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Nicolás Petro, una bomba de relojería para el presidente de Colombia

El mayor de los hijos del presidente de Colombia aprovechó su posición para cobrar dinero de empresarios, supuestamente. Sus hermanos creen que el poder se le subió a la cabeza

Juan Diego Quesada
Nicolas Petro
Nicolás Petro, hijo del presidente de Colombia Gustavo Petro, en 2019.Nicolaspetroburgos (RR SS)

Nicolás Petro no tuvo una relación fluida con su padre hasta poco antes de la campaña electoral. La posibilidad de un cambio en Colombia fue el pegamento que los unió. Desde ese momento fue habitual verlo subido al escenario durante los mítines, en un segundo plano. El hijo observaba al padre con verdadera admiración. Le impresionaba su verbo fácil, su capacidad de electrizar a las multitudes. Por eso él había entrado años atrás en política y por eso usaba el mismo discurso en favor de los más pobres. Nicolás, el más conocido de los hijos de Gustavo Petro, el único que se dedica al mismo oficio que él, estaba llamado a ser, o al menos así lo ven algunos, un político que llevara con orgullo el apellido.

En la última semana, sin embargo, se ha convertido en el hijo incómodo. Sobre Nicolás, de 36 años, licenciado en Derecho y diputado del Atlántico, pesa la acusación de haber aprovechado el nombre de su padre para enriquecerse y llevar una vida de lujos. La revelación ha conmocionado al país, que de repente ha puesto sus ojos en este muchacho moreno, de facciones fuertes, guapo, siempre calado con una gorra y vestido con ropa ancha, al estilo de un rapero. Su propio padre ha pedido a la Fiscalía que lo investigue a fondo, y la institución ya se ha puesto manos a la obra.

Su destino dorado comenzó a torcerse el 1 de febrero, el día en que Day Vásquez, la mujer de la que se acababa de separar, visitó el Palacio de Nariño, la residencia presidencial. Allí contó que Nicolás había recibido grandes cantidades de dinero de empresarios que creían estar aportando a la campaña de su padre. En realidad, el chico se quedaba con el dinero, según su versión. Algunas de esas aportaciones las hicieron personajes de dudosa calaña relacionados con el narcotráfico y el contrabando. En los siguientes días, según ha contado Alfonso Prada, el ministro de Interior y portavoz del Gobierno, Petro dijo en un consejo de ministros que había recibido una información con mucho dolor y tristeza, y le pedía a todos ellos no tener ningún contacto con su familia. “Nadie puede ejercer tráfico de influencias”, enfatizó el presidente.

El asunto espinoso merodeó Palacio hasta que acabó en la prensa. La revista Semana publicó una demoledora entrevista con Day. La joven lo contó todo y como prueba aportó sus chats con Nicolás. Ahí se ve la forma en la que el hijo de Petro amasó supuestamente una fortuna que destinó a una lujosa casa en Barranquilla. Tenía tanto dinero en efectivo que para moverlo de una ciudad a otra necesitaba la ayuda de familiares y amigos. Cuando Katia Burgos, su madre, visitó su nueva casa, el muchacho le mintió y le dijo que era de un amigo. “Tu amigo debe ser un traqueto (narcotraficante)”, dijo ella.

Katia Burgos fue el amor de juventud de Petro. Juntos militaron en el M-19, una guerrilla urbana que fue inmensamente popular en los años ochenta. De esa relación nació Nicolás. Cuando Burgos dio a luz, Gustavo estaba en prisión, donde fue torturado por guerrillero. La madre le llevó el bebé a la cárcel. Sin embargo, los tres no formaron una familia. Petro continuó con su activismo político y tuvo otra relación, de la que nacieron dos hijos, los más discretos de toda la familia. Después Petro tuvo un tercer matrimonio, esta vez con Verónica Alcocer, con quien tuvo otras dos hijas. Alcocer, la primera dama, aportó al núcleo familiar otro hijo anterior, que por casualidad también se llama Nicolás.

Él fue el primero en desentenderse de su hermanastro. “Quiero aclarar a la gente que no me conoce y a la opinión pública que en el comunicado hoy hecho por mi papá no se refiere a mí, sino a mi hermano Nicolás Petro. Agradezco la prudencia antes de enviar mensajes o etiquetarme en publicaciones que afectan a mi buen nombre”, escribió en sus redes sociales. Andrea Petro, la hermana mayor, fue todavía más contundente: “La familia no está por encima de todo, primero es la nación y el respeto al pueblo colombiano. El presidente muestra su honestidad y transparencia. Todo está en manos de la justicia, se respetará y acatará su decisión”.

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Nicolás lleva una vida a todo tren. Vive en un apartamento de lujo en el barrio más cotizado de Barranquilla, junto a las familias más poderosas de la ciudad. Los extractos bancarios de un mes muestran que gastaba casi 8.000 dólares en restaurantes, ropa de diseñador, joyas, tratamientos estéticos y hoteles de cinco estrellas. Su sueldo como diputado no llega a los 3.000. En redes sociales le han recordado estos días que le encantaba referirse a sí mismo como gente “del pueblo”.

Esta no ha sido la primera vez que se desvía del camino. En enero, apareció en una foto de Instagram con el hijo de un parapolítico, Musa Besaile. Petro, como senador, se jugó la vida denunciando los vínculos entre la política y el paramilitarismo, los ejércitos privados que se crearon para combatir a la guerrilla y que acabaron cometiendo más crímenes que los propios guerrilleros. Andrea, en una entrevista con Cambio, ha dicho que el presidente está muy decepcionado con Nicolás por esa imagen. “Me da rabia porque nosotros no somos así. Pienso que el poder se le subió a la cabeza”, ha declarado la hija.

Las flechas le llueven a Nicolás por todas partes. Los ministros y políticos que le dieron audiencia reniegan ahora de él, nadie quiere verse salpicado. En los chats revelados insulta a Gustavo Bolívar, un conocido libretista de narconovelas que apoyó a Petro en campaña y fue su cabeza de lista al Senado. Bolívar reaccionó diciendo que Nicolás pensaba que él era un obstáculo en campaña por no transigir con “sectores ocultos de la política”. Otro lío más, otra madeja de la que tirar.

Nicolás, según gente que lo ha tratado estos días, se siente abandonado y traicionado por familiares y amigos. Encerrado en su lujoso apartamento de escaleras colgantes, se ha quedado más solo que nunca.

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Sobre la firma

Juan Diego Quesada
Es el corresponsal de Colombia, Venezuela y la región andina. Fue miembro fundador de EL PAÍS América en 2013, en la sede de México. Después pasó por la sección de Internacional, donde fue enviado especial a Irak, Filipinas y los Balcanes. Más tarde escribió reportajes en Madrid, ciudad desde la que cubrió la pandemia de covid-19.

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