La revuelta se contagia al oeste de Libia
Los rebeldes controlan nuevas ciudades y arrinconan al régimen en la capital - Italia sostiene que la represión de las protestas se ha cobrado ya 1.000 muertos
El sabor de la libertad recuperada es intenso y contagioso y las ciudades del oeste de Libia también parecen querer experimentarlo. Hasta el martes, la revuelta solo llegaba hasta el este, a lugares como Bengasi y Tobruk, donde miles de personas han tomado el control. Sus compatriotas del oeste se les unieron ayer, según los testimonios de los que huyen de los enfrentamientos y se refugian en Túnez.
Esos informes dicen que los 200 kilómetros que separan el puesto fronterizo de Ras el Adjir de Trípoli están llenos de retenes controlados por soldados libios, todavía seguidores del dictador. Sin embargo, en al menos tres ciudades de ese trayecto, Zuara, Zauiya y Sabratha, así como Musratha, más al este de la capital, los rebeldes han conseguido vencer. Otras fuentes señalan que solo van camino de ello. Los rebeldes en esa zona entre la carretera que bordea la costa y las montañas son tres tribus que parecen haberse hecho con el control: nawayel, loregim y jewailed.
"Gadafi tendrá que irse o morirá en Trípoli", advierte un joven en la frontera
En cualquier caso, lo que parece claro es que la estrategia de dejar el este en manos de la revuelta y concentrar sus fuerzas en la parte occidental del país no está teniendo los resultados que esperaba Muamar el Gadafi, cada vez más arrinconado en la capital y cuya única fuerza son los soldados que aún le siguen y las milicias de mercenarios africanos, que han sembrado el pánico en Trípoli.
Todos los testimonios que llegan hasta la frontera desde allí les describen como hombres temibles armados que disparan y matan a todo aquel que encuentran a su paso. Ellos, según cuentan los refugiados, han convertido la capital del país en una ciudad fantasma. El aeropuerto de Trípoli, según contó una pasajera a la agencia Associated Press, era ayer "asediado" por miles de personas que pretendían salir del país y se había convertido en un "caos total".
El número de muertos sigue siendo todavía una incógnita y oscila entre los 300 declarados por el régimen, los 1.000 considerados verosímiles por el ministro de Exteriores italiano, Franco Frattini, y los 10.000 que señala la cadena Al Arabiya.
En ese escenario, Gadafi se ha convertido en un hombre ensimismado por sus propios y largos discursos que pierde apoyos según pasan las horas. A las dimisiones de los ministros de Justicia y Emigración, se ha sumado la del ministro del Interior y antiguo compañero de armas, el general Abdulá Yunis. El exministro de Justicia Mustafá Abud al Jeleil ha asegurado que tiene "pruebas" de que Gadafi ordenó el atentado de Lockerbie, en el que 270 personas fallecieron en 1988.
Las autoridades de Malta negaron ayer permiso de aterrizaje para un avión libio a bordo del cual supuestamente viajaba Aisha Gadafi, hija del dictador, según informó Al Yazira. Ella misma desmintió poco después que hubiera abandonado Libia, informa France Presse.
"Perderá y tendrá que irse o morirá en Trípoli, pero nada podrá evitar que el pueblo acabe con él", dice en el puesto fronterizo de Ras el Adjir un libio que se envuelve con la antigua bandera tricolor del reino de Libia (1951-1969) en lugar de la actual, de color verde, adoptada en 1977. Esa bandera todavía se divisa desde Túnez al final de la frontera, en la parte libia y todavía inaccesible. El puesto fronterizo es el punto de encuentro de periodistas, ONG y ciudadanos tunecinos que se acercan a ver la llegada de los refugiados, unos 10.000 en los dos últimos días, la mayoría tunecinos o de otras nacionalidades que trabajaban en Libia. A medida que iban pasando, cargados de maletas y bolsas de plástico, los tunecinos les recibían con algunos gritos utilizados en las protestas que acabaron hace más de un mes con la huida del dictador de Túnez, Ben Ali. "Dégage, dégage... [lárgate]. Lo gritamos entonces contra él y lo dijeron también los egipcios con Mubarak. Es el momento de los libios", comenta un habitante de la ciudad tunecina de Ben Gardan, a 35 kilómetros de la frontera, que se había desplazado hasta la aduana para dar la bienvenida a los refugiados.
Algunos de ellos mostraban pruebas de las medidas que el régimen está aplicando a los extranjeros. Un joven se quitó la camiseta delante de los periodistas y enseñó la espalda llena de marcas de haber recibido palos hasta la extenuación. "Soy tunecino y la policía de allí nos odia porque conseguimos lo que queríamos en Túnez, echar al dictador. Eso nos convierte en objetivo", explicaba.
Las informaciones que proceden de todo el país siguen sin estar confirmadas, pero poco a poco las imágenes van llegando, pese a los esfuerzos del régimen por desconectar a los libios, ya sea confiscando tarjetas de móvil o impidiendo el uso de Internet. La revolución libia se parece a la vivida por tunecinos y egipcios. La marea de informaciones desde las redes sociales o el portal de vídeos Youtube es imparable.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.