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Álvaro Leyva: “Colombia es todo lo contrario a lo que ciertas élites creen que es”

El mediador en todos los procesos de paz entre el Gobierno y las guerrillas considera que esta campaña no ha estado a la altura del momento que vive el país

Sally Palomino
Álvaro Leyva
Álvaro Leyva, en su casa al norte de Bogotá, el pasado 5 de abril.Juan Carlos Zapata (EL PAÍS)

Álvaro Leyva (Bogotá, 79 años) lleva toda la vida imaginando a Colombia en paz. No ha habido ningún proceso de diálogo en el país en el que no haya sido mediador. Fue ministro, congresista, candidato presidencial, constituyente, y ha sido un obstinado que cree que solo sentándose todos en la misma mesa se puede acabar la violencia. A los 28 años fue secretario privado del presidente Misael Pastrana, y desde entonces su nombre ha sido reconocido como una figura —quizá la más respetada— del Partido Conservador, aunque sea el más liberal de los liberales. Su carrera política lo llevó a ser elegido como uno de los constituyentes en el año 1990 y fue uno de los grandes protagonistas de la Constitución de 1991.

Su aporte fue clave para que la carta política, que rige desde entonces, incluyera la paz como uno de los principales deberes del Estado. “Quisiera terminar la vida viendo que valió la pena todo lo que ha pasado en estas épocas para no acabar en lo mismo”, dice durante esta entrevista. La última vez que se involucró en un proceso para insistir en que no hay más camino que una negociación para salir del conflicto fue cuando medió entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC para alcanzar el acuerdo que se firmó en 2016 (“Nunca pensé que lo fueran a sabotear”, dice en esta conversación). La primera vez fue en mayo de 1988, cuando hizo parte de la comisión para negociar la liberación del dirigente conservador Álvaro Gómez, secuestrado por el M-19.

En su apartamento, en el norte de Bogotá, recibe a este diario para hablar de las elecciones presidenciales (“podemos regresar exactamente a lo que ocurrió hace cuatro años”, dice preocupado) y de lo que la campaña ha revelado sobre los colombianos: “Acá hay una gran ignorancia, no sabemos en qué país vivimos”.

Pregunta. ¿Cómo evalúa lo que ha sido esta campaña presidencial?

Respuesta. Yo creo que el momento que vive Colombia merecía una mejor campaña. Da la impresión, por la forma cómo se están presentando los actores y cómo se presentan los unos a los otros, que podemos regresar exactamente a lo que ocurrió hace cuatro años, cuando se eligió por susto a un individuo que no ocupaba ningún lugar en el escenario nacional y eso llevó a una improvisación en todos los campos.

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P. ¿Le parece que el debate electoral ha sido pobre?

R. Hay un candidato al que si yo hubiera visto hace dos meses en la calle no lo hubiera reconocido y al que ni siquiera llaman por su nombre. Esto está bien porque a él le gusta, es como cuando yo era más joven y tenía pelo y me decían mono, pero me parece que es un vacío total de contenido político. Veo candidatos que están centrados en necesidades muy locales, que no saben interpretar la realidad más allá de las fronteras. Tenemos una mentalidad enana frente al mundo.

P. ¿En qué sentido?

R. Por ejemplo… ¡Seguimos hablando de [Álvaro] Uribe! Y ese tema se ha debido superar hace años, pero en realidad lo que más preocupa es que veo una campaña absolutamente errática y una campaña que vamos a lamentar porque le va a causar profundos daños al país.

P. ¿Qué es lo que más le ha preocupado de estas elecciones?

R. El lenguaje empobrecido que hemos visto, unos odios que realmente repugnan. Por eso salí a la defensa, por decirlo así, de Francia Márquez. Su presencia ha mostrado que los colombianos no se conocen entre sí y hay una cosa horrorosa y es que hay muchos que se consideran de mejor familia porque les ha ido bien en los negocios, y se han convertido en unos trepadores arribistas que dan un pésimo ejemplo. Y lo que uno busca en un país como este es generar una movilidad social, ofrecer oportunidades.

P. Estas son las primeras elecciones, después de muchos años, en las que el expresidente Álvaro Uribe apenas suena, ¿cree que el uribismo está en decadencia?

R. Claro que sí. Su discurso está pasado de moda, y no solamente eso, sino que su Seguridad Democrática, si bien es cierto que ayudó a arrinconar a los alzados, convirtió a Colombia en un cementerio. Yo no soy quien lo deba juzgar, pero él buscó soluciones en fórmulas reprobables como el Pacto de Ralito [el proceso de desmovilización de los paramilitares bajo su Gobierno], donde el propio [Sergio] Jaramillo, quien fue su viceministro y también negociador en La Habana, ha señalado que más del 60% de los desmovilizados eran narcotraficantes.

P. ¿Cómo califica el Gobierno que está por terminar?

R. En la Universidad Sergio Arboleda conocí a los que están gobernando hoy, allá conocí al presidente de la República, que cada vez que nos encontrábamos decía ‘Álvaro Leyva fue mi profesor’, pero fue como si no hubiera aprendido nada.

P. ¿Cómo ve a su alumno ejerciendo de presidente?

R. Es un hombre que mete la mano a la justicia permanentemente, que no debe participar en política y hoy la primera noticia es él buscando cerrarle el camino a [Gustavo] Petro. Es decir, acá lo que hay es una visión fallida de la política y naturalmente eso es doloroso porque no sabemos hacia dónde vamos.

P. El estallido social del año pasado reveló la necesidad que tiene el país de cambios profundos para acabar con la desigualdad, ¿Qué opina de la respuesta del Gobierno?

R. Aquí hubo un levantamiento. Una protesta de tres meses que se fue apagando, pero que nunca quedó resuelta. Nunca se solucionó nada. Son inconformismos que están ahí y que en cualquier momento pueden volver a irrumpir. Hoy se debería estar viendo la campaña no con esos matices de izquierda o de derecha, sino con la visión de cómo se va a resolver la situación a toda la gente que protestó. ¿Por qué una persona como Francia Márquez es un fenómeno? Porque Colombia nunca ha atendido a los territorios. Cuando uno vuelve, por ejemplo, al Chocó es como volver a 200 años atrás. Es una vergüenza el abandono. Como en el Cauca, la costa del Nariño… Entonces hay unos fenómenos que se presentan como el de Francia Márquez que nos muestra que hay sectores que han estado ahí, en la miseria tantos años, y que ha habido un despertar y una conciencia que nos debe llevar a preguntarnos en qué país vivimos, que es distinto al de hace 30 o 40 años, sobre el cual navegamos en las mismas aguas y que nos llevó a un desconocimiento de la realidad.

P. Ahora que menciona a Francia Márquez, usted ha salido a su defensa por los ataques que ha recibido. ¿Colombia es un país racista y clasista?

R. Sí, y hay una razón histórica. La pérdida del Canal de Panamá nos cerró la ventana frente al mundo, ahí perdimos la visión del mundo. Nos fuimos para la montaña y nos olvidamos de las costas, considerábamos que ir a la provincia era ir a la costa, donde estaba ni más ni menos que el diálogo universal, porque siempre ha sido a través de los mares que se ha unido el mundo. Aquí nos enmontamos y llegó un momento en que el 80% de nuestras divisas se producía aquí, en las montañas, y se creó una clase “blanca” que se adueñó del país. Nos metimos una gran mentira y era que creer que Colombia era solo esto. Tenemos una historia que nos llevó a considerar que este era un país de “blancos”, cuando la verdad es que todos los que se consideran blancos son mestizos.

P. No conocemos nuestra historia.

R. Hay una gran ignorancia. No sabemos en qué país vivimos. Eso ha llevado a una centralización desde todo punto de vista estúpida, porque se desconocen las realidades de las regiones, justamente de donde es producto una Francia Márquez. Nuestro país es todo lo contrario a lo que ciertas élites consideran que es.

P. ¿Es también una negación de lo que somos?

R. Es una negación y hemos estado eligiendo a presidentes sin una visión global, que creen que están viviendo en el Valle de Aburrá… Del Valle de Aburrá al poder, con todos los que piensen igual. No estamos reflejando la realidad nacional y eso es preocupante porque si no se satisfacen todas las demandas pendientes tenga la seguridad de que va a llegar el momento en que lo vamos a ver en la calle y de manera violenta.

P. Usted ha participado en todos los procesos de paz en Colombia. ¿Cuál es el reto para quien llegue a la presidencia en temas de paz?

R. Yo me vinculé a los procesos de paz en 1984. Y desde entonces me metí en todos los procesos, fui el primero en buscar a Quintín Lame, también fui el primero en hablar con el ‘cura’ Pérez directamente. También con el PRT (Partido Revolucionario de los trabajadores). Alrededor de todo eso, uno se acerca no solamente a los personajes, sino a sus regiones, porque hay que ir a buscarlos. En esa época había que buscarlos, meterse en los ríos. Entonces que veo ahora yo, elegido un señor como Gustavo Petro avanzaría cualquier diálogo por concertación, mientras que otros candidatos llegarán a la conclusión de que lo que hay que hacer es acabar con la contraparte, no dejarla participar, arrinconarla. ¿Quién está más aterrizado frente al país que vive?

P. Usted decía en 2015 en una entrevista con este diario que el acuerdo de paz despejaría el futuro de Colombia. ¿Qué piensa hoy de esta afirmación?

R. Nunca pensé que se iba a cruzar tanto saboteador. Aunque también hubo equivocaciones. Yo, por ejemplo, le dije al presidente Juan Manuel Santos que para la aprobación de un acuerdo de paz no se requería algo como el plebiscito y eso lo cobraron… A pesar de eso, daba la sensación de que se estaba produciendo algo exitoso.

P. El proceso de paz permitió el desarme de miles de hombres y mujeres, pero muchos que han intentado reintegrarse los han matado. ¿Qué ha fallado?

R. El acuerdo de paz no se trataba solo de una firma, necesitaba un desarrollo. Como por ejemplo, el de la seguridad, que era distinto al de la seguridad nacional, la seguridad para todos los que de alguna forma estaban aportando a la paz con la entrega de las armas, con el arrepentimiento, con el sometimiento a la Jurisdicción Especial para la Paz, pero de eso no se ha cumplido y los datos que nos han mostrado no corresponden a la realidad.

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Sobre la firma

Sally Palomino
Redactora de EL PAÍS América desde Bogotá. Ha sido reportera de la revista 'Semana' en su formato digital y editora web del diario 'El Tiempo'. Su trabajo periodístico se ha concentrado en temas sobre violencia de género, conflicto armado y derechos humanos.

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