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Reportaje:

Chirac quiere ganar en su pueblo

El primer ministro francés irrumpe en la campaña para intentar que el líder socialista pierda su acta de diputado

A Jacques Chirac no le basta con ganar mañana la mayoría absoluta del nuevo Parlamento francés: además quiere rematar a la izquierda, ya bastante malherida. El ansia de dar la vuelta a la tortilla es tan enorme, que el propio jefe del Gobierno, Jean-Pierre Raffarin, se ha vuelto atrás en su propósito de dedicarse sólo a 'asuntos de Estado' y lleva toda la semana en campaña electoral, culminada el jueves con un mitin estelar en la circunscripción por la que concurre el líder de los socialistas, François Hollande.

Se cumple así la hipótesis de que Chirac iba a aplastar a la izquierda con la peana que ésta le construyó el 5 de mayo, día de su triunfal reelección como jefe del Estado. Se encuentra en juego el liderazgo del campo malherido y la ocasión la pintan calva para hacer morder el polvo a Hollande, líder actual del Partido Socialista, en dificultades para conservar el escaño tras haber obtenido el domingo pasado el 39,5% de los votos, frente al 40,9% del candidato de la derecha, Jean-Pierre Decaie.

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No contento con ser el diputado de la comarca, Hollande fue elegido el año pasado como alcalde de Tulle, la ciudad de 15.000 habitantes capital al departamento donde se asienta el castillo de la familia Chirac. Allá fue despachado el nuevo primer ministro de Francia, Jean-Pierre Raffarin, para acompañar a la esposa del jefe del Estado, Bernadette Chirac, en el drenaje de los últimos votos.

Cuando Hollande se enteró de que se le venía encima el primer ministro, decidió recibirle, a título de alcalde. Así que a las seis de la tarde, hora prevista para el mitin de la derecha en el feudo de los Chirac, el nerviosismo cundió entre el servicio de orden del partido presidencial al observar la aproximación del dirigente socialista, rodeado de cámaras de televisión, lo cual descartaba el recurso de obligarle a dar la vuelta.

La comitiva del primer ministro dio un rodeo para evitar el encuentro, pero, tras 45 minutos de retraso, el jefe del Gobierno tuvo que hacerse carne en la puerta del local y aceptar el 'saludo republicano' del tozudo regidor y adversario. 'Esto es la República', comentó Raffarin para explicar el tenso apretón de manos, 'hemos combatido para defenderla. Es un adversario político, pero en democracia todo el mundo se saluda'.

El candidato socialista no llevó la provocación más lejos. Quizá la travesura no le proporcione votos suficientes para ser elegido, pero le permitió decir algunas verdades envueltas en sarcasmos: 'Propuse a Raffarin un debate en televisión antes de la primera vuelta de las legislativas y me contestó que él estaba demasiado ocupado con los asuntos de Estado', recordó Hollande. 'Pero en los últimos días no para de hacer campaña, se dispersa por todas partes; estoy inquieto, ¿quién estará preocupándose estos días de los asuntos de Estado?'.

El dirigente socialista exagera porque el nuevo primer ministro no ha descuidado sus obligaciones de gobernante. Desde la orden de parar a cañonazos a un barco sospechoso de narcotráfico, en medio del Atlántico, hasta la promesa de ampliar las fechas para la caza de aves migratorias -una auténtica declaración de guerra a ecologistas y defensores de la naturaleza-, Raffarin, un hombre al que se tiene por modesto y responsable, multiplica sus decisiones mientras recorre el país, rebañando votos.

Ante sus huestes de la 'izquierda unida', Hollande exhortó a los electores a 'cerrar el paso a una derecha revanchista, hegemónica, que quiere todo y no deja nada' y cuya victoria mañana, en la segunda vuelta de las legislativas, pondría otra vez a Francia en peligro de 'conocer de nuevo conflictos, crisis, espasmos, es decir, de acentuar todo lo que nos divide'.

En el mitin contrario, Raffarin desplegó argumentos diferentes. 'La victoria está al alcance de vuestra mano. Un país no es una suma de egoísmos, es una perspectiva, una coherencia', les dijo. Bernadette Chirac, a la que se considera uno de los mayores apoyos de Raffarin ante su marido, entonó, vibrante, el himno nacional con el que se cerró la estocada electoral en una comarca del centro de Francia, 480 kilómetros al sur de París, convertida en símbolo de la descarnada lucha entre derecha e izquierda que ha sucedido al sobresalto lepenista del 21 de abril.

Varios dirigentes socialistas piensan en la posibilidad de que Lionel Jospin, el ex primer ministro de izquierda, vuelva a jugar algún papel en el futuro. Para Jean-Marc Ayrault, presidente del grupo parlamentario socialista, Jospin 'será una fuerza moral de la izquierda', a imagen de algunas grandes figuras del pasado, como Pierre Mendès-France. El ex ministro Dominique Strauss-Kahn da a entender algún proyecto más amplio, pero se muestra circunspecto: 'Le he encontrado combativo y esto me da esperanzas para el futuro'. Demasiado poco para aventurar un regreso a la política activa, pero suficiente para inquietar a los medios políticos en la recta final de una campaña que se presenta desfavorable para la izquierda.

Mayoría para la derecha

Para los institutos de opinión pública, la única duda es la amplitud de la victoria de la Unión por la Mayoría Presidencial (UMP), el nuevo instrumento político de Jacques Chirac. Ese partido debería obtener entre 384 y 414 escaños de la Asamblea Nacional, según un sondeo de Ipsos realizado para Le Figaro: la cifra más baja de esa horquilla de escaños supera en casi un centenar la mayoría absoluta de la Cámara parlamentaria, situada en 289 diputados.Más de un elector de cada dos (53%) tiene intención de votar mañana por candidatos de la derecha, contra un 47% de favorables a la izquierda. Un 29% de los interrogados no contesta. De momento, el estudio en cuestión predice entre 115 y 145 escaños para el Partido Socialista, de 14 a 22 para el Partido Comunista y un máximo de 5 para Los Verdes. El Frente Nacional, de Jean-Marie Le Pen, se quedaría fuera del Parlamento.

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