La brecha y el coladero
Agobiado por el caso de los ERE fraudulentos, cuyas consecuencias políticas y penales están aún por definir, al PSOE se le ha abierto un nuevo frente con la dimisión de Luis Pizarro. El portazo que ha dado el que fue mano de derecha de Manuel Chaves en el PSOE durante tres lustros abre la mayor crisis en la principal federación socialista desde la batalla que libraron hace 20 años renovadores y guerristas.
La salida de Pizarro es, probablemente, el episodio más grave de la implosión por capítulos que está sufriendo desde 2008 el PSOE andaluz, que parece haberse acostumbrado a vivir convulsiones periódicas tras 15 años de paz interna en los que, al menos que se sepan, no hubo focos de rebelión destacables.
El adiós de Pizarro, sin embargo, no es una convulsión más. Aunque su marcha obedezca al enfrentamiento entre el PSOE regional y el de Cádiz, que ha tenido momentos insólitos como el intento de apear a última ahora a la candidata de Jerez, se trata del movimiento que puede tener más consecuencias internas por el peso de Pizarro en la historia reciente del PSOE andaluz. Aunque no lo quiera, muchos van a mirarle a él como el principal damnificado de los cambios que Griñán quiere introducir en el PSOE, un partido que ha sido hegemónico en Andalucía y, a menudo, remiso a adaptarse a los nuevos tiempos por los éxitos electorales acumulados.
Pizarro fue quien con más empeño tejió la red de apoyos que permitieron hacer el relevo de Chaves por Griñán sin que se rompieran las costuras internas y, de paso, frenar la alternativa de Mar Moreno. Su salida está motivada por el relevo del delegado del Gobierno andaluz en Cádiz, pero es evidente que detrás hay acumulados desacuerdos y desconfianzas con Griñán y su equipo.
Nadie conoce como Pizarro las claves del PSOE andaluz, sus debilidades y fortalezas, y es consciente de que su decisión abre una brecha que puede servir de coladero para quienes cuestionan, hasta la fecha de manera poco coordinada y bajo cuerda, el liderazgo de Griñán.
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