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Gobierno de Colombia
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los gremios, al carajo

El cuentico de que “el mercado privado hasta donde sea posible y el Estado hasta donde sea necesario” no le rima al presidente Petro. Para él, la vaina es al revés

Gustavo Petro, presidente de Colombia
Gustavo Petro durante una manifestación en Bogotá, el 7 de junio de 2022.NATHALIA ANGARITA

Es evidente que los representantes de los gremios han sido protagonistas en los debates con el Gobierno Nacional, y sus críticas a las reformas en los medios de comunicación y en el Congreso ―cuando les dan la oportunidad― han sido severas y, aunque respetuosas, muy reiterativas. Es por eso que a la Administración se le llenó la copa con la ANDI y con FENALCO, y ha resuelto coger el toro por los cachos: reunirse en persona con los empresarios.

El encuentro ―previsto en Cartagena, organizado por la mujer maravilla Laura Saravia y presidido por la primera dama, con almuerzo incluido― podía haber tenido un menú equívoco, dependiendo de los manjares. Una cosa es si se sirve carne sin hueso, muy atractivo plato; otra, si, por el contrario, la bandeja es de conejo desmenuzado. El soufflé salió bien, no se desinfló a pesar de haber servido con algún retraso.

El asunto no es de poca monta, porque el presidente, como es natural, tiene la iniciativa. Para eso ganó las elecciones presidenciales. Él es un convencido de que las platas públicas deben ser manejadas por el Estado y no por los particulares. Por tanto, el papel de la empresa privada queda muy reducido. Es el tamaño del Estado lo que separa a las partes.

El cuentico de que “el mercado privado hasta donde sea posible y el Estado hasta donde sea necesario” no le rima al presidente Petro. Para él, la vaina es al revés: el Estado hasta donde sea posible y a los privados lo que sobre —dicho de una manera menos abrupta, lo que sea estrictamente necesario―. De ahí la dificultad de consensuar. La estrategia consiste en jugar limpio sin acuerdos, como dijo el periódico El Espectador: canales para un diálogo franco. Y se logró un buen resultado.

El presidente Petro hizo una minialocución ―característica muy escasa en el jefe del Estado― para dar un parte de tranquilidad, de armonía, de buen ambiente en una sola palabra. Se armaron unas mesas encargadas de trabajar conceptos fundamentales para tratar temas concretos sobre educación, productividad de la tierra, desarrollo de la economía popular, inclusión territorial —en especial del Pacífico, la Orinoquía y La Guajira— e inclusión financiera. La fotografía lo dice todo. Caras optimistas sin gremios, sin políticos. Se habla de un diálogo nacional.

Un panorama económico complicado, muy cercano a una recesión, hace inevitable la aplicación de un brusco movimiento de aceleración de construcción de vivienda y de infraestructura pública. En ese escenario es indispensable la mano de los privados.

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La propuesta de eliminar la regla fiscal es jugar con candela. Los propios ministros de Hacienda de esta Administración lo saben a pies juntillas. El ministro Bonilla se vio a gatas para señalar que había que flexibilizarla. “La regla nos deja unas restricciones muy fuertes porque, tal como está diseñada, le da prioridad al pago de la deuda pública y no a la inversión pública”. El consumo, la cartera bancaria y la inversión muestran un descenso preocupante. La asociación de Ecopetrol con PDVSA levantó una polvareda de dudas y rechazos que desplazaron las inquietudes sobre la paz total. Un clavo saca otro clavo. Por lo pronto, se necesita el visto bueno de Estados Unidos, porque la petrolera venezolana está en la lista Clinton.

Los gremios y el partido de los economistas son vistos por los amigos del Pacto Histórico como “tradicionalistas”, mientras ellos se autoproclaman progresistas. Así como los jefes de los partidos fueron enviados al cuarto de San Alejo, ahora los gremios y los economistas se van al carajo.

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