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Comienza el vía crucis judicial de los Petro

El juicio al hijo del presidente, que empieza este jueves, colisiona con los planes de relanzar el Gobierno

Nicolas Petro
Gustavo Petro junto a su hijo Nicolás, la noche de su elección, el 29 de mayo de 2022.Fernando Vergara (AP)
Juan Diego Quesada

El presidente se ha propuesto que el 2024 sea el año de la remontada de su Gobierno. Gustavo Petro ha dado instrucción de que los proyectos que se quedaron a medias el año pasado por fin se concreten. Incluso en el Palacio de Nariño, la residencia presidencial, se habla de una remodelación de su Gabinete —a finales de enero—, de dos o tres cambios, que pondrían los cimientos de este renacer, tras un 2023 con muchos altibajos. Petro y su entorno no compran el discurso catastrofista de la oposición ni de algunos medios internacionales de renombre, pero son conscientes de que no se han conseguido los éxitos que se propusieron al inicio del mandato. Sin embargo, ese resurgir de este principio de enero se va a ver ensombrecido por quien más daño le han hecho: su familia directa. Su primer hijo, Nicolás Petro, producto del primero de sus tres matrimonios, ha acudido este jueves a la audiencia de acusación en la que será llamado a juicio por la Fiscalía, que le imputa los delitos de lavado de activos y enriquecimiento ilícito.

Este momento tenía que llegar tarde o temprano. Era una crisis prevista, una explosión controlada. Petro, en su día, se mostró magnánimo al decir que esperaba que todo el peso de la justicia cayera contra su hijo e incluso contra su hermano, enredado en otro proceso judicial distinto. Pero resulta indudable que tendrá un costo político. En Palacio se ha trabajado en una contención de daños que ahora se demostrará si surte efecto. En un principio, Nicolás colaboró con la Fiscalía y habló de una supuesta financiación irregular en la campaña —un asunto sobre el que también incidió con despecho el que fuera su número dos, Armando Benedetti—, lo que hizo sonar todas las alarmas del círculo presidencial.

En agosto, Petro intentó visitar a su hijo después de unas de sus declaraciones en la Fiscalía. Cuando iba en camino, este le dijo que no se presentara, no quería verlo. Días antes, el presidente había dicho en una entrevista que él no había criado a Nicolás, lo que es verdad. Cuando nació, él estaba en la cárcel y cuando abandonó la prisión conoció a otra mujer y formó otra familia. Nicolás sintió aquella sentencia como un puñal, según quienes le conocen. La relación estaba rota. Tuvo que ser el nacimiento de un bebé, hijo de Nicolás, lo que ayudara a reconstruir la difícil relación que es de por sí la de los padres y los hijos. El presidente, feliz por ser abuelo por tercera vez, se acercó así de nuevo a Nicolás, lo que coincidió con su decisión de no colaborar con la Fiscalía. Este jueves, la defensa pidió una nulidad del caso, pero el juez la rechazó y fue formalmente acusado. El juicio comenzará en abril.

Eso deja sola en un rincón a la expareja de Nicolás, Day Vásquez, la que destapó este caso al enterarse de que Nicolás le era infiel con su mejor amiga, Laura Ojeda, con quien acaba de tener el hijo. Vásquez sigue fiel en su relato a la Fiscalía, en resumen, el de que como pareja recibieron dinero de empresarios, algunos de dudosa procedencia, para la campaña del entonces candidato que nunca llegó a las arcas, sino que ellos se lo quedaron por el camino. Los investigadores han relatado una vida de excesos de Vásquez y Nicolás que resulta exagerada si se atiende a las cantidades que manejaron, pero que demuestran al menos que vivían por encima de sus posibilidades.

Nicolás Petro y Day Vásquez
Nicolás Petro Burgos junto a su entonces esposa Day Vásquez, en la Plaza Bolívar en Bogotá (Colombia), el 7 de agosto de 2022.Mauricio Dueñas Castañeda (EFE)

Culebrón aparte, el de Nicolás va a ser uno de los juicios del año. Los que esperan al presidente a la vuelta de la esquina con el garrote tienen la posibilidad de desacreditarlo. De Petro se pueden decir muchas cosas, conceden sus enemigos, menos que se trate de un corrupto. El presidente ha demostrado una firmeza en política que algunos consideran peligrosa. El cuestionamiento de alguien de su sangre, por muy alejado que haya estado de su crianza, supone un golpe del que todavía no se conocen las consecuencias.

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No es la primera vez que el hijo de un presidente aprovecha el cargo de su padre para enriquecerse y seguramente no será la última, pero sobre Petro cae como una maldición bíblica. Su carrera política se ha construido sobre la idea de alguien de una pieza, incorruptible, firme en sus posiciones hasta la extenuación de sus contrincantes. El ejemplo, visto lo ocurrido, no ha cundido en los que le rodean. El fuego amigo es el que más ha sufrido el presidente en su año y medio al frente del país. Superado este juicio, después le espera el de su hermano, acusado de prometerle a presos rebajas penitenciarias con la anuencia del presidente, y seguramente el de Laura Sarabia, ahora mismo la persona más importante del Gobierno, después de Petro, obviamente. El presidente quiere poner en órbita su mandato, siempre y cuando salve estos nubarrones.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.
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