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EL ELN que se sentará a la mesa con el Gobierno de Petro

Es el sexto intento de diálogo con este grupo en la historia, pero el primero con un Gobierno de izquierda. En Arauca, Catatumbo y Chocó esperan que no sean discusiones eternas

Catalina Oquendo
Regreso a la libertad de dos soldados que estaban en poder del ELN desde principios de noviembre, en Tame, el 16 de noviembre de 2022.
Regreso a la libertad de dos soldados que estaban en poder del ELN desde principios de noviembre, en Tame, el 16 de noviembre de 2022.

Este lunes, cuando se reanuden las negociaciones de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la última guerrilla en armas en Colombia, en Arauca, Chocó y Catatumbo miles de campesinos esperarán que esos encuentros reduzcan la violencia que viven en sus territorios. También abogarán porque esta vez sí se concrete la paz con este grupo, el que más intentos de diálogo ha tenido con diferentes Gobiernos en su historia. Y, por último, que las negociaciones no se eternicen, como ha pasado también en otras oportunidades con esa guerrilla.

Tal como han explicado diferentes analistas del conflicto armado, negociar con el ELN siempre ha sido difícil. Andrés Aponte, editor del libro ¿Por qué es tan difícil negociar con el ELN?, del Centro de Investigación y Educación Popular, Cinep, dijo en una entrevista con EL PAÍS que se trata de una insurgencia “que no tiene problema para dialogar, pero sí para negociar”. El grupo que se sentará a la mesa con el Gobierno del presidente Gustavo Petro es una guerrilla que no busca tomarse directamente el poder. El de mañana es el sexto intento de diálogo después de que el último intento fracasara cuando la guerrilla puso un coche bomba que dejó 23 cadetes de policía muertos.

El ELN es una guerrilla de raíces católicas, fundada en 1964 e inspirada en la revolución cubana. Sin embargo, ha hecho mutaciones a través de los años y hoy es difícil de clasificar. La vieja comandancia se ha ido relevando por cuadros medios que responden a los territorios y se muestran más pragmáticos y con menos restricciones a participar en economías ilegales y aunque fortaleció su presencia en lugares donde antes dominaban las FARC, es una guerrilla derrotada estratégicamente.

Dde acuerdo con las últimas cifras del Ejército, en 2021 tenía 2.350 combatientes y presencia en regiones como Catatumbo y Arauca, en el nororiente del país; así como en Nariño y Chocó, por el occidente. Pero también tiene presencia en Venezuela. El tercer informe de la misión de Naciones Unidas aseguró que, para 2018, tenía presencia en 12 de los 23 estados del país. El documento, revelado a finales de septiembre, también indicó que esa guerrilla llegó a acuerdos con autoridades estatales venezolanas para controlar recursos mineros y también está vinculada a la explotación de oro, diamantes y coltán. De ahí la importancia de que Petro haya invitado a Nicolás Maduro a jugar un rol de garante en la mesa.

Ese carácter de guerrilla binacional, sobre el cual no hay consenso entre analistas, sería clave en el desarrollo de esta nueva mesa de diálogo. Aún no es claro si Caracas será la sede permanente, pero sí del primer ciclo de conversaciones. Miembros de la delegación viajaron este fin de semana para ellas, que se espera que puedan prolongarse al menos un mes. Sobre el rol de Maduro, el alto comisionado para la paz, Danilo Rueda, dijo a este diario que el presidente venezolano “ha sido transparente, asertivo y coherente con lo planteado en los protocolos. No hemos observado ningún tipo de injerencia ni ventajas, y en ese sentido valoramos muchísimo lo que ha sucedido hasta ahora”.

Las expectativas de los negociadores del ELN no son halagüeñas sobre la rapidez de los diálogos. Antonio García, comandante del ELN, ha dicho a través de su cuenta de Twitter que tienen algunos reparos que solo “podrán ser objeto de discusión en la Mesa”. Se refiere a temas como la paz total, la propuesta del gobierno de Petro de negociar en paralelo con las organizaciones de crimen organizado del país. En una entrevista con la Corporación Nuevo Arcoiris, a comienzos del mes, García había criticado la negociación de tierras del gobierno con el presidente de la Federación Nacional de Ganaderos, Fedegán, Jose Félix Lafaurie. Ahora, el ganadero que no apoyó el anterior proceso de paz con las extintas FARC será uno de los negociadores del Gobierno con el ELN.

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El comandante del ELN también ha dicho que un eventual cese al fuego multilateral debe ser discutido en la mesa y que tienen interrogantes frente a los esquemas de desmovilización y desarme, que considera siguen siendo los mismos. Además, que la participación de la sociedad en este proceso “no puede ser en ‘modo exprés’”.

Ahí radica uno de los principales desafíos para este proceso. Según Carlos Velandia, exintegrante de la dirección nacional del ELN y ahora investigador de temas de paz: “Lo difícil para el ELN no es dialogar, lo difícil es llegar a un acuerdo”. Velandia explicó a EL PAÍS que “para ellos el diálogo es el camino para establecer una conversación política para buscar soluciones a los problemas del país por los que justamente se alzaron en armas. No conciben el diálogo para ponerle fin a la guerra o dejar las armas, sino para resolver las grandes dificultades que se viven en las regiones”.

El ELN también es reconocida como una guerrilla federada. “No quiere decir esto que sea sin unidad o fragmentada, sino que cada frente puede cuestionar a la comandancia en temas ligados a la guerra, la paz y la distribución de recursos”, explicaba el analista Aponte a este diario hace unos meses. Puntualizaba que no es como las FARC, que era una guerrilla de campesinos colonos de la periferia del mundo centroandino que se expande hacia las zonas más integradas a la que se puede ofrecer proyectos de desarrollo rural y curules (escaños) en el Congreso para sus dirigentes. Más bien “es una confederación de distintos grupos regionales, que representan problemas específicos de sus regiones”.

De acuerdo con la Fundación Ideas para la Paz (FIP), la confrontación del ELN con la fuerza pública se ha reducido, pero no ha pasado lo mismo entre el ELN y las disidencias de las FARC. Eso ha ocurrido por ejemplo en Arauca, donde la paz se ve lejana. “Sí ha habido una reducción grande de las acciones desde el Estado contra estos grupos y de ellos contra el Estado, pero por otro lado un aumento del 80 por ciento de los enfrentamientos entre grupos armados”, ha dicho María Victoria Llorente, directora de FIP.

La Iglesia Católica, que participará en las negociaciones de paz como facilitadora, ha dicho que la primera fase de esta mesa tendrá que centrarse en lo humanitario. Monseñor Fabio Henao, representante de esa Iglesia, llevará ese mensaje a la Mesa. “Hay una situación muy compleja de muchas regiones donde se están desarrollando confrontaciones entre distintos grupos por el control territorial. La mesa de negociación deberá abordar el alivio a las situaciones humanitarias como un tema urgente”, dijo el viernes, en horas previas a viajar a Caracas. Monseñor Juan Carlos Barreto, que fue obispo de Quibdó, dice que el respeto de la guerrilla por el Derecho Internacional Humanitario será el oxígeno de la mesa de negociación. “Por ahí se empieza y por el cese al fuego multilateral. Necesitamos frenar la guerra para empezar a construir la paz”, aseguró Barreto, hoy es obispo de Soacha.

Tras los múltiples intentos de negociación con el ELN, esta será la primera vez que negocie con un Gobierno de izquierda. Los analistas señalan que ahora será más difícil que ponga excusas, porque la victoria de Petro hace ver que su vía armada es obsoleta. Para la FIP, el desafío del Gobierno será convencer a los distintos sectores del ELN que debe aprovechar esa oportunidad, pero parte con la ventaja de que se sentará con “un grupo debilitado políticamente por cuenta de su incapacidad de incidir en movilizaciones sociales de trascendencia y por carecer de un músculo militar que pueda desafiar seriamente al Estado”.

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Catalina Oquendo
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia. Periodista y librohólica hasta los tuétanos. Comunicadora de la Universidad Pontificia Bolivariana y Magister en Relaciones Internacionales de Flacso. Ha recibido el Premio Gabo 2018, con el trabajo colectivo Venezuela a la fuga, y otros reconocimientos. Coautora del Periodismo para cambiar el Chip de la guerra.

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