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En colaboración conCAF
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Casas abandonadas y vecinos a la deriva: los coletazos del ‘boom’ inmobiliario en México

Tras el auge de la vivienda de principios del siglo, miles de residencias fueron abandonadas. En Puebla, quienes se quedaron en una zona afectada luchan contra las consecuencias del abandono masivo

Vista del Fraccionamiento Valle de San Miguel en Huejotzingo, Puebla.
Vista del Fraccionamiento Valle de San Miguel en Huejotzingo, Puebla.Alejandra Rajal

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Rosario López no ocupó inmediatamente el departamento que adquirió en el conjunto habitacional Valle de San Miguel, en el municipio de Huejotzingo, Puebla, en el centro de México. Durante una visita, un vecino le advirtió que había personas robando el equipamiento de los inmuebles vacíos. Cuando finalmente se mudó, López comprendió por qué ocurría ese extraño saqueo, que despojaba a las viviendas de llaves de agua, calentadores y hasta ventanas: había muchas casas y departamentos deshabitados, algunos en completo abandono. “Hay gente que abandonó totalmente sus casas y no les importó dejar sus casas abandonadas”, dice.

De las 5.600 casas y departamentos de ese fraccionamiento, apenas entre 25% y 30% están ocupados por sus propietarios, refiere Yeni Enríquez, presidenta del comité vecinal. El resto están deshabitadas, abandonadas o han sido vandalizadas, y más de mil han sido invadidas. Es una situación que se repite en otros conjuntos habitacionales del país construidos principalmente entre 2001 y 2012, cuando el Gobierno otorgó, como nunca antes, créditos para la adquisición de vivienda, sobre todo de interés social.

Rosario López, de 50 años, habitante del el conjunto habitacional Valle de San Miguel, en Huejotzingo.
Rosario López, de 50 años, habitante del el conjunto habitacional Valle de San Miguel, en Huejotzingo.Alejandra Rajal

El problema fue que muchas de las casas que se construyeron eran de mala calidad, estaban mal ubicadas, carecían de servicios públicos o sus instalaciones eran inadecuadas, explica la investigadora Lorena Cabrera Montiel, coordinadora de la Especialidad en Gestión Integral del Riesgo en la Universidad Iberoamericana Puebla y especialista en temas de producción de vivienda.

La lejanía con los centros de trabajo y la imposibilidad para pagar los créditos fueron otros problemas para los nuevos propietarios, según el Atlas del abandono de la vivienda, publicado en 2015 por el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit), el principal organismo estatal encargado de otorgar créditos hipotecarios asequibles a los trabajadores formales. Esto llevó a miles de personas a abandonar sus casas. El Gobierno actual reconoce 650.000 viviendas como abandonadas, aunque el Censo de Población y Vivienda 2020 registra más de seis millones.

Vivienda, un bien del mercado

La producción masiva de vivienda tuvo su apogeo en México durante los Gobiernos de Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012). Entre 2001 y 2012, el Infonavit otorgó alrededor de 4.750.000 créditos hipotecarios, más del doble de los que había entregado en 28 años, según datos del organismo.

La construcción de las viviendas se puso en manos de los desarrolladores inmobiliarios, quienes privilegiaron la edificación de extensos conjuntos habitacionales en las periferias de las principales ciudades, donde el suelo era más barato. El resultado fue que esas residencias dejaron de concebirse como un bien en función de su utilidad para producirse bajo la lógica del mercado, explica Cabrera Montiel. Este proceso se conoce como mercantilización de la vivienda.

“Y ya el bien vivienda no importa mucho ni su calidad, ni su localización, ni si se habita o no se habita”, dice la investigadora. A medida que estos conjuntos habitacionales aumentaron, creció también la cantidad de casas y departamentos que se dejaron vacíos, “porque mucha de la vivienda deshabitada está centrada en estos conjuntos”.

Ajenas a esas dinámicas, familias como la de López vieron la oportunidad de adquirir un patrimonio. Llegaron a habitar a Valle de San Miguel con muchas expectativas sobre los equipamientos que la empresa inmobiliaria les había prometido. Pero una vez instalados, descubrieron que el conjunto habitacional no tenía red de drenaje ni alumbrado en las calles, y no estaban construidas las escuelas que les habían prometido. Con el tiempo también notaron que los materiales de construcción no habían sido de la mejor calidad. Los servicios de mantenimiento y seguridad duraron sólo unos meses; la inmobiliaria dejó de brindarlos cuando terminó de vender las viviendas y cerró la oficina que tenía en el fraccionamiento. Los residentes quedaron a la deriva.

Vista desde el interior de una casa abandonada.
Vista desde el interior de una casa abandonada.Alejandra Rajal

Hubo quienes decidieron irse; otros, que nunca ocuparon las viviendas. Quienes se quedaron tuvieron que enfrentar las consecuencias de ese abandono.

Del abandono a la invasión

Esmeralda Sánchez, de 44 años, vive en Valle de San Miguel desde hace una década. Unos cinco años atrás notó que sus vecinos dejaban sus viviendas. Entonces empezaron las invasiones. De los 88 departamentos que hay en la calle donde vive, dice que nueve fueron ocupados de esta manera.

La mayoría de los departamentos en esa calle están vacíos, incluidos los de su edificio. La historia se repite en otras calles como un patrón: por cada edificio de seis departamentos hay uno o dos dueños residentes. A Sánchez le preocupa que alguien invada los departamentos aledaños al suyo o los use para entrar a su vivienda y robarle. Su departamento, como casi todos los habitados, está protegido con rejas en la entrada y las ventanas.

Hay zonas donde el abandono de las viviendas es más notorio. Un hijo de López llama a una de esas áreas “Chernóbil”, como la ciudad donde ocurrió el peor accidente nuclear de la historia. Aunque no se asemeja a una devastación nuclear, el estado de las casas abandonadas transmite desolación. Fueron vandalizadas y sólo quedan en pie sus estructuras de concreto, carentes de puertas, ventas, llaves del baño y hasta retretes. Aún así, varias fueron invadidas.

Algunos dueños deciden cercar o poner letreros de aviso a quienes intenten ocupar sus inmuebles.
Algunos dueños deciden cercar o poner letreros de aviso a quienes intenten ocupar sus inmuebles.Alejandra Rajal

Enríquez, la presidenta del comité de vecinos, explica que Infonavit y el ayuntamiento de Huejotzingo están haciendo un censo y los residentes les ayudan a verificar datos. Así han podido saber que 20% de las viviendas están ocupadas por invasores. Las opiniones sobre quienes ocupan las viviendas vacías son variadas. Hay quienes piensan que lo hacen por necesidad, pero otros residentes los consideran delincuentes y asocian su presencia a robos cometidos en el conjunto habitacional.

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Los residentes han notado que el abandono y vandalización de las viviendas ha deteriorado el aspecto del conjunto habitacional, y consideran que esa imagen de descuido incentiva las invasiones. Por eso están tratando de romper ese ciclo.

Romper el ciclo

Guadalupe Maldonado, de 42 años, señala cada edificio mientras cuenta: “1, 2, 3…”. Se detiene, hace memoria y retoma el conteo de cuántos departamentos desocupados hay en el lado de la calle donde vive. “…18, 19, 20…”. Llega al número 30, casi la mitad de las 66 viviendas que hay en esa parte del conjunto.

Maldonado es la representante vecinal de su calle y dice que desde hace un año se organizaron entre propietarios para impedir las invasiones. “Cuando empezaban a quererse meter a las casas, nosotros salimos en esta calle”, dice orgullosa.

Es un protocolo que los vecinos de otras calles también han implementado, lo que les implica estar en alerta permanente para identificar cuando alguien se acerca a la puerta de una vivienda vacía. Así han conocido a dueños que mantienen desocupados sus inmuebles pero van a revisarlos.

Otros cuidan las viviendas vacías, como Angélica García, de 39 años, que resguarda dos casas que fueron vandalizadas y están abandonadas. “Si en dado momento llegan los dueños, pues ahí está su casa. Desvalijada, porque ya no tiene nada, pero ahí está”, dice.

Departamentos invadidos en el fraccionamiento Valle de San Miguel.
Departamentos invadidos en el fraccionamiento Valle de San Miguel. Alejandra Rajal

Los vecinos también se han organizado para gestionar servicios como recolección de basura, desazolve del drenaje y poda de árboles. Son servicios públicos que los ayuntamientos brindan en cualquier colonia, pero el conjunto habitacional quedó en un limbo administrativo y los vecinos tuvieron que solicitarlos.

Enríquez, la presidenta del comité vecinal, dice que el siguiente paso será poner seguridad a la entrada del fraccionamiento para evitar el ingreso de personas no identificadas. Además, buscaron al Infonavit para tratar de solucionar el problema de las viviendas invadidas, para que dé alternativas a quienes hoy las ocupan.

En esas tareas, hay un sentido de pertenencia, pues están luchando por cuidar su patrimonio y vivir en el lugar que les prometieron. “Al final uno plasma un sueño antes de tener una casa y dice uno: ‘yo quiero tener mi casa’ y te ves en esa casa. Y sí, tengo ahora mi casa y ese es un sueño que he cumplido”, dice López.

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