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La peor sequía en siete décadas en Brasil encarece el grano de café colombiano

La libra de arábica, la variedad más extendida en el país, toca máximos en 12 años al cotizarse en 2,70 dólares en la Bolsa de Nueva York

Un trabajador recoge cerezas de café durante la cosecha en Fredonia en Antioquia, Colombia
Un trabajador recoge cerezas de café durante la cosecha en Fredonia, en el departamento de Antioquia (Colombia).Edinson Ivan Arroyo (Bloomberg)
Camilo Sánchez

La taza de café colombiano, ese ritual humeante enraizado en el desayuno de millones de ciudadanos, no hace sino encarecerse. La cotización de la libra de arábica, la variedad más suave producida en el país, alcanzó esta semana los 2,70 dólares (11,301 pesos, al cambio de este miércoles) en la Bolsa de Nueva York. Se trata de una realidad engarzada a la sequía más grave vivida en 70 años en las cosechas de Brasil, el mayor exportador y productor con casi una tercera parte de todo el café del mundo. Las afectaciones climáticas durante agosto y septiembre han hundido por cuarto ejercicio consecutivo la oferta global del grano y ha impulsado los precios a lo largo del año un 43%.

Una noticia que, sumada al aumento del 36% en las exportaciones de sacos colombianos en la primera mitad del año, contrastada frente al mismo período de 2023, configura un panorama en apariencia alentador. Sobre todo para algunos productores y su aporte al crecimiento de la economía. La presión al bolsillo de los consumidores, sin embargo, puede significar una disminución en el consumo. Dos realidades que conviven en paralelo desde la pandemia, cuando el costo de la vida en Colombia alcanzó un techo del 13,4% en marzo de 2023.

Desde entonces, la presión ejercida por el nicho de alimentos, con fluctuaciones sujetas a la intensidad de las lluvias o sequías, ha tenido un rol seminal en su comportamiento. Hoy la tasa de inflación, según la lectura interanual de agosto, ha bajado hasta 6,1%. Todo un logro del Banco de la República, responsable de la política monetaria colombiana, si se tienen en cuenta la diversidad de factores e imprevistos que acechan cada cierto tiempo. Como la sucesión de dos fenómenos climáticos adversos como La Niña y El Niño. O los problemas logísticos en los puertos internacionales.

Estos últimos surgieron primero en Europa, en febrero de 2022, con la invasión rusa a Ucrania. Y el más reciente se produjo en Oriente Medio, en octubre de 2023, tras la sucesión de ataques entre Israel y Palestina y sus vecinos árabes o persas. Conflictos geopolíticos mayores que se suman a esta historia por su impacto al alza en el costo de los fletes, que se llegaron a multiplicar en algún punto por diez, para la exportación cafetera y la importación de insumos agrícolas vitales. Realidades, en suma, que se reflejan con tanto sigilo como eficacia sobre el precio que los colombianos pagan por una bolsa de café en las tiendas y supermercados.

El coste de referencia de una carga de 125 kilos para la compra de café pergamino seco en el mercado local, según datos de la Federación Nacional de Cafeteros, ronda los 2.200.000 pesos (525 dólares). Para formarse una idea, a mediados del año pasado se vendía a 1.360.000. “Los precios empiezan a subir en mayo o junio de este año”, explica el representante del comité cafetero de Antioquia, Alexander Taborda, “pero hasta ahora estamos comenzando la cosecha del segundo semestre, cuando se recoge el 60% de la producción. Para los caficultores, si se mantiene la curva, será positivo cualquier precio entre 1.800.000 y 2.000.000″.

Por eso alerta de que, debido a la distribución del calendario de las cosechas, hay una porción importante de las 550.000 familias cafeteras en el país que aún no “han tenido la suerte de beneficiarse del aumento”. Todo dependerá de las previsiones del clima. La sequía ha dejado, por lo pronto, un déficit hídrico perjudicial para la calidad del grano: “Agosto y septiembre fueron meses muy calurosos y, como nosotros decimos, se corre el riesgo de que las cerezas salgan ‘veraneadas’ y con bajo peso. Cuando la calidad no es la mejor, el comprador tiene margen para regatear el precio en un 20 o 25% de lo que está en el tablero”.

Tampoco se debe perder de vista que el 90% de los caficultores en el país son pequeños minifundistas que se las arreglan en parcelas de menos de cinco hectáreas. Ese renglón aporta un 60% de la producción. Del 40% restante se encargan los grandes y medianos. Por eso seguirle la pista a la repartición de los dividendos y del bienestar en el sector resulta una tarea engañosa: “Es muy complejo establecer quién gana o pierde, a ciencia cierta, a lo largo de la cadena entre productores, tostadores, comercializadores o exportadores. Todo depende de los volúmenes de inventario que maneja cada actor y eso se desconoce por completo porque uno de los grandes líos en el mundo de las materias primas es la falta de control sobre ellos”, explica Taborda.

Queda claro, en todo caso, que 2023 fue un año regular para la gran mayoría en los campos colombianos, debido, entre otras, al precio y la baja en la producción dejada por el invierno. Realidades que son perfectamente extrapolables a otros países cafeteros, como Vietnam, Indonesia, México, Costa Rica o Nicaragua. Taborda explica que, dentro de estas turbulencias constantes en los mercados, muchos productores acumulan pérdidas que en los años de repunte simplemente deben ser cubiertas. Esa es la situación, quizás, que está en curso para muchos campesinos expectantes del trimestre final.

No es de extrañar que los consultores e inversores agrícolas del mundo se encomienden cada vez más a la precisión de las agencias meteorológicas. “Tres milímetros de agua más, o sea nada, pueden desplomar un mercado. Igual pasa con una sequía que se extiende”, concluye Albert Scalla, vicepresidente del grupo financiero estadounidense Stone X. “Ahora mismo tenemos en Brasil plantaciones donde la temperatura promedia los 44 grados centígrados. El suelo está hirviendo y eso quema la raíz. Estamos precocinando el café y, sin agua, el corazón de la pepa se vuelve negro”.

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Camilo Sánchez
Es periodista especializado en economía en la oficina de EL PAÍS en Bogotá.
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