"Estaremos aquí hasta el domingo"
Interior pregunta a la Junta Electoral si los acampados pueden seguir en la plaza de Catalunya. -La protesta crece y ensancha su base social
Pasan de las diez de la noche. María Revuelto, fotógrafa de 27 años, lleva más de una hora golpeando con una cuchara una cacerola de color azul. "Queremos cargarnos las elecciones para que se den cuenta de que tenemos poder", dice, con el utensilio de cocina desgastado de tanto darle.
Como ella, más de un millar de personas se reunieron ayer a las nueve de la noche en plaza de Catalunya (los concentrados las cifraron en 4.000). La cacerolada sirvió de acicate para un movimiento de protesta que arrancó el domingo 15 de mayo de forma espontánea a través de las redes sociales. Una hora y media después de la hora de convocatoria, seguían sonando las cacerolas. La protesta se repetía en Lleida, con 300 personas, en Girona y Tarragona, con medio centenar en cada una.
Desde el lunes, unas 200 personas duermen en la plaza de Catalunya. El Departamento de Interior pidió ayer a la Junta Electoral Provincial de Barcelona que diga si los jóvenes acampados pueden seguir con la protesta el sábado, víspera de las elecciones municipales y, por tanto, día de reflexión. Durante esa jornada, las manifestaciones de índole política están prohibidas. De ahí que, aunque la Generalitat "no dispone de ninguna comunicación de los convocantes", Interior pida a la junta que se pronuncie "sobre el posible contenido electoral de la acampada".
La junta tiene previsto responder hoy basándose en los criterios que fijará la Junta Electoral Central para las protestas que se realizan en distintas ciudades españolas, promovidas por el movimiento 15-M.
Pero los concentrados ya han avisado de que seguirán allí sea cual sea la decisión. "Estaremos hasta el domingo. Si nos echan, volveremos", advierte Diana A., de 28 años y productora audiovisual. Considera "una tontería" que se prohíban las acampadas, como ocurrió ayer en la madrileña Puerta del Sol: "Solo sirve para que más gente salga a la calle". Coincide con ella Jordi García, de 25 años y programador informático. "Si no creo en el sistema, no me afecta lo que digan", asegura. Él no piensa moverse de la plaza de Catalunya, aunque se lo ordene la policía: "Si tengo que ir a trabajar con una pierna rota, iré".
El movimiento barcelonés tiene menos seguimiento que el madrileño, pero claramente va creciendo día a día, en número y en tipo de personas reunidas. Si el lunes la mayoría de los acampados en la plaza eran jóvenes, ayer se podía ver a padres de familia con sus hijos. Es el caso de Oriol Carbó, de 40 años y bombero de profesión. A las 21.30 estaba con sus dos hijas, Laia, de siete años, y Júlia, de 10, blandiendo palos de madera contra platos metálicos. "¡Está deformado!", presumía una de las pequeñas. u padre llevaba un cartel donde acusaba a los políticos de ser títeres de los poderes financieros, mediáticos e industriales. Los tres viajaron en tren desde Vaquerisses (Vallès Occidental) para protestar.
Algunos jóvenes, sin embargo, echaban de menos más participación en la protesta. "¡Cuando el Barça gana la Liga, Canaletes se llena con 12.000 personas!", lamentaba Olivier de Ros, de 22 años, estudiante de Humanidades. El joven se quejaba de la apatía de algunos compañeros de universidad, que habían preferido quedarse en casa.
Pero otros se habían sumado a la protesta. Como el grupo de jóvenes formado por Alba García, de 18 años; Álex de Dios, de 19; Marina Oorthuis, de 18, y Clara Juárez, de la misma edad. Asistían a la cacerolada, pero sin nada que hacer sonar. "Hemos venido directamente de la universidad", se excusaban.
A las 22.30 seguía ayer la protesta en la plaza de Catalunya, sin apenas desinflarse. Sonaban menos cacerolas, pero la gente no se movía del sitio. Los acampados preparaban ya sus asambleas y comisiones. La plaza se preparaba para una larga noche de debate.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.