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Última oportunidad para el padre que buscó al asesino de su hija durante 26 años

Martín Mestre encontró al prófugo en Brasil, pero la justicia desestimó la extradición a Colombia por la prescripción del caso. Ahora podría revertirse el fallo

Inés Santaeulalia
Martin Mestre, en su casa de Barranquilla
Martín Mestre, en su casa de Barranquilla, en diciembre de 2021.Charlie Cordero

Martín Mestre tiene 80 años y ha llorado tanto que tiene miedo a hacerse ilusiones. Desde el 1 de enero de 1994 solo ha respirado para un único propósito. Ver al asesino de su hija entre rejas. Durante 26 años la búsqueda fue en vano, pero a finales de 2019, convertido ya casi en detective profesional, lo localizó en Brasil. A la mayor de las alegrías le siguió la mayor de las decepciones. Un fallo de la Corte Suprema, resuelto por empate, denegó la extradición a Colombia porque el crimen ya había prescrito en Brasil. El caso estaba muerto, igual que se quedó Mestre en su casa de Barranquilla. Un equipo de abogados desde Washington decidió no rendirse y dar una última oportunidad a este padre sin hija. Presentaron una demanda para revocar la sentencia y, para sorpresa de todos, la Corte brasileña aceptó el caso.

El tiempo sigue corriendo en su contra. En 1996, un juez colombiano condenó a Jaime Saade por el homicidio y la violación de Nancy Mariana a 27 años de cárcel. Él ya estaba desaparecido, se lo había tragado la tierra desde la noche en la que todo pasó. El próximo junio se acaba la condena que nunca ha cumplido y, con ella, cualquier opción de encerrarlo. La decisión de la Corte brasileña de convocar una audiencia virtual la próxima semana para decidir si le retiran a Saade el pasaporte e impedir así su salida de Brasil es una bocanada de aire. Después, deberán decidir si el fallo sobre la extradición fue justo o debería revocarse. “La Corte ha podido desechar el caso desde el principio y no lo ha hecho. Los argumentos presentados son bastantes contundentes”, explica Margarita R. Sánchez, socia de Miller & Chevalier (Washington DC).

La demanda sostiene que la sentencia aplicó mal la ley brasileña. Primero, al haber considerado que los delitos por los que Jaime Saade había sido condenado en Colombia habían prescrito en Brasil. Y, segundo, al haber decidido el caso por medio de la figura del empate, que solo es válido para acciones de tipo penal. “Es un caso concerniente a la aplicación de un tratado de extradición entre dos naciones soberanas, y como tal es un asunto de cooperación jurídica internacional”, subraya Sánchez.

Los hechos

Para entender la lucha eterna de este padre hay que viajar hasta Barranquilla, a la nochevieja de 1993. Los Mestre cenaron en familia. Nancy Mariana, con los 18 años que se quedó para siempre, llevaba un tiempo saliendo con Jaime y pidió permiso para celebrar el año nuevo con él. Martín ha repetido mil veces cada paso que dio aquella noche. Al despedir a la pareja, se dirigió al joven. “Cuídamela”, le dijo.

De madrugada se despertó sobresaltado. Su hija no había vuelto y se lanzó a las calles a buscarla. Juró a Dios que si la encontraba, no la regañaría. Condujo hasta la casa de los Saade y allí se encontró a su madre limpiando el suelo. Eran las seis de la mañana del primer día de 1994. “Su hija ha tenido un accidente, está en la Clínica del Caribe”, dijo la mujer. Ya en el hospital, el padre de Jaime le dijo que Nancy Mariana había intentado quitarse la vida. A Jaime nadie lo volvió a ver.

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La joven agonizó durante ocho días en los que nunca recuperó la consciencia. En el juicio, que se celebró en ausencia del acusado, se descartó el suicidio. Jaime había abusado sexualmente de ella y la mató de un tiro en la cabeza.

Jaime Saade
Aspecto actual de Jaime Saade, asesino de Nancy Mestre.Charlie Cordero

Los años que siguieron fueron como ir detrás de un fantasma. La Interpol emitió una orden de búsqueda y Martín, como miembro de la reserva de la Armada, hizo un curso de inteligencia. Buscó en todos los rincones y se convirtió en un experto en Internet. A través de varios perfiles falsos en redes sociales, logró acercarse a la familia Saade. En alguna conversación saltó el nombre de un complejo turístico que se llama Belo Horizonte, en Santa Marta (Colombia). Mestre le dio la vuelta. ¿Y si estaba en esa ciudad de Brasil? Advirtió a la Interpol, que encontró allí a un hombre que se hacía llamar Henrique Dos Santos Abdala y guardaba parecido con el joven Jaime de 1993. La saliva de un vaso que dejó un día en un bar sirvió para comprobar que era él. 26 años después.

Mestre estaba pletórico. Por fin vería al asesino entre rejas. Dos Santos Abdala vivía en Belo Horizonte con su mujer y dos hijos, y llevaba una vida en apariencia normal. La extradición parecía hecha. Colombia la solicitó y la discusión llegó a la Corte Suprema de Justicia. En Brasil los casos prescriben a los 20 años, por lo que los jueces consideraron que la sentencia condenatoria ya no era válida, punto que ahora rebate la demanda. Dos magistrados votaron a favor y dos en contra. El quinto estaba de licencia. El empate favoreció al condenado, que volvió a su vida cotidiana, más tranquilo que nunca. Mestre se hundió.

Desde Washington, el equipo de abogados presionó al Gobierno colombiano para avivar el caso. La opción de solicitar por segunda vez la extradición era inviable, pero desde el Ejecutivo anterior se enviaron tres cartas, dos de parte de la exvicepresidenta Martha Lucía Ramírez, para que Brasil reconsiderara el caso. No dio resultado. La demanda fue el último intento, cuando ya todo parecía perdido. Ahora solo quedan ocho meses por delante para lograr que Saade cumpla, pero hay una ventana abierta. Es a la que ahora se asoma Martín: “Ha sido como una lucecita verde que se prende, esperemos que quede brillante”.

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Sobre la firma

Inés Santaeulalia
Es la jefa de la oficina de EL PAÍS para Colombia, Venezuela y la región andina. Comenzó su carrera en el periódico en el año 2011 en México, desde donde formó parte del equipo que fundó EL PAÍS América. En Madrid ha trabajado para las secciones de Nacional, Internacional y como portadista de la web.

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