_
_
_
_
_

Moldear al sonido como plastilina: las artistas que crearon el primer sintetizador modular colombiano

Ximena Delat y Laura Katic, dos jóvenes artistas de Pereira, fundaron Circuito Sonoro, un taller itinerante de exploración sonora

Ximena Delat y Laura Katic, creadoras de Circuito Sonoro Lab
Ximena Delat y Laura Katic, creadoras de Circuito Sonoro Lab.CIRCUITO SONORO LAB

Transistores, diodos, interruptores, potenciómetros, capacitores, reguladores. Estos componentes electrónicos se enlazan sobre una tarjeta, generando patrones eléctricos, laberintos de voltaje con un único propósito: la producción y modulación del sonido. Parece un acertijo técnico o un problema científico, pero estamos hablando de un sintetizador, del primer sintetizador modular analógico colombiano: un aparato que, a grandes rasgos, permite jugar con el sonido como plastilina. Una máquina que no solo puede unir varios sonidos en un solo lugar (los sintetiza), sino que inventa nuevos si se experimenta con sus cables de colores divididos en distintos módulos. Esos experimentos pueden generar sonidos irreplicables, imitar a las chicharras o el canto de un grillo, o a veces parecen salir de la guerra de las galaxias pero luego se pierden en el tiempo. A diferencia de los sintetizadores más comerciales, que tienen sonidos predeterminados, el sintetizador modular analógico es flexible: no respeta los patrones del sonido sino que es libre. Tan libre que a veces se parece más a la comunicación humana, haciendo conexiones imprevisibles, que a las rutinas de los robots.

Fue diseñado y construido en por Ximena Delat, una joven artista de Pereira que se enamoró de la síntesis sonora mientras estudiaba la carrera de música en la Universidad Tecnológica de Pereira. Si suena raro o insólito es porque lo es: en gran medida Colombia ha sido ajena al desarrollo y producción de sintetizadores, con unas contadísimas pero muy destacadas excepciones.

Un espíritu DIY (Do IT Yourself, que se traduce a: hazlo tú mismo) ha permeado al movimiento de la síntesis desde sus inicios, particularmente en un país como Colombia donde el apoyo oficial es reducido y el know-how necesario para su construcción prácticamente inexistente. En Pereira, como lo relata Delat, fue Laura Katic, una amiga y estudiante de música en la misma Facultad, quien la introdujo a eso que Jacqueline Nova, la precursora de la música electroacústica en Colombia, llamó “el maravilloso mundo de las máquinas.” Fue amor a primera vista, el descubrimiento de un universo sonoro revelado a través de la transformación de energía eléctrica en vibraciones acústicas, una especie de alquimia que convierte la corriente en tonos, frecuencias y timbres. Delat y Katic fundaron primero un grupo de música electrónica llamado Caperooza, y poco a poco empezaron a construir el camino para el primer sintetizador modular.

Tras la pista de la síntesis

Así como hace más de 100 años las vanguardias artísticas se entusiasmaron con el prospecto de los instrumentos electrónicos y la posibilidad de “liberar el sonido”, como lo planteó el compositor francés y pionero de la música electrónica Edgard Varèse, Ximena Delat se maravilló ante la infinita plasticidad de la síntesis: el hecho de que a través de una sumatoria de ondas básicas es posible recrear cualquier sonido imaginable.

Newsletter

El análisis de la actualidad y las mejores historias de Colombia, cada semana en su buzón
RECÍBALA

Fue una curiosidad que la llevó a la Academia de Artes Guerrero en Bogotá, ya no como estudiante sino como profesora. Confiando en eso de que no hay mejor forma de aprender un tema que enseñándolo, Delat se lanzó a dictar el curso de “sintetizadores y samplers”, preparando rigurosamente el material durante semanas antes de entrar al salón de clase, asegurándose de tener el dominio suficiente de la teoría detrás de la síntesis para poder compartirlo con sus estudiantes. Una profundización que no hizo sino avivar su interés por la materialidad de la síntesis, es decir, por las técnicas, tecnologías y habilidades requeridas para su realización concreta, su encarnación en circuitos y componentes electrónicos.

Entender el funcionamiento y los principios acústicos y físicos que rigen el fenómeno de la síntesis es una cosa, pero diseñar y construir un sintetizador es algo bien distinto. Para eso Delat necesitaba conocimiento práctico y experiencia concreta, precisamente las dos cosas que no encontró en Bogotá. Su viaje en el mundo de la síntesis debía continuar, pero esta vez lejos del país, justo allí donde Jacqueline Nova, casi 50 años antes, había puesto a volar su imaginación sonora y afianzado su conocimiento de la música electroacústica: Buenos Aires.

El sintetizador modular analógico colombiano.
El sintetizador modular analógico colombiano.Laura Alzate

En el programa de artes electrónicas de la Universidad Nacional de Tres de Febrero, Delat tuvo la suerte de conocer a Ernesto Romeo, un referente latinoamericano de la síntesis y la exploración sonora, un enlace clave dentro de la escena que le permitió un acercamiento directo y táctil a esas máquinas que antes había visto solo de lejos.

En La Siesta del Fauno, el estudio y laboratorio de Romeo, un lugar que es más bien un museo de artefactos sonoros electrónicos y un espacio de juego y exploración, Delat entró en contacto con los grandes sistemas del pasado: con el Moog IIIP, el Roland System 100 y el Arp 2600. Fue una lección de técnica y acústica pero también de historia, de cómo se desarrollaron los primeros sintetizadores a comienzos del siglo XX y de su evolución a manos de célebres inventores como Robert Moog, Serge Tcherepnin y Don Buchla. De la contemplación a la praxis, ahora Delat tenía las herramientas para dar el siguiente paso, el de la fabricación, uno que se concretó gracias a Manuel Osorio, un joven inventor de instrumentos electrónicos y gestor del underground electrónico bonaerense que le enseñó sobre componentes electrónicos, circuitos impresos y fuentes de poder.

De la teoría a la fabricación

Con el conocimiento y la experiencia ganada, Delat regresó a Colombia en el 2017 junto a Laura Katic, su amiga y compañera de aventuras electrónicas, quien además para ese momento se había especializado en producción musical y diseño sonoro. Las dos fundaron Circuito Sonoro LAB, un taller de creación y experimentación sonora.

Circuito Sonoro, cuenta Delat, se caracteriza por un espíritu abierto, lúdico y democrático, un espacio en el que todos son bienvenidos, sin importar sus conocimientos previos o nivel de habilidad. Justo de lo que se trata, como lo explica Delat, es de “abrir el mundo de la síntesis para que todos puedan participar, convertir a la creación de máquinas sonoras en una forma de actividad compartida, de exploración conjunta”.

Fiel a esa visión, Circuito Sonoro es un laboratorio itinerante, un taller andante que se mueve por distintas regiones del país, llevando la síntesis a lugares apartados y en el proceso generando nuevas comunidades de innovación. Lo que Delat y Katic hacen en sus talleres es generar enlaces entre personas, juntando experiencias, perspectivas y sensibilidades distintas alrededor de la exploración sonora, un ejercicio que contribuye a la descentralización del conocimiento y la cultura en el país.

Fue en ese contexto dinámico y colaborativo, donde la curiosidad, la teoría y la habilidad práctica convergen, que nació el primer sintetizados modular colombiano, un hito en la historia de la invención nacional y ejemplo de un emprendimiento cultural en un campo que ha sido dominado históricamente por hombres. Con las herramientas que tenía a la mano, y los componentes disponibles en el mercado de electrónicos local, Delat se las ingenió para construirlo.

Taller para construir un sintetizador impartido por Circuito Sonoro Lab en Bogotá, en 2022.
Taller para construir un sintetizador impartido por Circuito Sonoro Lab en Bogotá, en 2022.CIRCUITO SONORO LAB

El sintetizador modular de Circuito Sonoro es una fábrica inagotable de maravillas acústicas, de sonidos que nos obligan a desacostumbrar el oído y prestar atención a registros inusuales y a menudo disonantes. Su corazón podrá ser sintético, pero las frecuencias que emite se asemejan a lo orgánico, como si sus circuitos quisieran expresar el sonido de la tierra, de las montañas, las selvas y las criaturas que allí habitan. Con un par de cables y algunos ajustes de las perillas es posible escuchar aves sintéticas o incluso insectos, como si a un pájaro selvático le respondiera su contraparte electrónica. Delat tiene una explicación para ello: ¿acaso no se asemejan los circuitos a las raíces de los árboles o al sistema nervioso de los animales? ¿no es una onda sinusoidal el fundamento de todos los sonidos posibles? De cualquier manera, lo cierto es que, gracias a su ingenio y perseverancia, a su inmersión profunda en el mundo de la síntesis y a su empeño en compartir su conocimiento con todo el que esté interesado, Delat ha creado el más improbable artefacto sonoro, uno que refleja la exuberancia de nuestro paisaje sonoro y a la vez contribuye a su expansión sintética.

Suscríbase aquí a la newsletter de EL PAÍS sobre Colombia y reciba todas las claves informativas de la actualidad del país.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_