Andrés Vanegas, el paleontólogo del desierto de la Tatacoa

El creador y director del Museo de Historia Natural de la Tatacoa rescató un patrimonio ignorado en una vereda del municipio de Villavieja, Huila, y lo expuso al mundo

Andrés Vanegas
Andrés VanegasFelipe Villegas

Encontró en el desierto, cerca a su casa, “un cuernito” y “un diente que tenía alrededor una especie de sierra”. Inmediatamente, Andrés Vanegas, de 11 años, pensó que le pertenecían a un dinosaurio. Y aunque resultó no serlo –eran una tenaza de cangrejo y un diente de un cocodrilo terrestre– ese hallazgo marcó para siempre el rumbo de Vanegas y el de su pueblo.

En la vereda La Victoria del municipio de Villavieja (Huila), que se encuentra en la parte norte del desierto de la Tatacoa, sus habitantes, principalmente dedicados a la agricultura, pasaron décadas sin prestarle mucha atención a una de las áreas paleontológicas más importantes del continente, a pocos metros de sus puertas. Todos tenían fósiles en sus casas, pero los usaban para pisar papeles o asegurar las puertas. “Nadie pensaba en la historia que había detrás, pero yo quería saberla”, cuenta hoy Vanegas, de 34 años, creador y director del Museo de Historia Natural de la Tatacoa.

Al niño que comenzó a coleccionar fósiles o “al tonto recogiendo piedras”, como le decían quienes se burlaban de su pasatiempo, se sumaron otros compañeros, entre ellos su hermano Rubén, que para ese entonces tenía 8 años y que desde entonces no ha dejado de ser su aliado en ese sueño.

Empezaron tres y llegaron a ser 15. Alguien les decía que había visto dientes de dinosaurio en un terreno o tortugas completamente hechas de piedra, y ahí llegaban los niños excavando con las cucharas y los cuchillos que sacaban de sus cocinas, guardando los especímenes en bolsas de arroz y llevándolos a la casa de la familia Vanegas.

“Nos poníamos a jugar, a ver quién encontraba lo más chévere”, dice para referirse al comienzo de una colección de fósiles que hoy es reconocida como la más importante de la zona de la Tatacoa, un área de 35.000 hectáreas sobre la que han puesto los ojos paleontólogos de todo el mundo, en parte gracias al proyecto de vida de estos dos hermanos.

equipo del Museo de Historia Natural de la Tatacoa
El equipo del Museo de Historia Natural de la Tatacoa desentierra fósiles de un terreno.Felipe Villegas

Andrés tenía 13 años cuando se le ocurrió que había que hacerle un museo a esa vereda. Así que él y su hermano empezaron a pedir ayudas estatales que, según dice, siguen sin llegar. Pero también acudieron a la comunidad científica en Colombia y otros países, principalmente Estados Unidos.

Ante tanto material, su abuelo les regaló un terreno con una casa de bahareque para que pudieran mover los fósiles, que ya no cabían en la vivienda familiar. Estaba en muy malas condiciones pero era, finalmente, un hogar para esa colección.

Cuando terminó su bachillerato, el proyecto pareció ponerse en pausa, “porque de los fósiles no iba a vivir”, dice entre risas. Se fue a estudiar psicología y consiguió un trabajo como guardia de seguridad en la Universidad Surcolombiana, en Neiva, a una hora de la vereda.

Recuerda la noche en que le tocó cuidar el museo de la universidad, “como en la película”, dice. Y aunque nada cobró vida, sí recuerda haber quedado muy impresionado al recorrer el lugar. Era eso lo que soñaba para La Victoria. Por eso no dejó de tocar puertas, buscando contactos en la universidad y, con la llegada de Facebook, enviando solicitudes de amistad a científicos.

Contar la historia de su proyecto, una y otra vez, supo llevarlo a las personas correctas. Entre ellas a Carlos Jaramillo, el geólogo colombiano vinculado al Instituto Smithsoniano de Investigaciones Tropicales, el paso definitivo para consolidar el museo.

Lo primero: recibir a científicos del Smithsonian para que ayudaran a clasificar el material recogido durante más de una década, y del que Vanegas parece dar cuenta casi de memoria: tortugas gigantes, delfines, caimanes terrestres, la zarigüeya dientes de sable más completa de la que se tiene registro, primates, perezosos del tamaño de toros, un diente de megalodón… dan cuenta de más de 6.000 especímenes.

Cuando llegaron los primeros científicos, los vecinos prestaban mesas de sus casas para exponer los fósiles recolectados en el pasillo de los Vanegas, pero una vez catalogada la colección, llegó el momento de apostarle a una sede, una construcción que aprovechó el terreno de la antigua casa de bahareque. Para esto, por medio del Smithsonian, contaron con la financiación del astronauta William Anders y su esposa, Valerie.

El Museo de Historia Natural de la Tatacoa abrió finalmente sus puertas en 2021, con una exposición diseñada con ayuda del Parque Explora de Medellín. Hoy cuentan también con un centro de investigaciones, trabajan formando jóvenes de la zona y ya piensan en expandirse.

Cuando se le pregunta dónde surge la fascinación que han logrado en la comunidad científica internacional, Andrés Vanegas es claro: “La Tatacoa es una ventana en el tiempo”, una ventana que se expande hasta hace 13 y 14 millones de años, de un ecosistema que, en ese momento, era similar al de la Amazonía.

Y aunque primero llegaron los reconocimientos desde afuera, la gente de La Victoria también se ha sumado a este fenómeno. “Este era un lugar agrícola, nunca turístico, hoy hay restaurantes, hoteles, tiendas, heladerías”, cuenta.

Y agrega otro logro que están celebrando por estos días: el joven Diego Armando Urueña, nacido en la vereda, obtuvo una beca para estudiar geología en la Universidad EAFIT, en Medellín, encaminado a convertirse en el primer paleontólogo local. “El primero, justo ahora que cumplimos 100 años desde que se empezó a explorar la Tatacoa”, dice con orgullo.

*Apoyan Ecopetrol, Movistar y Fundación Corona.

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