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Petro se planta ante el ELN y pide el fin de los secuestros antes de reanudar el diálogo

La delegación del presidente pide una reunión urgente con la guerrilla previa a la negociación en México

Juan Diego Quesada
Gustavo Petro, presidente de Colombia
El presidente Gustavo Petro, en un evento en Bogotá, el 3 de agosto de 2023.VANNESSA JIMENEZ (REUTERS)

No hay más concesiones en la negociación, al menos de momento. El Gobierno de Gustavo Petro se ha plantado ante el ELN, al que exige poner fin a los secuestros y liberar a los capturados si quiere continuar con los diálogos de paz. La delegación del Gobierno le ha pedido este jueves a la guerrilla en un comunicado público, “ante el rechazo y la indignación de la opinión pública nacional e internacional”, una reunión urgente y extraordinaria por las “inaceptables justificaciones” que ha presentado el grupo armado para continuar secuestrando.

Petro no pierde de vista el desarrollo de los acontecimientos. En la Cumbre de Líderes del Foro de Cooperación Económica de Asia Pacífico, que se celebra en San Francisco, dijo que el ELN está obligado a cesar sus hostilidades contra la población: “hay un tema fundamental que es el secuestro, [enmarcado] en el derecho internacional . [La guerrilla practica ] confinamientos, desplazamiento, extorsión, reclutamiento de menores. Hay una serie de problemáticas que les llamamos hostilidades contra la población civil que tienen que asegurarse”.

Antes de plantarse de esta manera, los delegados de Petro tenían planeado encontrarse la semana que viene en México con los portavoces de la guerrilla. Era un riesgo evidente acudir a la cita sin la seguridad de que el ELN iba a aceptar dejar de secuestrar, una práctica que le ayuda a financiarse, pero que le sirve sobre todo para reivindicarse como grupo armado. El momento exige un pronunciamiento incontestable: la opinión pública ha dicho basta tras el rapto de Luis Manuel Díaz, el padre del futbolista colombiano Luis Díaz, que juega en la liga Inglesa. El país ha estado dos semanas en vilo esperando que lo liberaran y por el camino ha crecido la indignación ante una práctica repulsiva que ha dejado a la guerrilla en una muy mala posición.

El secuestro, una práctica común en la Colombia de los años noventa, ha descendido de manera considerable en la última década, pero lo siguen cometiendo bandas organizadas y grupos armados como el ELN. El repudio de la sociedad ante este tipo de crimen es unánime. Muchos sitúan la decadencia de las FARC en el momento en el que comenzaron a hacer lo que se conoce como pescas milagrosas, inspecciones aleatorias a coches en mitad de la carretera que acababan en el secuestro de sus ocupantes si creían que podían sacar una buena recompensa por ellos. El misticismo que pudiera rodear a los guerrilleros, que se podía pensar que estaban por una causa noble, se evaporó por completo. El Gobierno de Juan Manuel Santos solo inició un diálogo con esa guerrilla, que a la postre llegaría al acuerdo de paz de 2016, cuando las FARC renunciaron al secuestro.

El ELN ha asegurado que no sabía que se trataba del padre del futbolista cuando llevó a cabo el secuestro, pero cuesta mucho creerlo —y en cierto sentido da igual, el hecho se cometía de todos modos, fuese quien fuese—. Una operación como esta requiere de semanas de investigación, vigilancia y seguimientos, no se improvisa. La sociedad colombiana, según las encuestas, había recibido con buena disposición la negociación de la guerrilla con el Gobierno de Petro, pero su paciencia parece haberse colmado. El grupo armado no ha dado muestras de caminar hacia un desarme y no ha asegurado que vaya a liberar a los más de 30 secuestrados que están en su poder.

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El asunto está sobre la mesa. Petro y los suyos no quieren dar un paso más sin el compromiso de la otra parte. No será fácil, el ELN es un negociador paciente y correoso al que no le gusta ninguna imposición, ni de tiempos ni de estrategia; el reloj no parece correr para ellos, agazapados como llevan en el monte desde hace sesenta años. El Gobierno necesitará de Otty Patiño, jefe de la delegación; Iván Cepeda, el senador de confianza de Petro para asuntos de paz; y del alto comisionado para la Paz, Danilo Rueda, para reconducir una situación que se antoja francamente difícil. Antonio García, jefe de la guerrilla, dijo hace unos días: “No nos financiamos del narcotráfico, somos una organización pobre como la mayoría de los colombianos y no nos avergüenza”. Los rebeldes consideran el secuestro y la extorsión como “operaciones de finanzas”.

La negociación parece haber llegado a un punto de no retorno: la guerrilla debe dejar de practicar secuestros. Cualquier movimiento que no sea este pone en peligro un proceso de paz que Petro tiene como una de sus máximas prioridades. A partir del eventual acuerdo del ELN se construye la paz total, es decir, la negociación o rendición del resto de grupos armados desperdigados por el país. Cuesta imaginar un escenario en el que el Gobierno y la guerrilla rompan las conversaciones, después de todo el empeño que se le ha puesto. Pero llegados a este punto cualquier cosa puede ocurrir.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.
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