EE UU no atacará Irak antes de las elecciones de noviembre
El Gobierno estadounidense no se ha puesto de acuerdo sobre la estrategia a seguir
No habrá ataque contra Irak hasta que se celebren las elecciones de noviembre en Estados Unidos, en las que están en juego varios escaños republicanos. Los planes, revelados primero por el diario USA Today y confirmados por el senador Joseph Biden, responden no sólo a las prioridades de política doméstica del presidente George W. Bush, sino a la falta de acuerdo dentro del propio Gobierno sobre la estrategia bélica. El debate llegó ayer al Congreso.
¿Qué tipo de amenaza representa verdaderamente Irak? ¿Cuáles son las opciones de ataque? Varios expertos empezaron a testificar ayer al respecto ante el comité de relaciones internacionales del Senado, que tiene previsto evaluar la situación en una serie de audiencias que podrían durar hasta el otoño.
Nadie tiene de antemano respuestas en blanco y negro. 'Si atacamos, sin duda ganaremos. Pero ¿qué hacemos al día siguiente?', se preguntaba el senador Biden, presidente del comité de relaciones internacionales. Biden es partidario de volver a presionar a Irak por nuevas inspecciones de armas químicas y biológicas, y aprovechar ese tiempo para tratar de recabar el apoyo internacional con el que ahora no cuenta EE UU, ni en Europa ni entre los países árabes.
Un ataque aéreo no lograría el propósito fundamental de Bush de derrocar a Sadam Husein, admitía esta semana el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld. Irak tiene laboratorios móviles de armas químicas y biológicas, imposibles de aniquilar con un bombardeo. Y muchas instalaciones de producción de armas de destrucción masiva están escondidas a gran profundidad bajo tierra, según Rumsfeld.
'Irak tiene armas químicas, biológicas y un gran apetito por armas nucleares', declaró Rumsfeld, remachando una vez más el argumento que hay que acabar con Sadam Husein porque entraña un peligro internacional. La facción dura del Pentágono está a favor de una invasión masiva, que conllevaría el despliegue de 250.000 soldados en la zona, acompañados de bombardeos masivos con armas de precisión guiadas y aviones indetectables tipo B-2.
El plan que está ganando más apoyo es un ataque 'rápido y multidireccional' que decapitaría la estructura de mando al primer golpe. Varios comandos pequeños y altamente especializados entrarían a la capital y otros puntos neurálgicos, incluidas las fábricas de armas químicas y biológicas y los cerca de 50 palacios de Husein.
La guardia republicana que protege la vida del mandatario iraquí sería entonces uno de los objetivos inmediatos. Después, la idea de los estrategas del Pentágono es provocar la rendición del Ejército y voltear a la población contra su presidente. La operación culminaría con una guerra psicológica dirigida a los residuos leales al régimen.
Quienes como el senador Chuck Hagel abogan por agotar primero la vía diplomática para evitar un conflicto de repercusiones impredecibles advierten que la táctica de ir a degüello contra Saddam Husein no lograría más que la pérdida de miles de vidas. 'Él no tiene nada que perder', señala Hagel, refiriéndose a que el líder iraquí podría desencadenar un ataque con armas de destrucción masiva si se viera acorralado. Probablemente, sostienen los analistas militares, las armas de Irak afectarían a los países vecinos, empezando por Israel, y quizá a algún punto en Europa, más que a EE UU.
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