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Síndrome de alienación parental, un término sin base científica que oculta el maltrato infantil

Delia Rodríguez, abogada de familia, asegura que no se puede ignorar que hay contextos familiares en los que se producen continuas interferencias parentales que acaban por destruir el vínculo afectivo entre un progenitor y su descendencia

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El síndrome de alienación parental es altamente dañino para la infancia con independencia de quién sea el que lo lleve a cabo.Unsplash
Carolina García

Son muchas las voces que critican o defienden el síndrome de alienación parental (SAP), y casi siempre, surge la misma duda: ¿este término existe, o no? La nomenclatura como tal la acuñó el psiquiatra Richard Gardner en 1985 para referirse a un desorden psicopatológico en el cual un niño, de forma permanente, denigra e insulta sin justificación a uno de sus progenitores, generalmente el padre, y se niega a tener contacto con él. Con los años, el SAP comenzó a ver la luz a través de otra denominación: síndrome de la madre maliciosa, por el cual se señalaba a las progenitoras como quienes influían a los hijos en contra de su expareja. Si bien, esta expresión quedó en el pasado, todavía hoy son algunas voces las que lo defienden como verdad, a pesar de que en la actualidad este síndrome no está reconocido ni por la Organización Mundial de la Salud ni la Asociación Americana de Psicología y, por ende, su rigor científico está más que cuestionado.

Delia María Rodríguez, abogada en Vestalia Abogados de Familia.
Delia María Rodríguez, abogada en Vestalia Abogados de Familia.

“Es una realidad que estas situaciones que alcanzan, en muchas ocasiones, la categoría de maltrato a la infancia, se dan con independencia del género del progenitor. En cualquiera de los casos, el daño psicológico infligido a los niños es devastador y, en muchas ocasiones, de difícil reparación”, explica Delia María Rodríguez, abogada en Vestalia Abogados de Familia. Rodríguez asegura que la aparición del SAP no ha pasado desapercibida a las críticas: “Y al debate entre expertos multidisciplinares consiguiendo, a pesar de ello, sobrevivir al tiempo hasta convertirse en un concepto que no nos es ajeno a los abogados de familia dentro del marco de los procedimientos de guarda y custodia, especialmente los más bélicos y conflictivos”.

Según mantiene, esto tiene una explicación sencilla: este fenómeno es altamente dañino para la infancia con independencia de quién y cómo se haya bautizado, o si gusta más o menos su denominación, tiene entidad propia, existe. “Sería hipócrita ignorar que hay contextos familiares en los que se producen continuas interferencias parentales que, según su intensidad y gravedad, acaban por destruir el vínculo afectivo entre el otro progenitor y su descendencia. Sin embargo, parece existir también un siniestro interés por parte de algunos colectivos a la hora de invisibilizar este tipo de abuso infantil”.

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La Asociación Española de Neuropsiquiatría ha manifestado que “el SAP supone un grave intento de medicalizar lo que en realidad es una lucha de poder por la custodia de un hijo”, añade Rodríguez. “No puedo menos que coincidir con estas declaraciones que definen a la perfección el origen de este tipo de maltrato”, prosigue, “dejando a un lado la terminología, debemos partir de la premisa de que este tipo de vejaciones no son una enfermedad, sino unos hechos que son innegables, y que vulneran los derechos más fundamentales de los niños por parte de quienes más deberían protegerles, conllevando unas devastadoras consecuencias psicológicas”.

Sin embargo, en vez de avanzar parece que vamos hacia atrás. Recientemente el Congreso de los Diputados ha aprobado un Proyecto de Ley Orgánica de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia, que, si bien supone un éxito en algunos puntos, en otros deja mucho que desear. Concretamente en su nuevo artículo 10 bis III se lee: Los poderes públicos tomarán las medidas necesarias para evitar que planteamientos teóricos o criterios sin aval científico que presuman interferencia o manipulación adulta, como el llamado síndrome de alienación parental, puedan ser tomados en consideración. “Francamente, este nuevo articulado me parece una peligrosa arma a favor de los progenitores que llevan a cabo este tipo de manipulaciones contra los niños; la excusa perfecta para continuar sus maliciosas actuaciones. El primer paso para visibilizar este abuso infantil parte de superar el “buenismo social” que lleva a pensar que no hay progenitores (tanto madres como padres) capaces de llevar a cabo tan atroces conductas en perjuicio de sus hijos”, sostiene.

Toda separación afectiva denota un fuerte impacto para los hijos

Para la experta, el siguiente objetivo es analizar la problemática, la estadística de padres y madres que se han visto y se ven en esta terrible situación tras una separación, y que se sienten completamente abandonados por el sistema judicial: “Escucharles no les devolverá a sus hijos ni el tiempo perdido, pero sí permitirá que otros niños no se vean obligados a crecer sin la compañía de uno de sus padres. Es prioritario alcanzar un consenso nacional en cuanto a cómo denominar este fenómeno, asumiendo su existencia, y legislando las medidas oportunas para garantizar una correcta protección de la infancia”.

El derecho de los menores a ser escuchados puede ser un arma de doble filo en situaciones de manipulación infantil. “Sin duda alguna, el progenitor que interfiere en la relación con el otro siempre solicita la exploración judicial de los niños (durante la cual el Juez y el Ministerio Fiscal se entrevistan con ellos a solas), pues confían en que el menor será un aliado para conseguir sus fines (evitar la custodia compartida, suspender las visitas, etc.). Pero no es sencillo para el Tribunal detectar en una simple exploración judicial cuándo un niño se encuentra manipulado por uno de sus padres, o si no se siente libre a la hora de expresar sus opiniones”.

Según mantiene, “toda separación afectiva denota un fuerte impacto en los hijos en común y, por ello, resulta esperable que exista un resentimiento sobre alguno de los progenitores, resolviéndose este luto con el paso del tiempo”. “Sin embargo”, prosigue, “en algunos contextos familiares este tránsito natural se estanca por diversos motivos, provocándose distintas situaciones en las que los menores se ven directamente implicados (y perjudicados). Desemboca en una auténtica pesadilla para los niños quienes se ven atrapados, por voluntad de uno o de ambos progenitores, en crueles conflictos de lealtades. Esto, y no la separación afectiva de sus progenitores en sí, es lo verdaderamente traumático para los niños, pongámosle el nombre que le pongamos”. Para la experta, es esencial actuar con la mayor brevedad, para intentar tomar las medidas oportunas, pues las dilaciones judiciales no juegan a favor de los niños ni de los padres perjudicados.

Cambio de conducta de padres e hijos en separaciones conflictivas

En cuanto a la actitud de los progenitores, “estos cambian radicalmente frente al otro, instrumentalizando al menor para sus propios fines e intereses personales (revancha, económicos, posesión con respecto al menor). Para ello, adoptan un comportamiento por el que insultan y desvalorizan continuamente al otro (aludiendo a cuestiones de pareja que no conciernen a los niños), impiden el derecho de visitas con el otro, implican al entorno familiar y amigos en los ataques a la expareja, subestiman o ridiculizan los sentimientos del menor hacia el otro progenitor, e incentivan o premian la conducta despectiva hacia el padre o la madre”.

Según explica Rodríguez, en cuanto a los hijos, “el maltrato puede detectarse cuando percibimos una serie de comportamientos en ellos, tales como el rechazo irracional hacia la figura del otro progenitor, el deseo repentino e injustificado de no querer ver a su padre o madre, la repetición de argumentos propios de adultos para justificar lo anterior, o la creación de recuerdos de infancia, entre otros”.

“Pese a que lo deseable sería decir lo contrario, como abogados de familia estamos más que acostumbrados a ver este tipo de comportamientos en los menores. Lamentablemente, los servicios públicos como el Punto de Encuentro Familiar o el Centro de Atención a la Infancia resultan, en la práctica, insuficientes para abordar el conflicto y, con el tiempo, la forma y la intensidad que requieren situaciones familiares tan críticas como las que atestiguamos como profesionales y que, en muchas ocasiones, tienen un desenlace fatal e irreversible”, concluye.

Acreditar el mal trato a los niños en un juzgado

Según mantiene Delia Rodríguez, abogada familiar, es muy complicado acreditar este tipo de situaciones de malos tratos a los niños, “pues la conducta de quien los ejercen es sutil, medida y sibilina, lo que hace que el acto en sí sea aún más cruel”. La experta critica la falta de especialización de todos los juzgados dedicados al derecho de familia. “Tampoco ayuda que los poderes públicos miren hacia otro lado, así como tampoco las dilaciones a causa de la falta de recursos humanos suficientes como para garantizar una adecuada protección de la infancia. Dentro de los procesos de familia contamos con la práctica del informe pericial de la unidad familiar, si bien las listas de espera no permiten obtener respuestas ágiles a esta problemática que representa una auténtica lacra social. Además, las entrevistas de los profesionales peritos con los progenitores, y con los propios menores, tampoco permiten en ocasiones, por su corta duración, detectar este tipo de comportamientos en los progenitores, ni las terribles consecuencias que conllevan para los hijos en común. Otras veces se detectan y recogen, pero no tienen consecuencias sobre el progenitor que actúa perjudicando al menor".

 

Ante la falta de recursos en Justicia, y la ausencia de una jurisdicción especializada en familia, “los abogados nos vemos obligados a recurrir a la desesperada búsqueda de otro tipo de pruebas”: “En nuestra experiencia profesional hemos conseguido acreditar situaciones de manipulación infantil críticas mediante grabaciones espontáneas, diarios, dibujos, confidencias a profesores de los niños, siendo estos los últimos recursos a emplear por ser una intromisión en su intimidad”. “En casos en los que el menor se encuentre en riesgo objetivo y real”, continúa, “podría realizarse una pericial psicológica de parte. Cuando no queda otra opción para hacer saber al Tribunal que un niño o una niña está siendo literalmente machacado por uno de sus padres, el aportar este tipo de pruebas puede resultar muy relevante”.

 

 

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Carolina García
La coordinadora y redactora de Mamas & Papas está especializada en temas de crianza, salud y psicología, y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Es autora de 'Más amor y menos química' (Aguilar) y 'Sesenta y tantos' (Ediciones CEAC). Es licenciada en Psicología, Máster en Psicooncología y Máster en Periodismo de EL PAÍS.

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