Pancartas contra pancartas
Unos 2.500 manifestantes exigen a la Generalitat de Cataluña que frene el almacén nuclear en Ascó - Sólo un puñado de lugareños se suma a la protesta
Los manifestantes llegados a Ascó (Tarragona) para protestar por la posible instalación en el pueblo del almacén de residuos nucleares se encontraron ayer con pancartas contrarias a las suyas. El municipio había colgado sus propias octavillas a favor del cementerio nuclear.
Cerca de 2.500 personas, según los cálculos de este periódico -1.500, según los Mossos d'Esquadra-, viajaron a Ascó desde las distintas comarcas de Tarragona, pero apenas contaron en la marcha con la presencia de una veintena de lugareños. El resto del pueblo, de 1.600 habitantes censados, oteó la manifestación acuartelado tras las azoteas y ventanas de sus viviendas. Interpretar si las cabezas que medio asomaban de los balcones eran muestra de apoyo, rechazo o temor a que la comunidad criminaliza al municipio por apoyar el almacén de residuos resulta complejo de desentrañar.
Los activistas se quejan de que no se ha preguntado a la población
La marcha, festiva, sin embargo, insistió en que no se acusa a un pueblo al que nadie ha consultado, sino a los líderes políticos que refrendaron en el Parlament una moción en contra de acoger el Almacén Temporal Centralizado (ATC) que, al parecer, se redactó en papel mojado.
Los manifestantes afinaron sus críticas hacia un mismo blanco: la Generalitat, a la que exigieron que fuerce al municipio a rechazar la candidatura para acoger el cementerio nuclear,algo que debe formalizarse en el pleno municipal del próximo martes.
Los líderes de ERC e ICV, Joan Puigcercós y Joan Herrera, apoyaron las protestas, a pesar de compartir el Gobierno catalán con el PSC: "El presidente Montilla debe pronunciarse y tomar las riendas del asunto", coincidieron, para dejar claro que las críticas lanzadas al tripartito, integrado por sus propias formaciones, son perdigones dirigidos en exclusiva al presidente, el socialista José Montilla. Pero Montilla contempla otra estrategia: no interferir en las decisiones municipales sobre este almacén de residuos.
Los manifestantes también silbaron contra CiU por su indefinida amenaza de expedientar al alcalde convergente de Ascó, Rafael Vidal, si postula al pueblo como sede del ATC, con el voto decisivo de un concejal socialista. "Nadie ha preguntado al pueblo, este Ayuntamiento no tiene legitimidad para pedir el ATC en nombre del municipio", subrayó el portavoz de la Coordinadora Anticementerio Nuclear (CANC), Sergi Saladié.
El Consejo Comarcal de la Ribera d'Ebre, integrado por cuatro miembros de ERC y seis del PSC, decidió encerrarse ayer en su sede en señal de protesta. "Esperamos obligar a recapacitar al Ayuntamiento de Ascó", explicó el presidente del Consejo, Bernat Pallissa. "Montilla debe ejercer de presidente y no de ministro de Industria", añadió el portavoz de la CANC, para dejar claro a quién se le reclaman explicaciones.
Fina, nacida en Ascó hace 62 años y que dejó su balcón para añadirse a la marcha por curiosidad, precisó entonces que muchos lugareños se oponen al proyecto desde el silencio por temor al runrún del pueblo. Fina sí anhela el ATC por los empleos derivados de esta inversión de 700 millones de euros que repartirá otros 12 millones anuales a la zona en la que se ubique. "Pero huele raro que todo se esté haciendo con tanto secretismo. Nos falta información", zanjó sin querer dar su apellido por miedo a ofender a algún vecino.
"La Generalitat tiene que hacer todo lo posible para evitar que el almacén venga a Cataluña", dijo Herrera antes de empezar la marcha, como si ICV, el partido que dirige, no formara parte del Ejecutivo catalán. "El Gobierno catalán y su presidente tienen que posicionarse", advirtió Puigcercós, como si el tripartito no fuera con él. "Este miércoles le preguntaré sobre el asunto al presidente en el Parlament para que quede constancia", añadió. Otros miembros de esos partidos, que forman parte del Gobierno catalán, no acudieron a la marcha.
De la necesidad de dejar constancia sin aparente compromiso brotaron los abucheos y el escepticismo hacia el escenario político de la marcha. Los manifestantes se quejaron de que los líderes y sus séquitos echaran a correr cuando la manifestación empezó para situarse en primera fila, al calor de los focos. Las quejas se repitieron luego, cuando retrasaron ese arranque de la marcha para atender a los medios de comunicación. "Todos buscan la foto y nadie piensa en la herencia que dejaremos a nuestros hijos", se lamentaba Jaume Bosch, de 34 años, llegado desde Reus. ¿Servirá de algo su viaje para protestar contra el cementerio nuclear? "Depende", se encogió de hombros Bosch. "Los ciudadanos de a pie tampoco podemos hacer mucho más".
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