Jorge Llano, el gran maestro de las ‘constelaciones’ y la terapia Gestalt, acusado de abusos sexuales en Colombia
Una decena de mujeres ha denunciado públicamente al reconocido terapeuta de manipularlas psicológicamente para cometer actos sexuales no consentidos. EL PAÍS recaba el testimonio de tres de ellas. El aludido niega los señalamientos y sus defensores consideran que se le ha satanizado
Jorge Llano, por años un referente en el mundo de la psicología y la espiritualidad en Colombia, ha sido señalado por una decena de sus antiguas alumnas en la escuela Transformación Humana de haber aprovechado su poder para, a través de estrategias de manipulación, llevarlas a cometer actos sexuales que no deseaban. Tres de ellas le contaron a EL PAÍS sus historias. Llano se ha negado a dar una entrevista a este diario, pero ha sostenido su inocencia. Dos personas de la escuela que fueron entrevistadas niegan haber visto los abusos señalados y consideran que quien fuera su maestro ha sido satanizado.
Todas llegaron a Transformación Humana buscando sanar sus heridas. No imaginaban que saldrían con otras nuevas, aún más profundas. Llano era profesor y el fundador de la Escuela de Gestalt Claudio Naranjo en Bogotá, y viajaba por el mundo dictando conferencias sobre constelaciones familiares, bioenergética y crecimiento personal. Carismático e inteligente, con él sus alumnas se sentían a salvo para abrir sus corazones y contar sus vidas.
La escuela era un “hogar para los excluidos”, recuerda una de sus estudiantes quien, como las otras dos mujeres entrevistadas por este diario, habla bajo la condición de anonimato. “En medio de este mundo de gente tan herida”, añade otra de ellas, era un refugio de amor donde los asistentes, muchos de ellos psicólogos, no solo buscaban ampliar sus herramientas terapéuticas, sino sanarse a sí mismos. Pero el camino hacia la sanación que se les proponía era, por momentos, tortuoso.
Relatan que en las sesiones individuales y grupales sucedían cosas extrañas, que de antemano Jorge les advertía que era mejor callar, porque el mundo exterior probablemente no las entendería. Los testimonios coinciden en que solían ocurrir con mujeres jóvenes, inteligentes, a las que Llano trataba como sus “elegidas”. Les pedía que se sentaran en sus piernas, y en ocasiones las manoseaba, les daba una nalgada o las rozaba con una erección, según varios relatos recogidos en la cuenta de Instagram Rompiendo el miedo.
La cuenta ha publicado 21 testimonios anónimos: 12 de ellos narran, en primera persona, situaciones de intimidación sexual. Su nombre es el mismo del colectivo creado por ocho mujeres que consideran que fueron víctimas de abusos sexuales por parte de Llano y que dicen tener conocimiento de cerca de 30 casos; el más antiguo que han rastreado data de hace tres décadas. Llano, en tanto, ha negado rotundamente las acusaciones. Contactado por este diario, declinó hablar. Explicó que así se lo recomendaron sus abogados, quienes están recaudando pruebas para iniciar un proceso por difamación contra las denunciantes.
Según los relatos recogidos, Llano habría llevado a varias mujeres a cometer actos sexuales no consentidos en un contexto de manipulación emocional —como su terapeuta, conocía los “puntos ciegos” y las debilidades psicológicas de cada una— o bajo estados alterados de consciencia, en talleres en los que les daba medicinas de tradiciones indígenas o sustancias psicoactivas, bajo la promesa de la sanación.
Llano les proponía hacer ejercicios para trabajar su erotismo y desbloquear su sexualidad, señalan las denunciantes. “Me dijo: bésame, acuéstate conmigo, métete en la cama conmigo, sedúceme, terminemos el ejercicio”, cuenta una de las entrevistadas. “Fueron varias veces, en la noche. ‘Vamos a trabajar’, y el trabajo era eso. Y sin que él me dijera específicamente ‘no le cuentes a nadie’, yo no le contaba a nadie. Era una cosa que me hacía sentir vergüenza y a la vez privilegio”.
Las víctimas narran que se aislaron y optaron por el silencio, hasta que, poco a poco, la una fue encontrando a la otra, contándose lo sucedido, detectando patrones y pasmosas coincidencias. Para ellas, lo más aterrador fue descubrir que todas eran del eneatipo 2. En Transformación Humana usaban el sistema de clasificación de la personalidad conocido como el eneagrama, que se basa en nueve arquetipos y era tan clave en la forma de relacionamiento dentro de la escuela que “la gente no veía a la persona sino a los números”, señala una de ellas.
Dentro de esa taxonomía, las 2 son mujeres “alegres, generosas, espontáneas, seductoras, femeninas, cálidas y gustosas de ayudar”. Pero Llano enseñaba que también eran la “puta escondida”. Una de las entrevistadas considera que el abuso comenzó a fraguarse desde que él la clasificó. “¿Quién me va a creer? La gente de la escuela ama a Jorge y yo soy la puta encubierta víctima, porque la 2 es hipocondríaca, juega a la niña. Entonces mi voz no vale”, relata. “Parece House of cards, todo planeado”, añade, haciendo referencia al famoso drama político.
Cuando se enteraron del caso de una joven de 18 años y de otro en el que hubo un forcejeo con una estudiante, decidieron enfrentar el miedo y hacer su primera publicación en Instagram, el 21 de junio de 2023. “¿Cuántas más?”, se preguntaron. Las denunciantes dicen que aún no entienden del todo qué les pasó, por qué un poder casi sobrenatural pareció sobreponerse a su voluntad. Buscan metáforas para tratar de explicarlo, y las tres encuentran siempre la misma: era como estar en una serie de Netflix.
Para bien [o para mal]
En plena pandemia, una amiga le sugirió a una de las mujeres que se viera la docuserie Para bien [o para mal], que en cada episodio explora una terapia alternativa que le había hecho bien a muchas personas, pero que a otras les había arruinado la vida. Le insistió en que viera el segundo capítulo, sobre sexo tántrico. “Y yo, inocentemente, miro eso y empiezo a llorar”, relata la entrevistada. “Fue lo que me pasó. En la serie cuentan cómo llegan mujeres a querer sanarse y el gurú les dice que para eso tienen que tener sexo, avivar su eros. Ellas no quieren hacerlo, pero el grupo les dice: ‘¿No quieren curarse?’ El gurú les dice: ‘tú no sabes, yo te curo’. Ellas terminan haciendo actos eróticos que no desean en nombre de la curación, obligadas y con presión”, añade. Recuerda que esa noche finalmente pudo darle nombre a lo sucedido y reconocerse como víctima.
Las entrevistadas narran que a menudo Llano mencionaba el eros, el arquetipo de la conducta amatoria. “Yo vi tu eros, tu poder y tu luz. Deja de comportarte como una niña y sé una mujer, yo sé que me viste como un hombre con eros encendido, no te mientas”, le dijo a una de sus alumnas, según el testimonio 7 de Rompiendo el miedo. “Era un momento de mi vida muy oscuro”, señala el texto. Relata que Jorge le ofreció un masaje, le dijo que “había visto que tenía cerrado el corazón y él le podía ayudar a abrirlo (…) Me empezó a tocar el pecho, la cintura, las piernas, la cara, y se acercó a besarme. Yo todavía me siento muy culpable y tonta, porque no lo paré pensando que eso me iba a sacar de mi depresión, y llegó a hacerme más cosas”.
Otra de las mujeres sostiene que “a casi todas las víctimas de abuso sexual les decía eso: ‘usted me desea y no lo ve, malparida, legalice su deseo, abra su erotismo, usted me desea y no lo dice. ¡Cómo me estás mirando! Usted me quiere comer’. Lo decía así, y en público. Te daña la cabeza y después a escondidas te dice: ‘¿quieres trabajar? Vamos a la casa”. Las entrevistadas coinciden en que Llano también utilizaba otro elemento muy explorado desde el psicoanálisis: la relación con el padre. “A todas nos entra por una herida con el padre y por despertar nuestro erotismo”, añade una de ellas. En algunas sesiones aplicaba la técnica de la contratransferencia y personificaba a alguien más. “Jorge representaba al papá de todas (…) y como supuestamente casi todas le teníamos deseo al padre, entonces lo deseábamos a él”, explica.
Las denuncias más graves se refieren a situaciones en Agua Blanca, la sede campestre de la escuela, ubicada en Guasca, Cundinamarca. Rodeada de montañas y silencio, esta finca no solo facilitaba el retiro y la introspección que prometían los talleres que allí se realizaban, sino que a tres minutos caminando, lejos de las aulas, estaba la casa de Jorge. Las mujeres del colectivo señalan que a muchas las invitaba allí a seguir “trabajando”, o las hacía ir con excusas. Una de ellas cuenta que le escribió diciéndole que se estaba desmayando, pero cuando ella llegó y le dijo que iba a pedir auxilio, Jorge respondió: “Lo que yo necesito para curarme es que tú te acuestes desnuda encima de mí”.
En la finca se hacía el llamado Taller de sexualidad. “Todas firmamos consentimiento informado de que sabemos lo que puede pasar”, cuenta una de las asistentes, “pero es un taller en el que te obligan a desnudarte. A mí me obligaron a ‘sanarme’ dejando que todos mis compañeros me manosearan. Son abusos sexuales públicos, legitimados, todos como en un ensoñamiento”. Pero la sanación prometida no llegaba, dicen. Lo que asomaba era un llanto silencioso, en las habitaciones compartidas, y una sensación de culpa que, según las consultadas, derivó en depresión y en una grieta en su autoestima. El cuerpo les advertía que algo no estaba bien, pero ellas dudaban.
Del ‘love bombing’ al ‘follow into it’
Llano fue armando todo como un castillo de naipes, apuntan las mujeres del colectivo. Desde arriba, movía las piezas: organizaba parejas —”era muy casamentero”, dice a este diario un hombre que fue cercano a él— o sugería divorcios. Los vínculos entre las personas de la escuela pasaban por él, mientras las redes de apoyo externo se iban disolviendo, comentan las fuentes. Había un proceso de ‘triangulación’, añade una de sus antiguas colaboradoras: “Tú hablas mal del uno con el otro, con el otro del otro, y lo que haces es fragmentar el tejido del grupo. Es una técnica para aislar a la gente y que nadie hable”.
Los testimonios señalan que Llano aconsejó a algunas mujeres que se dejaran embarazar y a varios hombres que rompieran un condón para evitar que su pareja los abandonara. A otras, cuentan, las convenció de que su padre las había abusado. “Me empezó como a meter la idea. Durante la toma de yagé, en un momento que estaba en crisis, vomitando, él se acercó a hablarme y a decirme como: ‘Suéltalo, ese secreto no es tuyo, deja de cuidar a tu papá'. Yo me convencí de que mi papá había abusado de mí. Es una cosa terrible porque teníamos una relación maravillosa, súper cercana, y yo entré en crisis. Duré meses sin hablar con él”, recuerda una de las afectadas.
Esta injerencia se debe a un proceso de despersonalización, explica Danny Ortiz Basante, abogado y representante en Colombia de la Red de Apoyo a Víctimas de Sectas. “El fin máximo de un líder de una organización destructiva [perfil que considera tiene Llano] es despersonalizar a su víctima, que ya no tome decisiones por sus propios procesos cognitivos, sino que dependa del líder. Que ceda absolutamente en todo, desde un par de zapatos hasta decisiones profesionales, de pareja, de salud”, dice el experto.
Ortiz encuentra en Transformación Humana el proceso típico de las que califica como organizaciones destructivas. Inicia con el love bombing, o bombardeo de amor: “Te hacen sentir cuidado, incluido, querido”. Después exigen pequeñas renuncias, que van escalando hacia otras más grandes. Es la etapa que llama follow into it. En palabras de una de las entrevistadas, que fue tutora durante años en la escuela, “vas cediendo tu frontera, y mientras más cerca estás del poder y del líder, más trasgresiones y más cosas difíciles te piden (…) Al final, te das cuenta de que tranzaste por pertenecer”.
Los hombres también debían pagar un precio. “Ellos eran más del eneatipo 8. Jorge los acercaba, pero era para sacarles dinero”, cuenta a EL PAÍS un estudiante que hizo parte la organización. De ellos exigía lealtad, y la traición era castigada. El hombre dice haber sido testigo de cuando Llano hizo arrodillar a uno de los profesores, delante de toda la escuela, como condición para perdonarlo tras haber dictado clases en otra institución. “La humillación era una cosa de todos los días”, añade, y dice que la aplicaba con los hombres que sentía que lo cuestionaban, y con las mujeres que más le gustaban: “Era una persona paciente, que hacía el trabajo de hacerla sentir lo peor antes de hacer su movida”.
Llano lo utilizaba como dealer, según cuenta; él era el encargado de comprar las drogas que se repartían en los talleres Todo por amor. “Yo tenía un problema de adicción y él me ponía a buscar las drogas, como a exponerme a recaer o a alguna cosa”, interpreta ahora. Al MDMA que le conseguía, afirma, Llano “le echaba florecitas y cosas para que pareciera algo natural. Le ponía nombres como ‘rayo del padre, la muerte”.
En la mayoría de las situaciones de abuso sexual, Llano no habría ejercido la fuerza física. Casi todas las mujeres dicen haberse quedado paralizadas. “Me congelé”, dice el testimonio 1. Ortiz explica que en estos casos, que se replican por todo el mundo, la fuerza ejercida es el “adoctrinamiento”, y aclara que no es un asunto de ignorancia, sino todo lo contrario. “Se ha demostrado que entre más inteligente, más riesgo tiene una persona de caer en una organización destructiva, porque es muy introspectiva y está buscando respuestas”, argumenta.
Las víctimas de estos abusos en el mundo, dice Ortiz, son hombres y mujeres de todas las edades. “Cuando les preguntas a las chicas que fueron abusadas si querían tener relaciones sexuales [con el líder], dicen: ‘No. Jamás he querido, no me gusta físicamente, no me parece atractivo’. ¿Y cuando estabas teniendo la relación sexual, pudiste oponerte? Y la respuesta es: ‘No, no podía’. Quieren pero no pueden oponerse. Están persuadidas por una fuerza invencible”.
La respuesta de Llano
Jorge Llano tiene otra lectura de los hechos. Cuatro días después de la primera publicación en Instagram de Rompiendo el miedo, divulgó en sus redes personales una carta en la que anunciaba su retiro como profesor y terapeuta. En ella enviaba un mensaje a quienes lo señalaban: “Ruego que algunas mujeres tomen su poder y se hagan cargo de su eros y de sus dinámicas; eso también ayudaría a desintrincarnos a todos y que cada uno recoja su energía y lo hecho. Adulto / adulto”.
“He sido un canal de fuerzas, y portador de linajes de curandería y sanación emocional, de empoderamiento personal, de la salud y el amor espiritual, no busco verdad, esa solo la tiene Dios”, decía en un texto en el que pedía disculpas generales, sin mencionar el abuso sexual. Y continuaba: “Sé que mi trabajo fue en muchas fases también del inconsciente, y fuera de contextos es complejo de entender. Puedo entender, respetar y aceptar que, para varias personas, esto que les sirvió en su momento, hoy en su retrospectiva no lo hayan integrado o no les haya servido, o hasta hecho daño; lo siento muchísimo (…) Yo lo tomé así de mis maestros y en amor ciego y fiel lo pasé a otros”.
Estas no son las primeras denuncias de abuso sexual dentro la terapia Gestalt, desarrollada por Fritz Perls, Laura Perls y Paul Goodman en las décadas de 1940 y 1950. Al tiempo que estallaban las denuncias contra Llano en Colombia, testimonios similares, sin que las mujeres se conocieran entre sí, se propagaban por México, Perú y Argentina. En esos países las escuelas no cerraron; retiraron a los profesores señalados y establecieron protocolos. En Colombia, en cambio, las acusaciones abrieron una profunda grieta en el gremio. Por un lado, están quienes aseguran haber visto conductas inapropiadas por parte de Llano —24 personas le escribieron al colectivo para sumar sus voces—; por el otro, terapeutas, pacientes y alumnos cierran filas alrededor de su maestro. Recuerdan cómo los ayudó a superar etapas dolorosas de sus vidas y no tienen para él sino palabras de admiración y agradecimiento.
EL PAÍS habló con dos de las personas que estaban a cargo de la fundación en el momento en el que estalló el escándalo. Cuentan que después de Rompiendo el miedo se vieron obligadas a cerrar los talleres, y dicen que fueron acosadas y culpabilizadas, pese a no ser responsables de las presuntas conductas de Llano, no haber sido alertadas ni haber presenciado ningún tipo de abuso sexual. “Nos satanizaron. Todos éramos violadores”, comenta uno de los antiguos formadores, que prefiere no dar su nombre para evitar más ataques.
Ante la presión y la deserción estudiantil, la escuela cerró sus puertas y sus miembros quedaron desperdigados. Llano desapareció del panorama terapéutico y sus giras internacionales fueron canceladas. Los directivos consultados dicen que buscaron a las denunciantes. “Nuestro plan era armar unos protocolos muy éticos, reintegrar a las víctimas y hacer un proceso restaurativo. Abrimos los canales de comunicación, empezamos a preparar los procesos. Teníamos psicólogos, teníamos abogados, pero ellas no quisieron conciliar con nosotros”, añade el terapeuta.
Era una “oportunidad de oro para hacer una reflexión más profunda”, argumentan. Y aunque sostienen que las mujeres tenían el derecho de acudir a las redes sociales, consideran que también tenían la responsabilidad de mostrar un resultado. “Los procesos tan fuertes en redes son una forma de juicio”, dice una mujer que hizo parte de las directivas de la fundación. “Pero quién decide y dónde está el derecho al buen nombre. No hay redención posible. A Jorge esto le significó su caída de todo. Lo mataron, a él y a su legado”.
La psicóloga María Paula Herrera Durán, miembro de la Corporación Colectiva Sanacción, que atiende a mujeres víctimas de violencias basadas en género y que ha trabajado con Rompiendo el miedo, defiende las publicaciones. Señala que esta forma de denuncia pública, conocida como escrache, es un derecho protegido por la Corte Constitucional. Para ella, es una herramienta útil “cuando la justicia patriarcal genera múltiples barreras, o cuando se utiliza el espacio jurídico para ejercer una violencia mayor a las mujeres, para minimizar sus testimonios”.
Herrera resalta que el escrache ha ayudado al proceso terapéutico, pues ha contribuido a que se desahoguen y apoyen entre ellas, y considera que es especialmente válido porque Llano ha negado estos actos. Efectivamente, la carta de Jorge no llenó las expectativas del colectivo: “Sentimos que todavía queda un camino por recorrer pues faltan reconocimiento, voluntad de reparación y asumir de manera genuina la responsabilidad por el daño causado”, escribieron las mujeres en respuesta.
Hasta este momento no han interpuesto ninguna acción legal; aseguran que temen un proceso largo, doloroso y revictimizante. Dicen, además, sentir temor por los poderes sobrenaturales que se le han atribuido a Llano, quien es considerado un chamán. “Todos los líderes sectarios van a establecerse como que recibieron ese poder de un episodio mágico que les cambió su vida”, explica Ortiz. La noche en la que la escuela emitió su comunicado, las mujeres de Rompiendo el miedo no pudieron dormir: “Una fiebre profunda, fuegos por toda la cara. Todas eran: no he dormido, estoy mal, estoy enferma (…) Una amiga sí dice: Jorge me tiene la vela prendida”.
Las denuncias significaron un quiebre profundo: amistades rotas, colegas que las cuestionaban y recriminaciones mutuas. Todo en medio de la nostalgia que dicen sentir por una escuela con una mística que no han podido replicar, pese a que las dejó rotas. “La Gestalt me sigue pareciendo una terapia poderosa”, aclara una de ellas. “El problema es que cayó en manos de unos hombres psicópatas, narcisistas, machos. Yo duré mucho tiempo con vergüenza, pero desde hace dos años me dije: Jorge me robó tanto, no me va a robar el amor por la espiritualidad”. Al final, están aplicando las herramientas que aprendieron, porque de eso tratan las constelaciones y la terapia Gestalt: de detectar patrones, sumergirse en lo profundo, trabajar los temas no sanados y sacarlos a la luz.
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