uruguay
Alumnos de la Escuela Rural 73, en Montevideo (Uruguay), escribe cartas y hace dibujos para enviar a alumnos de otros centros educativos, el 14 de diciembre de 2023.NATALIA ROVIRA

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En octubre, Aaron Álvarez salió de paseo por Montevideo y visitó un parque que tenía un castillo gigante. El castillo gigante, escribió este niño de 9 años, es del presidente de Uruguay. “No sé por qué el presidente tiene un castillo que se llama residencia de Suárez”, continuó diciendo en una carta manuscrita. La inquietud de Aaron llegó hasta Guadalupe Vélez, de 12 años, estudiante de la escuela rural 73 de Maldonado, en el este del país. “¡Un castillo!”, leyó incrédula Guadalupe. “¿Un castillo?”, preguntaron sus compañeros. Las miradas buscaron alguna respuesta en la maestra, que les habló de la centenaria casona ubicada en la calle Suárez de la capital uruguaya, donde los mandatarios residen desde 1947. El castillo del presidente, según la síntesis de Aaron.

Desde mediados de 2023, Guadalupe intercambia correspondencia con Aaron e Isabella Otero, de 9 años, dos alumnos de tercer grado de la escuela 124 de Melilla, en Montevideo. “Fue la primera carta que escribí en mi vida”, cuenta Guadalupe a América Futura. Los siete niños y niñas que comparten aula con ella también participaron de la aventura epistolar. “Escribí cómo mi padre saca la miel de la colmena”, dice Florencia Dayuto, de 9 años. Sergio Rodríguez, de 8, apunta: “Yo conté cómo se hace el aceite de oliva”. “Hablamos de la yerra [marcación del ganado]”, comenta Evaristo Moreira, de 11 años. También describieron las sierras que rodean la escuela, el patio interminable que tienen para jugar, los pájaros que identifican con solo oír su canto y el viento que sopla casi sin descanso.

“La consigna es que cada uno escriba lo que quiera, que no sea pautado y se expresen libremente”, explica Mónica Sosa, maestra de la escuela 73, situada a pocos kilómetros del apacible Pueblo Edén de Maldonado. Las cartas manuscritas viajan hasta Montevideo y desde la capital llegan las respuestas en el marco del proyecto De puño y letra, que conecta periódicamente a estudiantes de escuelas rurales y urbanas de todo el Uruguay. “Yo casi no intervengo, apenas los guío”, dice Sosa. En esta iniciativa manda la curiosidad, la redacción sin apuros. Y en el proceso se entrena la paciencia, destaca la maestra, un bien escaso en tiempos de mensajes instantáneos, teclados digitales y correctores automáticos.

Alumnos y una profesora de la Escuela Rural 73.
Alumnos y una profesora de la Escuela Rural 73.NATALIA ROVIRA

De puño y letra fue impulsado desde Salto, departamento del noroeste, con el propósito de generar lazos entre los niños del campo y aquellos que viven en la ciudad, le dice a América Futura la maestra Inés de Lisa, coordinadora del proyecto. En mayo de 2023, sus 21 alumnos de la escuela rural de Laureles escribieron cartas a niños de El Pinar, en el sur del país. “Los chiquilines se entusiasmaron mucho; para ellos era totalmente nuevo escribir una carta a mano de manera informal”. Al cierre del año, De puño y letra ya contaba con la participación de casi 800 niños en 43 centros de enseñanza de Uruguay, que de Lisa ha vinculado de forma voluntaria con la ayuda de las redes sociales.

“El principal valor de este proyecto es que genera empatía, confianza y conocimiento de lo distinto”, explica por teléfono Carlos Guinovart, ingeniero agrónomo y artista plástico, que está detrás de esta iniciativa junto a de Lisa y Gabriela Zabaleta, promotora cultural de El Pinar. “Este sentimiento es compartido no solo por los niños y los maestros, sino por todos quienes conocen el proyecto. Cuando hemos necesitado ayuda, la hemos obtenido muy rápidamente”, subraya. Es el caso del Correo Uruguayo, ejemplifica Guinovart, empresa pública que se encarga de recoger y entregar las cartas de manera gratuita. “Es una larga cadena de favores”, apunta.

Dos alumnos de la Escuela Rural 73 escriben una carta.
Dos alumnos de la Escuela Rural 73 escriben una carta.NATALIA ROVIRA

Cuando recibieron las cartas de sus pares, los niños de la escuela rural de Maldonado se sorprendieron al leer la cantidad de actividades que tienen los escolares de la ciudad. “Hay distintos salones, tienen talleres y muchos horarios”, relata Evaristo. A su lado asienten Indiana García, de 12 años, Tiziano de los Santos, de 8, y Renato García, de 7. Ellos dos son los pequeños del grupo y los más aficionados al universo de los videojuegos. De todos modos, dibujaron y escribieron sus cartas. Junto a ellos, Anthony Casañas, de 12 años, confiesa: “A mí me gusta más hablar”. Pero cuando llegó su turno se compenetró con la escritura, dio forma a sus historias de campo y aprendió a familiarizarse con las pausas, con los puntos y las comas. Sus frases eran tan largas que dejaban sin aire al lector, comentan entre risas.

“La letra es parte de la construcción de una identidad; no hay dos personas con la misma caligrafía”, remarca de Lisa. La maestra menciona otros aspectos fundamentales para el desarrollo de los niños, como la imaginación, la motricidad y la concentración, favorecidos también por este proyecto. En el proceso de escritura con lápiz y papel, resume, se desarrollan habilidades motrices necesarias para otros ámbitos de la vida. En ese sentido, continúa, la letra cursiva que practican dispara en el cerebro funciones que no se activan cuando se escribe de otra manera. “Por eso, la carta manuscrita es un desafío, una aventura”, dice.

Una bandeja con cartas listas para ser enviadas, en la Escuela Rural 73.
Una bandeja con cartas listas para ser enviadas, en la Escuela Rural 73. NATALIA ROVIRA


En conversación con América Futura, Gabriela Zabaleta, promotora del proyecto, resalta otro de los efectos que tuvo De puño y letra en sus alumnos de El Pinar: el disfrute del tiempo sin prisas. “Es ese tiempo que habilita la escritura pausada, que atrapa la atención y justifica la espera de la respuesta”. Es una experiencia novedosa, afirma, para niños que han crecido en la inmediatez de los dispositivos electrónicos. Sus colegas coinciden y se preparan para continuar la aventura por cinco años más. También Aaron, tras visitar el “castillo del presidente”, opinó sobre De puño y letra: “Al principio me pareció aburrido, pero me empezó a gustar. Escribir cartas es lo más divertido del mundo”, asegura.

Fragmentos de las aventuras epistolares

  • “Hola Fabrizio. ¿Te acordás que te conté que después de la escuela salimos con los gurises a buscar bichos al campo? Bueno, las mulitas ahora están con pichones y no las agarramos, pero mi primo metió la mano al zorrino. Mi tía tuvo que limpiar con pulpa de tomate”. William Piriz (11 años).
  • “Hola: Jazmín Britos, fue un placer recibir tu carta. Me has dicho que eres la n° 1 en tu equipo y que eres portera. A mí también me gusta atajar, creo que es porque tengo buenos reflejos. También me contaste que quieres ser profesora de danza árabe. Espero que te vaya bien y seas exitosa”. Evaristo Moreira (11 años).
  • “Soy una persona muy indecisa, por ejemplo, no tengo comida favorita ya que muchas me gustan y otras no, tampoco tengo animal favorito, ya que me gustan muchos, cualquier ave, no importa cuál sea, todas me parecen tiernas y lindas. Tengo muchas más cosas para contarte, en serio, muchas, pero no me queda hoja”. Sergio Rodríguez (8 años).
  • “Hola nuevo amigo amiga, soy Faustina voy a la escuela rural número 85 de Florida tengo 7 años y voy a segundo. Tengo 3 hermanos, Olivia, Mía y Juan Cruz. Me gustan los caballos. ¿A ti qué animales te gustan? ¿Cuántos años tienes? ¿Sabes cursiva? Mi papá me enseñó a andar en caballo. Te mando de regalo una pluma de carancho, la encontramos en el camino de la escuela”. Faustina (7 años).


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