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Unasur
Tribuna
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El necesario resurgimiento de Unasur

El encuentro de los presidentes suramericanos en Brasil abona el camino para darle un nuevo impulso a la unión regional en medio de tantos desafíos globales

Nicolas Maduro, Chan Santokhi, Irfaan Ali, Gustavo Petro, Luis Arce, y Luiz Inacio Lula da Silva en la Cumbre de presidentes en Brasil, el 30 de mayo de 2023.
Nicolas Maduro, Chan Santokhi, Irfaan Ali, Gustavo Petro, Luis Arce, y Luiz Inacio Lula da Silva en la Cumbre de presidentes en Brasil, el 30 de mayo de 2023.EVARISTO SA (AFP)

El encuentro convocado y liderado por el presidente Lula, que se lleva a cabo en Brasil, donde se reúnen los presidentes suramericanos, es un espacio inmejorable para recordar el alto precio que pagamos en América Latina por congelar Unasur durante estos años.

Nunca antes habíamos necesitado tanto del diálogo político y la integración como ahora. Debemos retomar sin mayores dilaciones la regionalización desde el Sur con el mismo espíritu y dinamismo que dio nacimiento al proceso más complejo de integración alcanzado en esta parte del mundo que fue y debe volver al bloque sudamericano.

Después de atravesar el desierto de la pandemia, sin integración de América Latina y el Caribe, la región confirmó que no hay mejor camino para la superación de sus crisis que el diálogo plural, sostenido y apoyado por una institucionalidad multilateral alejada de los fundamentalismos ideológicos como la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur).

El panorama es alentador: los Gobiernos progresistas están enfocados en la construcción de región a través de consensos de futuro, alejados de apuestas ideológicas, para enfrentar desafíos como el manejo de la pospandemia, el cambio climático y el impacto colateral de la guerra de Ucrania y Rusia. Por eso, evidenciamos hoy, en Brasil, la oportunidad real de relanzar la integración de América Latina y el Caribe dándole vida a una nueva Unasur.

América Latina necesita hoy el espacio colectivo de Unasur para acordar políticas públicas inaplazables en materias como salud, educación, defensa, infraestructura, cambio climático y ciudadanía dando alcance a resultados concretos obtenidos en distintos campos. Pero aún más, necesita meterle pueblo al proceso de integración: hay que invitar a los campesinos, trabajadores, empresarios y académicos: no puede seguir siendo un espacio de encuentro entre élites desconectadas.

Unasur debe ser la respuesta a las necesidades del ciudadano suramericano, el sitio donde se generen políticas sociales regionales a favor de las necesidades más básicas de las personas, como la movilidad humana con un enfoque de ciudadanía regional, un banco suramericano de precios de medicamentos para que sean menos costosos los tratamientos, o programas de vacunación a escala regional, entre otros.

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Por ejemplo, durante los años de pandemia, la región pagó caro no disponer de un espacio institucional donde tuvieran asiento los 12 ministros de Salud que hubieran podido consolidar pedidos de vacunas y medicamentos para enfrentar el proteccionismo sanitario de los países productores. Esta tarea la hubiera cumplido muy bien y efectivamente el Consejo Suramericano de Salud y el Instituto Suramericano de Gobierno en Salud (ISAGS) a partir de su experiencia epidemiológica en las campañas contra el virus del chikungunya y el papiloma humano.

Este renacer de Unasur debe llevarse en tres ejes gravitacionales: una nueva agenda para la integración, la renovación de su institucionalidad, una convergencia que acerque los esfuerzos que está haciendo en varios frentes distintos organismos de integración subregional.

La nueva agenda para la integración

Es necesario actualizar agendas sectoriales existentes como la seguridad alimentaria, la transición ecológica y la migración hacia energías limpias, el desarrollo de la inteligencia artificial y la búsqueda de nuevas y más efectivas formas de multilateralismo que nos alejen de las polarizaciones hegemónicas que amenazan con destruir la convivencia planetaria.

Hay que trabajar sobre lo construido y Unasur ya tiene instancias como el Consejo Suramericano de Infraestructura y Planeamiento (Cosiplan) que heredó la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA). En esta lógica, debería mantener el apoyo histórico del Banco de Desarrollo de América Latina (CAF) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para asumir el desafío de mejorar la movilidad de personas, bienes y servicios en la región a través de la construcción de carreteras, generadoras eléctricas, ferrocarriles, cuencas hidrográficas, cables de conectividad y puertos cuya necesidad y viabilidad está fundamentada en estudios y portafolios.

Renovar la institucionalidad

El futuro y la viabilidad de Unasur dependen de una reforma de su tratado constitutivo para empoderar a la Secretaría General, flexibilizar las normas sobre mayorías y ampliar las posibilidades de acceso de otros países latinoamericanos.

Es necesario cambiar el método de toma de decisiones, el consenso ha paralizado la operación de la Unasur, hay que incluir un nuevo sistema de reglas de mayorías simples para los temas operativos y mantener la unidad para decisiones terminales como la admisión o suspensión de miembros. Si se opta por el camino de la ampliación de Unasur como forma para conseguir la reintegración latinoamericana debe existir una flexibilización en los dos requisitos para que otros países de la región puedan acceder a la organización como observadores permanentes y, más adelante, como miembros.

El nuevo diseño institucional debería incluir una nueva arquitectura financiera que empezaría por dar cuerpo a la propuesta de Brasil, bastante factible, de crear una unidad de cuenta común (moneda regional) virtual y luego física. Esta Moneda del Sur ayudaría a reducir la dependencia de la región de los flujos y ciclos de la dolarización global de la economía.

La convergencia

El otro desafío que tiene la nueva Unasur será crear unas dinámicas de convergencia regional entre los mecanismos latinoamericanos de integración subregional como la Comunidad Andina, la Alianza del Pacífico, el Mercosur, el ALBA, el Pacto Amazónico, la Asociación de Estados del Caribe, CARICOM, el Sistema de Integración Centroamericana, la CELAC y la misma Unasur.

Se trata de abrir unos espacios de coordinación a partir de la construcción de una matriz de buenas prácticas sectoriales que ayuden a sumar esfuerzos, eliminar duplicidades y especializar áreas puntuales.

Desde hace algún tiempo, con el apoyo de la CAF, un grupo especializado de técnicos en integración en la Corporación Escenarios de Colombia, que presido, comenzó a trabajar en el diseño de una matriz de convergencia que, sin afectar la identidad de los mecanismos subregionales, permita una coordinación más eficiente de sus actividades.

¿Para qué tener, por ejemplo, cuatro o cinco conferencias de ministros de educación donde asisten los mismos a hablar de temas ya discutidos? Este rediseño para la convergencia institucional de Unasur podría llegar a delegar el manejo de los grandes temas multilaterales a la CELAC, que actuaría como una cancillería ad hoc de la región para relacionarse, como lo viene haciendo, con otros espacios de integración multilateral como China y la Unión Europea o el África.

La nueva Unasur debe ocuparse de volver a cerrar las brechas sociales y las calamidades como la pobreza extrema, la informalidad, el desempleo y la precariedad laboral, así como la nueva brecha digital. Sus principales beneficiarios deben ser los ciudadanos de la región quienes en últimas inspiran y justifican todos los esfuerzos de la integración.

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