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Bogotá o Cali: Petro elige la sede de la cumbre mundial de biodiversidad

Los alcaldes de las dos ciudades buscan el visto bueno del presidente para ser la urbe anfitriona del encuentro de Naciones Unidas programado para octubre

Bogotá y Cali, posibles sedes COP 16
Un copetón sobre una rama, en Bogotá (Colombia).Cindy Rivera (Getty Images/iStockphoto)
Camila Osorio

El presidente Gustavo Petro debe tomar una decisión fundamental para dos ciudades de Colombia, y cada hora que pasa sin decidir puede salir muy costosa. El reloj empezó a correr a mitad del diciembre, hace dos meses, cuando el Gobierno viajó a Dubai para la cumbre internacional de cambio climático (COP 28) y allí logró convencer a la comunidad internacional para que Colombia fuera la sede de la próxima COP 16: la cumbre de la ONU para la biodiversidad. Fue una gran victoria del Gobierno—el presidente ha querido tener un mayor liderazgo internacional en temas ambientales—y también para el país, uno de los más biodiversos del mundo, al que llegarán expertos, activistas y gobernantes para llegar a acuerdos sobre cómo proteger al planeta. Se estima que podrían ser unas 12.000 personas las que viajen a la cumbre, a lo largo de sus 12 días, a finales de octubre.

Pero faltan solo ocho meses para un encuentro que otros países han organizado a lo largo de dos años, y el Gobierno Petro no ha decidido dónde será la cumbre. Una espera que ha dejado a las ciudades impacientes, sobre todo después de que Colombia, en cabeza de Barranquilla, perdió la oportunidad de ser la sede de los juegos Panamericanos del 2027 por incumplimientos en los pagos. Ahora cada minuto es oro para organizar una COP exitosa.

En varias cumbres pasadas, el país que ha ganado la posibilidad de ser anfitrión ha designado unilateralmente la ciudad que desarrollará el encuentro. Pero, en un acto para democratizar la decisión, el Gobierno Petro le pidió a varias ciudades que se postularan para ser la sede. Algunas grandes como Medellín —donde el alcalde Federico Gutiérrez es de oposición—decidieron no competir. Otras como Leticia, la ciudad colombiana sobre el Amazonas y quizás la más biodiversa del país, no podrían competir porque no tienen la infrastructura hotelera y de centro de convenciones para recibir la ola de invitados.

Quedaron dos felices finalistas: Bogotá, capital andina conocida localmente por sus 2.600 metros de altura, “más cerca de las estrellas”; y Cali, capital de la región Pacífica del país, conocida como la “sucursal del cielo” y de la salsa. Ninguna de las dos ciudades es gobernada por un alcalde que haya militado con el presidente, aunque ninguno de los dos es abiertamente de oposición, y los dos están haciendo un lobby intenso —con apoyo de funcionarios, congresistas y concejales—para ganar. Petro quedó frente a dos ciudades donde ha tenido un importante fortín electoral, y no puede favorecer a las dos.

La competencia entre Cali y Bogotá por el visto bueno del presidente no ha sido un duelo violento, sino una competencia amistosa sobre cuál ciudad es más hermosa, biodiversa, o preparada. El alcalde de Bogotá, Carlos Fernando Galán, ha querido resaltar que Bogotá alberga en sus laderas el páramo más grande del mundo, Sumapaz. El mandatario de Cali, Alejandro Eder, ha resaltado los farallones y ríos que rodean la ciudad, pero sobre todo el ser la entrada urbana a una de las zonas más biodiversas del país: la costa sobre el Pacífico. La competencia, sin embargo, no se limita al número de aves o la inmensidad de las zonas naturales. Bogotá tiene a su favor una palabra: infraestructura. Y Cali otra: descentralización.

El brazo fuerte de Bogotá es su infraestructura. La capital cuenta con una mayor capacidad hotelera para todos los invitados internacionales, además de centros de convenciones enormes como Corferias y Ágora para organizar conferencias internacionales. La ciudad elegida y el Gobierno nacional tendrían que cofinanciar la COP 16, y sale más caro entre más infraestructura nueva haya que construir. “En el país no hemos tenido antes un evento de esta magnitud y es cierto que los gastos serían muy grandes”, dice a El PAÍS la alta consejera de la Alcaldía de Bogotá para las Relaciones Internacionales, Sandra Borda. “En Bogotá no tenemos que construir nada más, la capacidad ya está instalada, lo que es una gran ventaja cuando hay pocos meses para organizar el evento”, argumenta. Añade, además, que tener la cumbre en la capital implicará una menor huella de carbono, ya que muchos invitados internacionales no deberán tomar un avión adicional para llegar a Cali.

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A esa carta, Cali responde con la de la descentralización. “Obvio que la capital tiene mejor infraestructura, pero acá la Gobernación, la Alcaldía, el sector privado y todo el que puede se ha comprometido a hacer lo necesario para hacer posible la COP 16, porque sabemos que va a mover la economía de la ciudad y va a visibilizar a nivel internacional quiénes somos″, dice a EL PAÍS la secretaria de Turismo de Cali, Mabel Lara. “En la COP se viene hablando de la importancia de descentralizar, de estar más cerca a las comunidades que se buscan proteger en las zonas biodiversas, y acá estamos en la puerta del Pacífico colombiano”, agrega. Se refiere a una zona ambientalmente muy rica, con una alta concentración de población indígena y afro, que tienen pocas oportunidades de acercarse al escenario internacional. “La idea es que todos los actores involucrados en biodiversidad tengan posibilidad de tener una representación más equitativa”, insiste Lara.

La descentralización no es un tema menor para el presidente, quien ha movido en dos ocasiones su gabinete entero a las regiones más alejadas del país, en La Guajira y el pacífico colombiano, para demostrar que es un mandatario que no se queda en su escritorio en Bogotá sino que gobierna desde donde están las personas menos escuchadas. Pero una buena infraestructura le es fundamental también para poder ser anfitrión de una cumbre tan importante para el Gobierno y su país, y no puede terminar en una debacle pública como la de los panamericanos. “Estamos pegados del techo esperando esta decisión y tenemos solo ocho meses para organizar la cumbre”, dice Lara desde Cali.

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Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.
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