Erdogan refuerza su poder pero tendrá que pactar la Constitución
El primer ministro logra su tercera mayoría absoluta consecutiva, pero no alcanza el cupo de diputados exigido para imponer una nueva Carta Magna.- El líder islamista ofrece un pacto de consenso a la oposición
Recep Tayyip Erdogan (Rize, 1957) se ha convertido en la noche del domingo en el segundo primer ministro turco en revalidar en la urnas un tercer mandato consecutivo. El otro, Adnan Menderes, fue ahorcado en 1961 tras un golpe de Estado militar cuando estaba punto de conseguir la cuarta victoria en las urnas. A Erdogan no le ocurrirá lo mismo. Primero, porque no podrá presentarse a un cuarto mandato: lo prohíben los estatutos de su triunfante Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Y segundo, porque los militares turcos han ido dejando de marcar el paso a los gobernantes civiles desde que los islamistas moderados del AKP llegaron al poder, en 2002, y emprendieron el camino de las reformas que lleva hacia Europa.
Erdogan se ha negado a sí mismo un triunfo histórico, con un inapelable 50% de los sufragios al 99% del escrutinio, al colocar demasiado alto el listón de sus expectativas: acaparar al menos 330 de los 550 escaños del Parlamento para poder imponer unilateralmente la nueva Constitución que necesita Turquía para poder convertirse en una nueva potencia global y democrática. Con 326 diputados, se ha quedado a las puertas de su objetivo, que le permitiría redactar en solitario el texto constitucional para someterlo directamente a referéndum. Y todavía más lejos de los 367 escaños, con los que habría aprobado la Constitución por goleada en la propia Cámara sin recurrir a una consulta popular.
Las elecciones turcas han sido un juego en el que todos ganan. A pesar de que el fatuo sueño de Erdogan de intentar dictar las reglas de juego se ha desvanecido, su tercer triunfo electoral consecutivo es incontestable, digno de líderes históricos como Margaret Thachter en Reino Unido o Helmut Kohl en Alemania. Un plebiscito imponente a las reformas políticas y económicas que han abierto nuevos espacios de libertad y bienestar para los 74 millones de turcos.
Gana el AKP y gana también el Partido Republicano del Pueblo (CHP), de Kemal Kiliçdaroglu, "el Ghandi turco" que logra para el centro-izquierda un 26% de los votos, frente al magro 20% que obtuvo su predecesor, Deniz Baykal, en los comicios de 2007. Kiliçdaroglu podrá imponerse ahora frente a la vieja guardia nacionalista de su partido y afianzarse en su giro de de alternativa laica y socialdemócrata al conservadurismo islámico de Erdogan. "Agradezco la fortaleza que nos han dado los votantes", aseguro emocionado anoche en la sede de su partido.
Gana incluso el Partido del Movimiento Nacionalista (MHP), a pesar de haber perdido algunos miles de sufragios y haber caído hasta el 13%. La extrema derecha temía quedar fuera de la Cámara si no superaba la barrera del 10% de los votos nacionales tras la oleada de escándalos sexuales que han salpicados a su dirigentes.
Y ganan -y de forma notable- los nacionalistas kurdos del Partido de la Paz y la Democracia (BDP), que al presentarse como independientes en sus feudos del sureste de Anatolia han sorteado el escollo del 10% para sumar 35 diputados, 15 más que hace cuatro años. Erdogan y los grupos parlamentarios tendrán que escuchar su voz para pactar la nueva Constitución viable.
Pero sobre todo gana la democracia turca, que ha negado el poder omnímodo a un líder excepcional como Erdogan para obligarle a buscar el consenso que exige el mayor contrato social de una nación. Le ha concedido, eso sí, una poderosa mayoría para gobernar sin ataduras y proseguir la senda del crecimiento y las reformas.
Sin la sonrisa burlona de la hace cuatro años. Circunspecto como un imán majestuoso, Erdogan ha predicado en la noche del domingo ante miles de partidarios desde el balcón de la sede del AKP en Ankara la buena nueva de que había entendido el mensaje del pueblo. "Los electores nos han dicho que debemos negociar la nueva Constitución. La haremos por consenso, con la participación de la oposición, de los partidos que no están en el Parlamento y de las organizaciones de la sociedad civil",ha clamado ante un público enfervorecido. "La única condición que impondremos es que los derechos del ciudadano serán siempre lo primero, la época de las banda golpistas ha quedado atrás".
Nueva Constitución
La orientación de la nueva Constitución turca que redactará del Parlamento recien elegido se verá sometida forzosamente a equilibrios y contrapesos. Erdogan ha defendido en la campaña un modelo presidencialista, como el de Francia o Estados Unidos, en el que él mismo se postularía como candidato a jefe del Estado para ejercer un fuerte poder ejecutivo hasta el horizonte de 2023, centenario de la fundación de la Turquía moderna. Pero la oposición laica del CHP exige mantener el actual modelo parlamentario para poder ejercer mayor control sobre el Gobierno.
El reelecto primer ministro Erdogan tendrá que enfrentarse a partir de ahora a las viejas asignaturas pendientes de Turquía, acumuladas durante sus nueve años de Gobierno en dos mandatos consecutivos. Como precisa en su último informe Hugh Pope, director de los análisis para Turquía del International Crisis Group, la reactivación del proceso de negociaciones para la adhesión a la Unión Europea, que arrancaron en 2005 pero siguen encalladas a causa del veto de Chipre, y la solución del conflicto kurdo, que ha causado más de 40.000 muertos desde hace tres décadas, son las tareas más urgentes que aguardan al nuevo Gabinete.
En la misma línea, el Consejo Europeo de Relaciones Exteriotres (ECFR en sus siglas en inglés), se interroga en su última publicación sobre si el país euroasiático podrá gestionar su diversidad interna, reconciliar las tensiones internas y curar las heridas del pasado sin pactar la nueva Constitución. El EFCR defiende que, a pesar del rechazo creciente de los turcos hacia la UE por la congelación de las negociaciones de adhesión, Europa puede ayudar a Turquía en la solución pacífica del conflicto kurdo, así como utilizar su influencia (los Veintisiete son el mayor cliente comercial de la economía turca) sobre el nuevo Gobierno de Ankara para disipar los temores de que el AKP pueda ejercer un poder absoluto.
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