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Guillermo Alfonso Jaramillo
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los muertos del ministro de Salud

El ‘doptor’ Jaramillo desde hace décadas es más político que médico; por ende, lo que de verdad le desvela es sumar votos, garantizar apoyos, negociar componendas

Guillermo Alfonso Jaramillo, ministro de Salud de Colombia
El ministro de Salud de Colombia, Guillermo Alfonso Jaramillo.Cristian Garativo (Presidencia de la República)

El ministro Guillermo Alfonso Jaramillo es médico con especialización en cirugía cardiaca pediátrica. Con semejante diploma uno podría colegir que el doctor Jaramillo es un tipo con particular preocupación por el bienestar de los niños y, por lo tanto, si algo anda mal en la atención en salud de los pequeños, esto resulta prioritario para él. Pero el doptor Jaramillo desde hace décadas es más político que médico; por ende, poco le importa lo que pase con los niños. Lo que de verdad le desvela es sumar votos, garantizar apoyos, negociar componendas y promover las propuestas de su partido de turno. Jaramillo es más doptor político (con pe) que doctor de consulta médica (con ce).

La prueba de que el hombre que hoy lleva las riendas del sistema de salud tiene mucho de doptor y poco de doctor es lo que viene pasando con los medicamentos perinatales y pediátricos para tratar a los pacientes portadores del virus del VIH.

Antes de continuar es necesario recordar (porque aún hay mucho ignaro por ahí) que el VIH es un virus que desde hace más o menos 30 años puede controlarse gracias a una serie de medicamentos que no solo evitan que el paciente pase a la etapa SIDA, esquivando la muerte, sino que, además, gracias a esos tratamientos disminuye a niveles tan bajos la presencia del virus en el cuerpo del paciente que este ya no puede contagiar a otros humanos.

En Colombia esos tratamientos son garantizados por el sistema de aseguramiento en salud, pero de un tiempo para acá el desabastecimiento de la Zidovudina se convirtió en un dolor de cabeza para los médicos que luchan contra este virus. En palabras sencillas, ese medicamento que permite disminuir e incluso evitar la transmisión del virus del VIH de la madre gestante hacia su bebé no se consigue en Colombia. Y el ministro-cirujano-pediatra no dice nada.

También hay desabastecimiento de Daronavir, Ritonavir y Atazanavir, todos ellos medicamentos que sencillamente evitan que la gente se muera por culpa del VIH. Y el ministro tampoco dice nada. Es como si la política le hubiera hecho olvidar el juramento hipocrático, aquel que a los médicos dicta velar siempre por la vida humana, aun bajo amenaza.

Es que para ser doptor uno no debe querer a la gente. Al contrario, uno debe odiarla. No de otra forma se explica la manera en que los políticos (que se derriten cada vez que les dicen doptor) viven tranquilamente cuando a consciencia son promotores de los más repugnantes actos de corrupción que van en contravía del bienestar general.

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Repito lo que ya he dicho en este espacio: es innegable que el sistema de salud colombiano debe ser reformado. Es algo justo y necesario. Pero hay que ver si el doptor Jaramillo quiere la reforma para salvar vidas o simplemente para anotarse un cañonazo político. Por el momento la evidencia muestra que su interés está en lo segundo y no en lo primero, pues el ejemplo de estos medicamentos desabastecidos o el hecho de que no sea capaz de explicar como va a ser la transición para los pacientes con enfermedades crónicas (aquellos que sobreviven gracias a tratamientos ininterrumpidos) manda una señal lamentable: vienen muertes, muchas muertes. Porque el doptor decidió combatir a las EPS en lugar de salvar pacientes.

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