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Petro y el alto costo de un ‘trino en falso’: los tropiezos del presidente en Twitter

El mandatario ha sido criticado por la forma en la que se expresa en esta red social, privilegiando la inmediatez sobre la cautela, a pesar de que sus asesores le han pedido que sea más prudente

Camila Osorio
Gustavo Petro
Gustavo Petro usa su celular en Bogotá (Colombia), el 4 de marzo de 2022.Juancho Torres (Getty Images)

No es que nadie le haya dicho a Gustavo Petro que baje un poco su intensidad en Twitter, la red social donde puede trinar 15 o 16 veces en un día, por ocupada que esté su agenda. Políticos, académicos, expertos en comunicación política, periodistas y ciudadanos le han pedido que sea más prudente con lo que escribe allí, el lugar donde ha dado más de un paso en falso. El más reciente, y doloroso para las familias que esperan a sus seres queridos, ocurrió el miércoles en la tarde cuando, precipitadamente, el presidente anunció en Twitter que habían sido rescatados cuatro niños que llevan 18 días desaparecidos en la selva. Petro había confiado en la información que le comunicó la institución que protege el bienestar de los niños (ICBF), explicó el Gobierno el jueves. Pero no confirmó con las autoridades que él mismo designó para el rescate. Le ganó una vez más la prisa a la cautela.

“He decidido borrar el trino debido a que la información entregada por el ICBF no ha podido ser confirmada. Lamento lo sucedido”, escribió al día siguiente en Twitter. Las familias le piden prudencia a los medios que celebraron anticipadamente, pero también al jefe de Estado. Petro, sin embargo, no acepta no ser quien controla desde su celular las comunicaciones del gobierno. O, al menos, eso han dicho sus más cercanos.

Laura Sarabia, su mano derecha como jefe de gabinete en presidencia, contaba recientemente en entrevista con El Tiempo que le ha pedido varias veces mesura al presidente con la red social, sin éxito. “El argumento del Presidente es que si no lo hace él no hay nadie más que lo haga” dijo Sarabia. Petro, quien sabe que el éxito de su proyecto político depende tanto de la ejecución del Gobierno como de la comunicación, no quiere soltar el micrófono. Sarabia añade que ha intentado darle alternativas: un portavoz. Petro no ve a nadie que tenga la altura para hablar por él. “Nadie lo reconoce”, dice ella cuando habla de quien era el supuesto vocero, Luis Fernando Velasco, ahora Ministro del Interior. Solo Petro habla por Petro, y lo quiere hacer por Twitter.

Pero el costo de manejar su cuenta y entregarse a la vertiginosa inmediatez de las redes puede ser muy alto para un jefe de Estado. Además del caso del rescate de los cuatro niños, el primero de enero el presidente puso en jaque las negociaciones con la guerrilla del ELN cuando anunció que ya se había llegado a un acuerdo para un cese al fuego. Pero no había tal acuerdo, y los negociadores se molestaron por la desinformación que compartía el presidente.

Sus más de seis millones de seguidores también han visto en vivo cuando el Petro comparte lo que dicen otras cuentas falsas. Algunos de esos casos pueden sonar inofensivos: como senador, en 2018, difundió en una noticia falsa viral que hacía pasar a un actor porno por un experto en física cuántica. Otros casos se ven como más oportunistas: este año, para defender su reforma a la salud, compartió fotos de un supuesto hospital colombiano en ruinas, que realmente eran las ruinas de un hospital venezolano. Pero ahora Petro es el hombre con el cargo ejecutivo más importante del país, y compartir noticias falsas en Twitter puede tener costos más altos.

Por ejemplo, en el último mes Petro ha compartido ya dos veces los mensajes de una cuenta paródica de su ministro de Defensa. Uno anunciando que habían encontrado a los cuatro niños; y otro llamando a apoyar al presidente en las calles después de que un exmilitar habló de ‘defenestrarlo’. Un trino malintencionado de la supuesta cuenta del ministro multiplica sus consecuencias si es compartido por el comandante en jefe de las Fuerzas Militares.

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Captura de pantalla el 11 de mayo, del 2023, cuando el presidente compartió el mensaje de una cuenta falsa que se hace pasar por el ministro de Defensa

El presidente, como muchos activistas y presidentes twitteros, defiende el uso de esa red social como medio para tener una relación más directa con los ciudadanos, precisamente porque allí no tiene intermediarios: ni verificadores de datos, ni editores, ni publicistas. “El espacio de resistencia comunicacional en las redes ha sido vital para hacer crecer el proyecto de la Colombia Humana”, escribía en 2018 en Twitter, cuando era candidato presidencial y llegó a los 3 millones de seguidores. Opositores y seguidores concuerdan que, desde que tiene su cuenta en 2009, la ha usado con una destreza que pocos políticos han tenido en el país.

Como jefe de Estado sigue prefiriendo a esa red por encima de los medios institucionales: incluso tras impulsar un noticiero diario del Gobierno, las relaciones diplomáticas con Perú, Chile o El Salvador han pasado más por sus trinos que por la Cancillería. También es su lugar preferido de lucha política, incluso internacional. Petro encontró en la red a su némesis perfecto, el presidente salvadoreño de derecha Nayib Bukele, quien disfruta de Twitter tanto como él: en marzo se embarcaron en una pelea de trinos de varios días que arrancó siendo sobre la política carcelaria y terminó con los dos señalándose mutuamente de corruptos. Nadie ganó la discusión, pero quizás sí algunos seguidores.

En 2022 Petro era considerado, según el ranking de Twiplomacy, era el cuarto líder mundial más influyente en esa red, junto con el indio Narenda Modi, Joe Biden y el turco Recep Tayyip Erdogan. Poco importa que menos del 10% de la población colombiana use la red: como todos los periodistas le siguen, logra poner la agenda todos los días con lo que escribe o comparte en esta red.

El presidente comulga con la ilusión de que Twitter es el medio más transparente, sobre todo cuando considera que los medios de comunicación trabajan en función de defender el capital de un empresario o de un político. La Fundación para la Libertad de Prensa, que ha sido crítica al uso que hace el presidente de Twitter para atacar periodistas de forma “desobligante y burlona”, considera que en unos casos puede ser positivo que entre en el debate. “La participación del jefe de Estado en el debate público en redes cumple un rol importante en la democracia, pues ofrece un canal de comunicación en tiempo real con algunas posibilidades de interacción directa con ciudadanos y medios”, dice la FLIP. Con la estrategia adecuada, puede hacer pedagogía efectiva sobre la reforma a la salud, la transición energética o la paz total.

Pero la FLIP no le apoya cuando usa Twitter para evitar pedir una rectificación formal a un medio, y más bien lo acusa a la ligera ante un ángulo que le molesta. Además, la libertad en Twitter, al no tener controles editoriales, también tiene un lado más oscuro: el enorme riesgo de la desinformación y el de cerrar el debate en vez de abrirlo de forma constructiva. Como han dicho ya varios académicos expertos, por sus pocos caracteres y su formato Twitter ha demostrado ser una plataforma que tiende a hacer más agresiva la confrontación y que es poco efectiva en promover la deliberación pausada, con argumentos.

Todo ciudadano que haya pasado un tiempo en Twitter sabe que allí es fácil pasar de la calma a la ira, preferir la inmediatez a la cautela, compartir información falsa que resuene con los prejuicios propios y no hacerlo con la incómoda que los confronta. La verificación de datos en equipo y la cautela generan menos adrenalina. En una campaña electoral, donde un trino puesto a tiempo puede representar votos de ventaja, Petro es el rey. Pero como presidente, la inmediatez y la adrenalina pueden representar muchos más costos. En esta semana, fue el de ilusionar a unas familias preocupadas por la vida de cuatro niños perdidos para, horas después, tener que explicarles que escribió un trino demasiado rápido.

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Sobre la firma

Camila Osorio
Corresponsal de cultura en EL PAÍS América y escribe desde Bogotá. Ha trabajado en el diario 'La Silla Vacía' (Bogotá) y la revista 'The New Yorker', y ha sido freelancer en Colombia, Sudáfrica y Estados Unidos.

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