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Armando Benedetti
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La despechada de Benedetti

Desde Caracas, demediado y sin poder, este político sin escrúpulos empezó a maquinar la caída de Petro

Armando Benedetti, el entonces embajador en Venezuela, fotografiado en el hotel donde negociaba el Gobierno y el ELN, el 12 de diciembre en Caracas (Venezuela).
Armando Benedetti, el entonces embajador en Venezuela, fotografiado en el hotel donde negociaba el Gobierno y el ELN, el 12 de diciembre en Caracas (Venezuela).Matias Delacroix (AP)
María Jimena Duzán

Era Gabo el que decía que si uno se ausentaba de Colombia una semana, cuando volvía, veía que todo había cambiado, pero que si uno dejaba pasar 20 años sin ir, cuando volvía, se daba cuenta de que todo seguía igual.

Esa sensación la viví esta semana con lo que le sucedió al Gobierno de Petro, luego de que estalló el escándalo que ya descabezó a dos de sus alfiles: a Laura Sarabia, su jefe de gabinete, una chica cristiana, para nada de izquierdas, que en solo nueve meses de su Gobierno se convirtió en la mandamás y en la dueña de los hilos del poder y, a Armando Benedetti, un político curtido, ambicioso y sin agallas, que siempre se preció de no ser de izquierda, -con varias investigaciones por corrupción sobre sus espaldas- y que a última hora aterrizó como un paracaidista en el petrismo con Laura Sarabia, de subalterna. Él fue clave en el triunfo electoral que llevó al poder a Gustavo Petro, pero nunca pudo saborear las mieles de la victoria porque terminó desplazado del poder por su subalterna, quien se ganó la confianza del presidente. Mientras él era expulsado del Olimpo y era enviado a Caracas de embajador, ella se convirtió en la dueña de la agenda del presidente y en la mujer más poderosa del país. Desde Caracas, demediado y sin poder, Benedetti, que siempre ha sido un político sin escrúpulos, empezó a maquinar la caída de su examigo, Gustavo Petro.

La primera jugada de Benedetti fue la denuncia por abuso de poder que presentó en contra de Laura Sarabia su exniñera, Marelbys Mesa. La conmovedora historia, digna del mejor de los culebrones, de una exniñera indefensa víctima de un abuso de poder por parte de la mujer más poderosa de Colombia, golpeó duramente la imagen de Sarabia. La retrató como una mujer sin empatía, que utilizaba el poder del Estado en beneficio propio y que forzó a una trabajadora humilde a que se le practicara una prueba de polígrafo, en un sórdido sótano, como sospechosa de un robo de dinero que se había registrado en el apartamento de Laura Sarabia a finales de este enero. Lo que no le contó Marelbys a los medios como Semana fue que ella no estaba desamparada y que Benedetti, su antiguo patrón, la había vuelto a contratar. Él dice que lo hizo a instancias de Sarabia para evitar que la exniñera terminara yendo a los medios a revelar sus intimidades y sus secretos, pero todos sabemos que si Benedetti la contrató no fue por hacer un gesto humanitario. En una sociedad semifeudal, donde los estratos altos tienen servidumbre y empleadas para cuidar a sus hijos, son las niñeras las que mejor conocen los secretos del poder y Benedetti, que debe tener mucho que esconder, lo sabía mejor que nadie. Sin embargo, la exniñera que tanto él como Laura querían controlar, era solo el comienzo de una trama de pasión, celos y hambre de poder que con los días se volvió aún más truculenta y tóxica.

En cuestión de horas los señalamientos hacia el Gobierno de Petro escalaron, luego de que Cambio reveló que el teléfono de la exniñera había sido interceptado ilegalmente, una práctica infortunada de la inteligencia colombiana que Petro juró que nunca iba a permitir en su administración. El fiscal Barbosa, que de independiente tiene poco, sembró la sospecha de que la orden para interceptar la niñera había venido de Palacio y Benedetti, en sus entrevistas y trinos la confirmó al afirmar que Laura Sarabia lo había chuzado. (Dicen mis fuentes que ya la Fiscalía tiene más de 150 nombres de personas que habrían sido chuzados, desde que se inició la era Petro).

Para demostrar que en su Gobierno no se toleran esas prácticas, Petro le pidió la renuncia a sus dos funcionarios en una reunión privada en la que Benedetti lo amenazó de cuanta vaina pudo. Fuera del juego y acorralado, Benedetti que no tiene filtros cuando se enfurece, abrió fuego a diestra y siniestra y como si fuera un caballo de Troya empezó a trinar, a dar entrevistas y a revelar todo los secretos que había celosamente guardado desde que llegó de paracaidista a esa campaña presidencial: acusó al Gobierno de estarle dando puestos a ministros que ni siquiera habían estado en la campaña. Insinuó que el robo a la casa de Laura Sarabia no había sido por 7.000 dólares sino por 150 millones de pesos y dejó la idea de que esa plata era derivada de coimas pagadas por los contratistas. Habló de la esposa del presidente, de quien se ha dicho que maneja sus cuotas políticas, e incluso reveló secretos de la intimidad presidencial al asegurar que al igual que a él, a Petro le gustaba el trago y la cocaína. De todos los señalamientos que hizo, hay uno que es muy grave de ser cierto y que tiene que ver con la financiación de su campaña presidencial. Según Benedetti, él recaudó 15.000 millones de pesos que le permitieron lograr los 700.000 votos con los que Petro logró la victoria en la segunda vuelta. Benedetti ha insinuado que esos dineros podrían haber sido dados por las bandas criminales de la Costa Norte. ¿Sabía Petro de estos dineros? Gran pregunta que merece una respuesta por parte del presidente.

Es probable que Benedetti diga muchas mentiras en medio de algunas verdades, pero de todas maneras esta despachada que se pegó su antiguo amigo y copartidario deja al Gobierno de Petro y a su campaña a la defensiva, expuesto a una serie de interrogantes que lo ponen en el mismo nivel de otros gobiernos corruptos que Petro criticó duramente. Pero además, la truculencia de este House of cards macondiano, también revela que en el Gobierno del cambio son muy pocas las cosas que han cambiado y que la izquierda llegó a hacer lo mismo que sus antecesores. Este culebrón que tiene entre compungidos y tristes a los que votaron por Petro, le da la razón al ELN, que siempre dijo que con Petro no había cambios porque seguía el mismo régimen y a la derecha que está que brinca en una pata porque bien desangelada que estaba.

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Petro dilapidó su poder en estos nueve meses de Gobierno. Comenzó haciendo puentes con diversos sectores y armó un acuerdo nacional que congregó a casi todo el espectro político, y desde esa plataforma puso al país en modo reformas. Pero entre su Twitter, su incapacidad para ejecutar y sus amigos, se le fue evaporando su poder. Acabó con su coalición por una bravata, nos graduó a los periodistas de enemigos y decidió radicalizar su discurso afincándose en sus activistas incondicionales. Hoy hasta los petristas de siempre le están reclamando a Petro el que le hubiera abierto la puerta a un político como Benedetti, que siempre denigró de la izquierda.

Lo sucedido también demuestra que estamos atrapados en una mafio-cracia en la que se hace casi imposible elegir a un presidente sin que su mano invisible esté presente. Pero volviendo a la frase de Gabo: ojalá que esta semana en que todo le cambió a Petro no sea el comienzo del fin de su Gobierno que para muchos fue una esperanza. Pero me temo que la marea todavía no baja y que vienen más sobresaltos. A esta telenovela a le faltan más capítulos.

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