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La minería subterránea en Colombia: el riesgo latente de morir bajo el suelo

Nueve de cada 10 muertes en accidentes mineros ocurren en minas subterráneas, la mayoría de carbón

Un minero empuja un carro con minerales en crudo, en una mina de oro en Marmato, departamento de Caldas (Colombia)
Un minero empuja un carro con minerales en crudo, en una mina de oro en Marmato, departamento de Caldas (Colombia), en junio de 2021.Edinson Arroyo (Bloomberg)

Eran las 8.15 de la noche del pasado martes cuando los habitantes del pueblo sintieron el estruendo. Una explosión en las minas de carbón de la vereda Peñas de Cajón, en el municipio de Sutatausa, Cundinamarca, a 80 kilómetros de Bogotá, dejó atrapados a 30 mineros. Siete lograron salir por sus propios medios, dos fueron rescatados con vida, 21 resultaron muertos. Durante más de 24 horas los organismos de rescate buscaron a las víctimas, atrapadas a 900 metros de profundidad. “La búsqueda se hace únicamente con pica porque cualquier movimiento puede ocasionar un colapso adicional. Son pocas las posibilidades de encontrar sobrevivientes por la falta de oxígeno”, lamentó el gobernador del departamento, Nicolás García, en entrevista con Caracol Radio. La causa, al parecer, fue una acumulación de gases.

Los mineros que se ganan la vida en minas subterráneas como las de Sutatausa —un pequeño poblado de unos 7.000 habitantes que depende en buena parte de esa actividad— enfrentan el riesgo constante de morir bajo el suelo. Nueve de cada diez muertes en accidentes mineros ocurren en ese tipo de minas, la mayoría de carbón. Algunas de las minas subterráneas donde han ocurrido fatalidades funcionan de manera ilícita, pero no todas. La de Peñas de Cajón está a cargo de la firma Minminer, una empresa con título legal y consolidada desde hace años en la región.

Según registros de la Agencia Nacional de Minería, desde 2005 hasta septiembre de 2022, 1.925 personas habían muerto en accidentes mineros, 1.732 de ellas en minas subterráneas. En solo 10 explosiones en ese mismo periodo fallecieron más de 200 trabajadores. La peor de las tragedias en la historia reciente ocurrió el 16 de junio de 2010 en Amagá, Antioquia. 73 personas perdieron la vida tras una explosión por acumulación de gases en la mina San Fernando, en zona rural del municipio. Familiares han llorado a las víctimas en distintos rincones de Colombia, principalmente en Norte de Santander, Cundinamarca, Boyacá y Antioquia.

Catalina Gheorghe, ingeniera de minas y metalurgia, experta en explosiones subterráneas, explica que el mayor riesgo es la acumulación de gas metano y el polvo de carbón, un material fino que sale de la explotación del mineral y que se acumula en los túneles. La explosión puede ocurrir como consecuencia de altas temperaturas, o de una llama o chispa que se produzcan por el manejo de materiales explosivos o equipos eléctricos. “Generalmente, en las minas de carbón el gas metano está de forma natural. Va fluyendo y se combina con el aire que está en la mina. La forma más efectiva de evitar que ese gas genere una atmósfera explosiva es una adecuada ventilación”, señala.

Las medidas de prevención pueden evitar catástrofes. “En todas las explosiones que se han presentado en Colombia y que han dejado más de 10 víctimas mortales, se encontró que hubo una explosión primaria de metano y una secundaria de polvo de carbón. Es indispensable controlar ambos peligros. El polvo de carbón se puede neutralizar con barreras que lo inactiven en caso de explosión o con tecnologías de inertización. Entrenar a los trabajadores es indispensable”, sostiene Gheorghe, quien dirigió por una década el grupo de seguridad y salvamento minero de Colombia, encargado de realizar tareas de rescate. Con la Universidad Nacional, desarrollaron una guía técnica para diseñar planes de mitigación.

Milton Montoya, director del departamento de Derecho minero-energético de la Universidad Externado de Colombia, opina que es urgente fortalecer los mecanismos de control para que esos planes se ejecuten. “No se trata de prohibir la minería subterránea. En diferentes partes del mundo se hace de forma segura. Se deben mejorar los estándares para tener una minería más tecnificada y moderna, y realizar una buena fiscalización. Se requiere un mayor esfuerzo por parte de las autoridades”, sostiene.

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“Hay países que producen 100 millones de toneladas de carbón al año en minería subterránea y no tienen muertos por explosiones desde hace más de 30 años, como Australia. Eso requiere un enorme compromiso de todos los actores. Cerrar las minas no sería una solución eficiente por el impacto social y económico”, coincide Gheorge.

El carbón, tanto térmico como metalúrgico, es el mineral que más aporta a la economía nacional. Es el segundo producto de exportación (solo el 8% es de consumo interno), representa más del 80% de las regalías mineras y genera más de 130.000 empleos. El presidente Gustavo Petro ha dicho que es necesario transitar hacia un modelo en el que los mineros puedan subsistir con otras actividades o sean propietarios de energías limpias. En un encuentro con mineros de carbón en Paipa, Boyacá, antes de la segunda vuelta presidencial, les prometió que la transición energética no afectaría su fuente de ingresos. “El cambio a otras actividades será concertado en un comité bipartito, las otras actividades alternativas a la minería serán sostenidas por el Estado”, dijo entonces .En la mañana de este jueves, reiteró la idea, ahora con urgencia: “La transición energética implica un fuerte componente de reconversión laboral y empresarial. El plan de desarrollo lo contempla pero su aplicación debe comenzar ya”, dijo en Twitter .

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