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El ELN y el Gobierno viven sus horas más tensas por la rectificación exigida a Petro

El Gobierno ha emitido un comunicado en el que de cierta forma excusa las palabras del presidente en las que tildaba de narcotraficantes a los guerrilleros

El presidente de Colombia, Gustavo Petro
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, el 14 de mayo de 2023PRESIDENCIA DE COLOMBIA
Juan Diego Quesada

Cunde la incredulidad entre los guerrilleros del ELN. Se les ve con caras largas. Todavía no pueden creer que el presidente Gustavo Petro los equiparara hace unos días con los cárteles de la droga. En La Habana, donde negocia la guerrilla y el Gobierno, se viven las horas más tensas desde que arrancó el proceso. La dirección de los insurgentes considera que Petro hizo esas declaraciones nada más y nada menos que ante la cúpula militar y envió el mensaje de que esta es su nueva doctrina de seguridad. Se han suspendido las sesiones de trabajo y prometieron que no se iban a reanudar hasta que el Gobierno reconociera en un comunicado el carácter político del ELN. Es decir, una rectificación del presidente. No valían unas declaraciones, tenía que quedar por escrito.

El documento llegó, pero antes la cuenta de Twitter de la Presidencia de Colombia compartió cuatro puntos que a su entender debe acatar la guerrilla en estas negociaciones si quiere tener carácter político. Les pedía a los guerrilleros que reconocieran la nueva realidad del país, se trabaje seriamente en un cese al fuego, no haya más muertes y exista un cese de hostilidades a la sociedad. No sonaba precisamente a un acercamiento ni a una mano tendida. Debió haber una discusión interna, porque el mensaje desapareció a los quince minutos y nunca más se volvió a subir.

A la guerrilla le dio igual que el Gobierno se echara atrás; no le gustó nada lo que acababa de leer. Respondió en muy poco tiempo con otros cuatro puntos en su tono habitual contra el orden establecido: pide que se reconozca que las estructuras violentas del país que permiten las economías ilícitas son tan antiguas como el régimen; que el Estado desmantele las estructuras narcoparamilitares que alimentó y promovió; que se acabe la militarización en los territorios; y que exista un cese de hostilidades por parte de las élites económicas, los sectores estatales y las fuerzas paraestatales contra la población. El discurso clásico del ELN, en resumen.

Horas después, el jefe de la delegación del ELN, Pablo Beltrán, se dio una autoentrevista en Youtube. “Si viene el presidente y dice a los generales que somos un grupo no político, que somos como el Clan del Golfo, todas las conversaciones se van al traste”, dijo. Apareció sosegado y pulcro, como es habitual en él. Explicó que nadie del ELN está implicado en el negocio del narcotráfico y que si alguien lo tuviera sería sometido a las leyes internas de la guerrilla. Si reconoció, en cambio, que cobran impuestos a los comerciantes de pasta de coca que operan en sus territorios.

Captura de pantalla.
Captura de pantalla.

El comunicado que debía hacer regresar a las partes a la mesa llegó por fin. El Gobierno señaló que mediante una resolución, la 036 del 6 de marzo, reconocía la existencia de negociaciones y diálogos de carácter político con el ELN. Daba por buena, además, la legitimidad de la delegación de la guerrilla, la agenda que han acordado en México y el apoyo de los países garantes y observadores en este proceso de diálogo. El ELN recibió con agrado el mensaje, aunque no le gustó algo: en la primera frase se reconocía que las negociaciones eran de carácter político, no la organización en sí.

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El decreto al que hace referencia el Gobierno resulta insuficiente para los guerrilleros. El ELN sigue cobijado dentro de la ley Gao, la de grupos armados organizados. No es simplemente una categorización. Si un miliciano es capturado, aunque no se le acuse de ningún crimen de sangre, el instituto nacional penitenciario lo incluye en la clasificación más dura, la A, reservada para terroristas. El guerrillero pasa a estar incomunicado y se enfrenta a unas condiciones durísimas dentro de la prisión.

Esta ha sido la mayor crisis que ha enfrentado el proceso. Hubo una importante, la del cese al fuego que decretó Petro sin consultar a la guerrilla, algo que después fue desmentido. Pero esta vez el ELN se ha sentido irrespetado y rebajado a la categoría de organización criminal. En el discurso ante las fuerzas militares que desató toda esta controversia Petro planteaba que a partir de 1993, lo que él llamó la tercera etapa del conflicto, no hay causas objetivas para la insurgencia y señala que se queda combatiendo el narco. La última guerrilla que hubo es el M-19, en la que militó él. Eso coincide con las tesis del expresidente Juan Manuel Santos que apunta a que, una vez desmovilizadas las FARC, lo único que queda es crimen organizado. Entonces no hay conflicto político social que justifique el alzamiento armado. Todos los guerrilleros son delincuentes, punto.

La guerrilla sostiene que las negociaciones se encuentran en un momento “de pausa”. Un hombre clave del Gobierno en este asunto, el senador Iván Cepeda asegura que el impasse que se generó por las palabras del presidente está superado y continúa firme el trabajo de las dos delegaciones. Cepeda, hay que decirlo, es de natural optimista. De fondo, está la sensación del ELN de que Petro plantea una nueva doctrina de seguridad. El comando central de la guerrilla se ha visto obligado a intervenir, a su entender la situación es grave. Ambas partes coinciden, sin embargo, en que levantarse de la mesa no es una opción. La paz tiene que llegar, aunque sea después de muchas curvas.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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